lunes, 2 de diciembre de 2013

Capítulo 17

Cuando Me Enamoro
Capítulo 17

Varios días después en Casa de Victoria…
C: Hola, mami (saludó Cristina, dejándose caer en el sofá al lado de su madre).  Espero que te des cuenta de que estoy muerta de aburrimiento (añadió, con un profundo suspiro).
Victoria estaba ocupada limpiando y no se detuvo a responder hasta que finalmente le pregunta:
V: ¿Por qué no haces tus deberes escolares?
C: Qué simpática eres, mami.  Estamos en vacaciones de verano... no tengo deberes escolares.
V: Es cierto.  Entonces llama a Nicole.  Estoy segura de que ella te ayudará a salir de tu aburrimiento (y podría dar a Cristina alguna información sobre Marcos, pensó).  

Marcos había salido con paso firme de la casa aquella noche y, aunque Victoria pensó que se le rompería el corazón lo dejó ir.  Desde entonces, había pensado las cosas.  Se moría por saber algo de Marcos.  Cualquier cosa.  Pero no sabía nada de él desde la noche de la fiesta, y cada día que pasaba le parecía una eternidad.

C: No tengo deseos de llamar a Nicole.
V: Podría sugerirte que limpies tu cuarto.
C: Eres muy graciosa, mamá.  Muy graciosa.
V: Caramba, soy simpática y graciosa en una sola noche.  Qué suerte he tenido.

