miércoles, 4 de diciembre de 2013

Capítulo 19

Cuando Me enamoro…
Capítulo 19

Esa misma madrugada…
C: ¡Mami, mami, ven pronto!
El apacible sueño de Victoria fue interrumpido por los gritos alarmados de Cristina.  Se dio vuelta en la cama y vio el reloj que estaba en la mesa de cabecera.  Las cinco de la mañana.
V: ¿Cristina? (se incorporó en la cama).
C: ¡Mami!
La palabra denotaba tal pavor que el corazón de Victoria dio un vuelco. Apartó las mantas con presteza y corrió descalza hacia el pasillo.  Casi de inmediato, sus pies se encontraron con agua fría.
C: Algo está descompuesto (gritó Cristina, saltando con nerviosidad).  El agua no deja de salir.
Por la forma como brotaba el agua parecía como si se hubiera desbordado una presa.
V: Ve por unas toallas (instruyó Victoria, señalando hacia el gabinete de la ropa blanca en el pasillo.  El borde de su pijama estaba mojado ya.  Corrió hacia el cuarto de baño, apartando a su hija, que seguía brincando como un canguro enloquecido).
Una investigación más atenta reveló que el agua salía del gabinete bajo el lavamanos.
C; ¡Mami, mami, toma! (saltando a su alrededor, Cristina le lanzó un bulto de toallas que se separaron en el aire y cayeron por todas partes).
V: ¡Cristina! (gritó su madre).
Acuclillándose frente al lavamanos.  Abrió el gabinete y de inmediato brotó una pared de burbujas.  La fuerza del agua que fluía había volcado un recipiente de jabón de burbujas. ¡Estuviste en el baño de burbujas!
C: Pues... ¿cómo lo supiste?
V: El frasco no tiene la tapa y ahora todo el contenido se regó.
C: Sólo usé un poquito.
Tres barras de jabón perfumado, todavía en sus envolturas, flotaron entre los pies de Victoria.
C: Lamento lo del baño de burbujas (dijo Cristina).  Supuse que te enfadarías si lo descubrías, pero una niña necesita saber lo que se siente darse un lujo de vez en cuando, ¿sabes?.
V: Está bien, no podemos preocuparnos por eso.
Victoria agitaba las manos tratando de apartar las burbujas para apreciar el daño.  Pronto descubrió que un tubo se había roto.  Con la cabeza apoyada contra el borde del vertedero, buscó dentro del gabinete la llave para cortar el suministro de agua.  Cuando la encontró, la cerró hasta que el agua se redujo a un simple chorro.
V: ¡Cristina! (gritó Victoria, mirando por encima de su hombro.  Por supuesto, cuando la necesitaba más, su hija desaparecía).  ¡Trae más toallas! ¡Pronto, nena!
Dos minutos después su hija apareció con los brazos llenos con cada toalla y lienzo de limpieza de la casa.
C: ¡Uf! (murmuró la niña haciendo una mueca de disgusto).  ¡Que porquería!
V: ¿Entró algo de agua a la sala?
Cristina asintió.
C: Pero sólo hasta la puerta de enfrente.
V: Vaya (masculló Victoria).  Ahora tendría que contratar a alguien para secar la alfombra.
De rodillas y apoyada en una mano Victoria secó lo más que pudo, con el pijama ya empapado.
C: Necesitarás ayuda (anunció su hija).
V: Cámbiate primero de ropa, no vayas a pescar un resfriado.
C: ¿Y tú?
V: Iré a ponerme ropa seca en cuanto termine de limpiar esto.
C: Mami...
V: Mi amor, haz lo que te digo. No estoy de humor para discutir.
El pijama de Victoria estaba empapado, las burbujas se reventaban a su alrededor y sobre su cabeza.  Estornudó con fuerza y buscó un pañuelo de papel que se deshizo en sus manos mojadas.
M: Toma, usa esto.
La voz masculina que oyó detrás de ella sorprendió tanto a Victoria que cuando se volvió, resbaló y cayó sentada en un charco de agua helada.
V: ¡Marcos! (exclamó, poniéndose de pie con dificultad).  ¿Qué haces aquí?
Estupefacta, Victoria miraba a Marcos, boquiabierta y con los ojos redondos.
M: Cristina me llamó por teléfono, muy agitada.
V: ¿Cristina?
M: Sí, la misma.  Me sugirió que viniera pronto en tu ayuda, diciendo que algo drástico había sucedido (Marcos dio un paso hacia ella y con ternura le apartó un mechón de la frente).  ¿Qué pasó?
V: Se rompió un tubo debajo del fregadero.  Creo que ya lo tengo bajo control (el pijama le colgaba sobre los tobillos, chorreando agua en sus pies.  El cabello le caía en rizos húmedos alrededor de la cara y Victoria nunca se había sentido más cerca de las lágrimas antes).  Cristina no debió telefonearte (dijo, cuando encontró su voz).
M: Me alegro de que lo haya hecho.  Me complace saber que puedo ser útil de vez en cuando (sin importarle que estuviera empapada, la estrechó en sus brazos, apretando la mojada cabeza contra su pecho).