Sin replicar nada, Cristina tomó una revista y la hojeó distraídamente, sin encontrar una sola ilustración del artículo que llamara su atención.  Dejó a un lado la revista y tomó la otra.  Cuando terminó de hojear las cuatro revistas que estaban en la mesita para el café, Victoria estaba perdiendo la paciencia.
V: Llama a Nicole.
C: No puedo.
V: ¿Por qué no?
C: Porque no puedo.
Eso no tuvo sentido para Victoria.  Y el sugerir que Cristina llamara a Nicole era otra señal de que quería solucionar la desavenencia con Marcos.  Hacía dias que no sabía nada de él.  Diez interminables días y con cada uno que pasaba lo extrañaba más.  Había dudado en llamarlo, presa de la indecisión, en lucha interna con su orgullo.  Lo que ella le había dicho aquella noche era cierto.  Pero había reaccionado con exageración en la fiesta y ahora se sentía avergonzada y culpable.  Cuando se fue de la casa, Marcos le sugirió que lo llamara cuando entrara en razón.  Bien, a la siguiente mañana ya estaba dispuesta a reconocer su culpa.  Y su necesidad.  Pero el orgullo la retuvo.  Y con cada día que pasaba, le resultaba más difícil tragarse su orgullo.
C: Sabes que no puedo llamar a Nicole (se quejó Cristina).
V: ¿Por qué no? ¿Volvieron a disgustarse? (preguntó Victoria sin mirar a su hija).  Su mente estaba ocupada y divagaba en su relación con Marcos.
C: Ya nunca peleamos o discutimos.  Pero Nicole está en Mar de Plata.
Victoria alzó la mirada.
V: ¿Sí? ¿Y qué hace allá?
C: Creo que fue a visitar a su abuela.
V: ¿Su abuela?
C: Si fue por una semana a visitarla ya que hacía varios meses que no la veía.
V: No, no lo sabía.
C: Sí lo sabías.  Te dije que Nicole se iba el domingo pasado. ¿Recuerdas?
Vagamente, Victoria recordó la conversación; ella había estado pelando patatas en la cocina.  Pero durante la semana anterior, cada vez que su hija mencionaba a Nicole o Marcos, hacía un esfuerzo para no escuchar lo que decía.  Ahora estaba hambrienta de información.
Su hija se irguió en su asiento y miró a su madre.
C: ¿No te dijo el señor Guerrero que Nicole se iría?
V: Pues... no.
Cristina suspiró y se reclinó en el sofá.  
C: Hace mucho que no lo ves, ¿verdad?
V: Pues... no.
Cristina tomó la mano de su madre y la palmeó con suavidad.
C: ¿Discutieron?
V: No exactamente.
La mano de Cristina continuó su acción apaciguadora.
C: Está bien, cuéntamelo todo.  No te guardes nada; necesitas decirlo todo.  Desnuda tu alma.
V: ¡Cristina!
C: Mami, lo necesitas.  Expresar tu enfado y tu frustración te ayudará.  Tienes que desahogar tus inquietudes.  Deja aflorar tu subconsciente.
V: ¿Desahogar mis inquietudes? ¿Aflorar el subconsciente? ¿De dónde has sacado tú ese lenguaje?
Cristina parpadeó y ladeó la cabeza.
C: Una amiga me prestó un libro de psicología aplicada.
V: Ah!  Entiendo (murmuró Victoria y alzó los ojos al techo).
C: ¿Estás segura de que no me lo quieres contar todo?
V: No, no te contaré nada.
Cristina soltó un suspiro y se alzó de hombros.
C: Eso supuse.  Cuando se trata del papá de Nicole no quieres decir nada.  Es como un oscuro secreto que quieres ocultar de Nicole y de mí.  Bien, no importa, estamos haciendo lo mejor por entenderlos.  Ustedes no quieren que nos hagamos ilusiones.  Puedo entenderlo, aunque me parece muy injusto (la niña se puso de pie y miró a su madre con evidente anhelo, luego se palmeó los costados con las manos).  Estoy contenta con seguir viviendo como vivimos... aunque sería muy lindo tener un hermanito, un bebé al cual cambiarle los pañales.  Y tú sabes que siempre he querido tener un hermanito.
V: Cristina...
C: No, mami (Cristina alzó una mano como para detener un tren en marcha).  De veras, comprendo.  Tú y yo nos llevamos bien así solas y creo que no habría necesidad de complicar las cosas con Nicole y su papá.  Eso podría causar verdaderos problemas.  Por primera vez Cristina estaba hablando con sensatez.
C: Aunque sería muy agradable sentirme parte de una verdadera familia.
V: Cristina, ya es suficiente (exclamó Victoria, sacudiendo la cabeza.  Su hija estaba provocándole tanta culpabilidad que ella comenzaba a escuchar violines de fondo).  Tú y yo formamos una verdadera familia.
C: Sí, mami, pero podría ser mucho mejor (Cristina volvió a sentarse al lado de su madre y cruzó las piernas).
Obviamente sus razonamientos habían sido preparados con bastante anticipación y, sin detenerse a respirar entre una frase y otra, procedió a enumerar las ventajas de unir las dos familias.
V: Cristina...
Una vez más su hija la detuvo con una mano extendida cuando Victoria inició su enumeración de las posibles desventajas.  Victoria poco pudo hacer para contener el bien planeado discurso de su hija. Con paciencia esperó a que Cristina concluyera.
V: No quiero volver a hablar de Marcos (dijo con firmeza).  Ni una sola palabra.  ¿Entendido?
Cristina miró a su madre con ojos tristes.
C: Está bien, si eso es lo que realmente quieres.
V: Lo es, Cristina.  No quiero que vuelvas a mencionar el nombre de Marcos.  
Prohibir el nombre de Marcos de los labios de su hija y prohibirlo de su propia mente eran dos cosas diferentes, decidió Victoria una hora después.  Le tomó otra hora hacer acopio de valor para llamar por teléfono a Marcos.  Él contestó al segundo timbrazo.
V: Hola, Marcos... habla Victoria (incluso eso era casi más de lo que ella podía decir).
M: Victoria (la forma como él dijo su nombre reveló su placer al escucharla).
Ella agradeció para sí que él no mencionara de inmediato la fiesta y la discusión subsecuente.
V: ¿Cómo has estado?
M: Bien. ¿Y tú?
V: Bien (contestó ella con cierta timidez.  Se apoyó contra la pared, cruzando y descruzando los tobillos).  Escucha, la razón por la que llamé es porque Cristina me dijo que Nicole estaba con su abuela y pensé que estabas un bajoneado por la ausencia de tu hija y una charla entre padres solteros te vendría bien.
M: Lo que necesito en realidad es volver a verte (le dice Marcos directamente).  Cielos, mi amor, como que te llevó bastante tiempo para decidir llamarme.  Pensé que me harías esperar por siempre.  Diez días es como mucho tiempo, Victoria. ¡Diez largos días!
V: Marcos...
M: ¿Podemos vernos en alguna parte?
V: No estoy segura (la mente de Victoria buscó una docena de excusas, pero no pudo negar lo solitaria y desdichada que se había sentido, cuanto necesitaba sentirse rodeada por los brazos de él).  Tendría que buscar quién cuidara a Cristina y eso podría ser difícil a esta hora.
M: Entonces yo iré a tu casa.
V: Está bien (murmuró ella).
Hubo un breve silencio.  Cuando Marcos volvió a hablar, su voz estaba enronquecida de emoción.
M: Me alegra que hayas hablado, Victoria.
V: Yo también me alegro (repuso ella con voz trémula y nerviosa).
M: Estaré allá dentro de media hora.
V: Tendré café listo.
Cuando Victoria colgó el receptor, la mano le temblaba y era como si tuviera otra vez veintiún años.  El corazón le palpitaba con violencia sólo por haber escuchado la voz de Marcos, y la cabeza le daba vueltas al pensar que dentro de poco lo vería.  Qué equivocada había estado al creer que si lo alejaba de su vista y su mente también lo alejaría de su corazón.  Qué tonta había sido al negar sus propios sentimientos y emociones.  Lo amaba, mucho, y eso es lo único que le debía importar.
Apenas tuvo tiempo de darse unos toques de maquillaje y pasarse un cepillo por el pelo.  Cristina había estado en su cuarto durante la pasada hora sin hacer ningún ruido; Victoria esperaba que estuviese dormida.
Apenas acababa de poner agua en la cafetera cuando sonó el timbre de la puerta.
La puerta del dormitorio se abrió de par en par y Cristina apareció en pijama, completamente despierta.
C: Yo abro (gritó).
Victoria quiso detenerla, pero fue demasiado tarde.  Con un suspiro resignado, permaneció en segundo plano y esperó a que su hija recibiera a Marcos.
Cristina se volvió a mirar a su madre, mostrando una sonrisa tan ancha como el río Mississippi.
C: Es ese hombre cuyo nombre se supone no debo pronunciar.
V: Sí, lo sé.
C: ¿Lo sabes?
Victoria asintió.
C: Bien.  Resuelve las cosas con él, mami.  Alíviate de toda esa presión interna.  Líbrate de la turbulencia antes que te coma viva.
Victoria dirigió una lánguida sonrisa al recién llegado, luego volvió su atención a Cristina.
V: Por lo visto también has estado leyendo novelas románticas.  Bien, jovencita, ¿no es hora de que te vayas a acostar?
C: No.
V: Sí, es hora, señorita (Victoria entrecerró los ojos).
C: Pero, mami, estamos en vacaciones de verano, así que puedo dormir hasta tarde mañana... ah, ya entiendo, quieres que me desaparezca.
V: Podrías leer en tu cuarto o escuchar música con tus audífonos.
Cristina ofreció a su madre otra sonrisa luminosa.
C: Buenas noches, mami.  Buenas... papá de Nicole.
M & V: Buenas noches (dijeron al unísono).

Continuará…

No hay comentarios:

Publicar un comentario