Victoria se estremeció.  Sentía a Marcos tan cálido y lleno de vida, tan preocupado y amoroso.  Ella le había dicho que era una mujer fuerte e independiente, y por lo regular lo era, pero cuando se trataba de tuberías rotas y cosas así, se derrumbaba.
M: Éstas empapada hasta la medula (le murmuró Marcos al oído).
V: Lo sé.
M: Ve a cambiarte.  Yo me encargaré de esto.
Entonces brotaron las lágrimas, lágrimas tontas que surgían de algún lugar profundo dentro de ella y se negaban a contenerse.
V: No puedo secarme (dijo entre sollozos, enjugándose con mano furiosa las mejillas).  Ya no hay una sola toalla seca en toda la casa.
Marcos se quitó la chaqueta de cuero y se la puso sobre los hombros.
M: Mi amor, no llores.  Por favor.  Todo va a estar bien.  Sólo se trata de un tubo roto y lo puedo arreglar antes del mediodía.... quizás antes.  Ya no llores.
V: No puedo evitarlo (farfulló Victoria).  
Se llevó una mano a la boca y posó la frente en el firme pecho masculino
V: Son las cinco de la mañana, mi costoso baño de burbujas Giorgio está arruinado y estoy tan enamorada, te necesito tanto que no puedo pensar con claridad.
Marcos la tomó por los hombros y la apartó para mirarla a los ojos.
M: ¿Qué dijiste?
Victoria bajó la mirada, un poco abochornada.
V: Que se arruinó mi baño de burbujas (balbuceó).
M: Eso no.  Quiero oír la otra parte.
Victoria lanzó un suspiro.
V: ¿Qué otra parte?
M: Lo de que estás tan enamorada, que me necesitas que no puedes pensar claro.  ¡Cielos, mi amor, hace apenas unas ocho horas estaba yo aquí con el corazón en la mano, trémulo y emocionado como un adolescente, y tú tomaste las cosas con tanta naturalidad como si estuviéramos hablando de las cotizaciones del mercado! Y ahora...
V: Fuiste tú quien tomó todo con frialdad, como si lo sucedido entre nosotros no te importara (ella se pasó el dorso de la mano debajo de la nariz y estornudó con fuerza).  Luego hiciste parecer todo como una conclusión premeditada y...
M: Estaba nervioso.  Ahora, ¿hacemos otro intento?  Quiero casarme contigo, Victoria Fernández.  Quiero que compartas mi vida, que tengas a nuestros bebés.  Quiero amarte hasta que los dos estemos viejitos.  ¡Incluso he abrigado fantasías de los dos viajando para visitar a nuestros nietos?
V: ¿Nuestros nietos? (Victoria alzó los ojos con timidez, incapaz de creer lo que estaba escuchando).
M: Claro que preferiría tomar esto paso a paso.  Lo primero que quiero que hagamos es casarnos.  No pude haberlo hecho más evidente hace unas horas.
V: Pero...
M: Un momento, déjame continuar antes que nos metamos otra vez en complicaciones.  Lo primero es lo primero.  ¿Quieren casarse Cristina y tú con Nicole y conmigo?
C: Creo que deberíamos hacerlo (dijo la emocionada adolescente desde el pasillo, complacida por cómo se estaban encaminando las cosas).  Quiero decir, para Nicole y para mí ha sido obvio desde hace mucho que ustedes hacen la pareja perfecta (Cristina suspiró y se apoyó contra la pared, cruzando los brazos al pecho en una actitud de persona adulta).  Sólo hay una falla en el plan.
V: ¿Una falla? (preguntó Victoria).
C: "Sipi" (dijo Cristina).  Nicole va a estar muy molesta por haberse perdido esto.
Marcos frunció el entrecejo y luego soltó la risa.
M: Vaya, vaya.  Creo que Cristina tiene razón.  Tendré que hacer una segunda proposición.
Victoria se incorporó y puso las manos en jarras.
V: Escuchen ustedes dos, nunca he dicho que me casaría con nadie... todavía.
C: Por supuesto que vamos a casarnos con el señor Guerrero, mami (intervino Cristina con firmeza).  De veras, mami, no es el momento para hacerse la difícil.
V: ¿Qué? (estupefacta, Victoria miró a su hija.  Luego desvió la mirada hacia Marcos y hacia su hija otra vez).
M: Cristina tiene toda la razón, ¿sabes? (dijo Marcos).
V: No puedo creer que estoy oyendo esto (Victoria estaba parada sobre un mar de toallas mojadas, mientras su hija y el hombre a quien amaba debatían su destino como si ella poco o nada tuviera que ver en ello).
M: Tenemos que pensar en alguna manera de incluir a Nicole (comentó Marcos con aire reflexivo).
V: Me iré a cambiar de ropa (murmuró Victoria, ansiosa por escapar).
M: Buena idea (replicó Marcos, sin mirarla).
Victoria fue a su cuarto y cerró con fuerza la puerta.  Se quitó el pijama y, temblando, buscó un suéter de lana y unos jeans.
Marcos y Cristina estaban todavía en el umbral del cuarto debatiendo detalles, cuando Victoria reapareció.  Ella pasó frente a ellos con suavidad y se encaminó a la cocina, donde preparó café. Luego levantó las toallas tiradas, las llevó al patio trasero, las metió en la lavadora y encendió la máquina.  Cuando regresó a la cocina, Marcos ya estaba allí.
M: ¡Oh! Problemas (comentó él al observar sus furiosos movimientos).  Bien, dime qué te molesta.
V: No me gusta la forma en que tú y mi hija están planeando mi vida (dijo ella sin anestesia).  Realmente, Marcos, ni siquiera he aceptado tu proposición de matrimonio y ya tú y Cristina tienen previstos los próximos diez años.
Marcos hundió las manos en los bolsillos de su pantalón.
M: No es para enfadarse tanto.
V: Quizá no, pero de cualquier manera es irritante.  Desde ahora te advierto que no te dejaré hacer una segunda proposición sólo para que Nicole la presencie.  Para serte sincera, no me entusiasma mucho el que Cristina haya participado en esta.  Se supone que una proposición matrimonial es un asunto privado.  Una cosa romántica, con flores y música, no enfrente de una tubería rota con burbujas de baño alrededor y con mi hija como público.
M: Está bien, ¿qué sugieres?
V: No sé, usa tu imaginación.
M: Si quieres romance, Victoria, me parece bien.  Te lo daré con todo gusto.
V: La mayoría de las mujeres nos gusta el romance.
Marcos caminó hacia ella y la tomó en sus brazos, y hasta ese momento Victoria no tuvo idea de cuánto deseaba el romance, en realidad, lo quería todo.
Todo en Marcos Guerrero la fascinaba.  Alzó una mano para rozarle con delicadeza la orgullosa línea de la mandíbula.  Realmente amaba a este hombre.  Sus ojos, de un negro azabache intenso, se encontraron con los de ella y un exquisito escalofrío la recorrió.  El la agarró por la cintura y luego la alzó del suelo hasta que sus ojos estuvieron al mismo nivel.
Victoria emitió un leve jadeo de sorpresa.  Sonriendo, le rodeó el cuello con los brazos.
Marcos la besó entonces, con una pasión que la dejó lánguida y temblorosa.
M: ¿Qué tal estuvo eso? (preguntó él con voz enronquecida).
V: Vas bien, Muuuy bien.  Sabes me fascinan tus besos.
M: Eso supuse, y a mí los besos tuyos me encantan (una vez más, la boca de él hizo contacto con los labios de ellas.  Victoria quedó azorada y excitada ante la intensidad de la caricia de los besos de Marcos.  Marcos, por su parte, la besaba una y otra vez, hasta que ella pensó que si la soltaba, caería al suelo porque sus pies no la aguantarían
M: Victoria...Te amor, quiero que seas la mujer de mi vida, aceptarías unir tu vida junto a la mía y a la de nuestras hijas.
Ella plantó una serie de besos en todo el rostro de su amado, sintiendo que el corazón le explotaría en el pecho.  Marcos le había despertado su parte sensual, enterrada todos esos años desde su separación, y ahora volvía a la vida y ella sentía hambre de amor por este hombre que cada día estaba más dentro en su corazón.
V: Sí (susurró contra la boca de él).  Sí, sí, sí.
M: Sí, ¿qué? (Victoria hizo una pausa y sonrió con ternura).
V: Sí, me casaré contigo.  
M: Ahora mismo. ¿De acuerdo?
V: En este minuto.
M: Podemos volar a alguna parte... encontrar una iglesia...
V: Oh, Marcos... te necesito tanto!
M: Victoria, no podemos (las palabras de Marcos brotaron en un gruñido proveniente de lo más profundo de su ser).
Ella lo oyó, pero no pareció importarle.  Lo besó y él le devolvió el beso.  El beso continuó mientras él la hacía descender al suelo, sus cuerpos íntimamente ceñidos.
De repente Victoria comprendió lo que él había querido decir.
V: No debemos. Cristina...
Marcos la acalló con otro beso; luego dijo:
M: Lo sé, mi amor.  Este no es el lugar ni el momento, pero de veras que me gustaría...
Victoria se incorporó y se apartó.  Con voz trémula, dijo:
V: A mí también... y, además, creo que deberíamos esperar un poco para casarnos.  Al menos hasta que llegue Nicole.
V: Estoy completamente de acuerdo, ¿Cuándo regresará?
M: La próxima semana.
Victoria asintió y cerró los ojos.  Le parecía una eternidad.
M: ¿Y qué hay de tu trabajo? (quiso saber Marcos).
V: No quiero dejar de trabajar aunque cuando decidamos tener un bebé, es muy probable que trabaje menos.  Pero primero quiero disfrutar de nuestra vida como familia. 
Marcos la volvió a besar.
M: Si te hace feliz, continúa en el trabajo en la empresa todo el tiempo que quieras, yo te apoyaré por siempre.
En ese momento, no obstante, en todo lo que Victoria podía pensar era en bebés, vacaciones familiares y galletas horneadas en casa.


Continuará….

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