Cuando Me enamoro…
Capítulo 19
Esa misma madrugada…
C: ¡Mami, mami,
ven pronto!
El apacible sueño
de Victoria fue interrumpido por los gritos alarmados de Cristina. Se dio vuelta en la cama y vio el reloj que
estaba en la mesa de cabecera. Las cinco
de la mañana.
V: ¿Cristina? (se
incorporó en la cama).
C: ¡Mami!
La palabra
denotaba tal pavor que el corazón de Victoria dio un vuelco. Apartó las mantas
con presteza y corrió descalza hacia el pasillo. Casi de inmediato, sus pies se encontraron con
agua fría.
C: Algo está
descompuesto (gritó Cristina, saltando con nerviosidad). El agua no deja de salir.
Por la forma como
brotaba el agua parecía como si se hubiera desbordado una presa.
V: Ve por unas
toallas (instruyó Victoria, señalando hacia el gabinete de la ropa blanca en el
pasillo. El borde de su pijama estaba
mojado ya. Corrió hacia el cuarto de
baño, apartando a su hija, que seguía brincando como un canguro enloquecido).
Una investigación
más atenta reveló que el agua salía del gabinete bajo el lavamanos.
C; ¡Mami, mami,
toma! (saltando a su alrededor, Cristina le lanzó un bulto de toallas que se
separaron en el aire y cayeron por todas partes).
V: ¡Cristina! (gritó
su madre).
Acuclillándose
frente al lavamanos. Abrió el gabinete y
de inmediato brotó una pared de burbujas. La fuerza del agua que fluía había volcado un
recipiente de jabón de burbujas. ¡Estuviste en el baño de burbujas!
C: Pues... ¿cómo
lo supiste?
V: El frasco no
tiene la tapa y ahora todo el contenido se regó.
C: Sólo usé un
poquito.
Tres barras de
jabón perfumado, todavía en sus envolturas, flotaron entre los pies de Victoria.
C: Lamento lo del
baño de burbujas (dijo Cristina). Supuse
que te enfadarías si lo descubrías, pero una niña necesita saber lo que se
siente darse un lujo de vez en cuando, ¿sabes?.
V: Está bien, no
podemos preocuparnos por eso.
Victoria agitaba
las manos tratando de apartar las burbujas para apreciar el daño. Pronto descubrió que un tubo se había roto. Con la cabeza apoyada contra el borde del
vertedero, buscó dentro del gabinete la llave para cortar el suministro de
agua. Cuando la encontró, la cerró hasta
que el agua se redujo a un simple chorro.
V: ¡Cristina! (gritó
Victoria, mirando por encima de su hombro. Por supuesto, cuando la necesitaba más, su
hija desaparecía). ¡Trae más toallas!
¡Pronto, nena!
Dos minutos
después su hija apareció con los brazos llenos con cada toalla y lienzo de
limpieza de la casa.
C: ¡Uf! (murmuró
la niña haciendo una mueca de disgusto).
¡Que porquería!
V: ¿Entró algo de
agua a la sala?
Cristina asintió.
C: Pero sólo
hasta la puerta de enfrente.
V: Vaya (masculló
Victoria). Ahora tendría que contratar a
alguien para secar la alfombra.
De rodillas y
apoyada en una mano Victoria secó lo más que pudo, con el pijama ya empapado.
C: Necesitarás
ayuda (anunció su hija).
V: Cámbiate
primero de ropa, no vayas a pescar un resfriado.
C: ¿Y tú?
V: Iré a ponerme
ropa seca en cuanto termine de limpiar esto.
C: Mami...
V: Mi amor, haz
lo que te digo. No estoy de humor para discutir.
El pijama de Victoria
estaba empapado, las burbujas se reventaban a su alrededor y sobre su cabeza. Estornudó con fuerza y buscó un pañuelo de
papel que se deshizo en sus manos mojadas.
M: Toma, usa
esto.
La voz masculina
que oyó detrás de ella sorprendió tanto a Victoria que cuando se volvió,
resbaló y cayó sentada en un charco de agua helada.
V: ¡Marcos! (exclamó,
poniéndose de pie con dificultad). ¿Qué
haces aquí?
Estupefacta, Victoria
miraba a Marcos, boquiabierta y con los ojos redondos.
M: Cristina me
llamó por teléfono, muy agitada.
V: ¿Cristina?
M: Sí, la misma. Me sugirió que viniera pronto en tu ayuda,
diciendo que algo drástico había sucedido (Marcos dio un paso hacia ella y con
ternura le apartó un mechón de la frente). ¿Qué pasó?
V: Se rompió un
tubo debajo del fregadero. Creo que ya
lo tengo bajo control (el pijama le colgaba sobre los tobillos, chorreando agua
en sus pies. El cabello le caía en rizos
húmedos alrededor de la cara y Victoria nunca se había sentido más cerca de las
lágrimas antes). Cristina no debió
telefonearte (dijo, cuando encontró su voz).
M: Me alegro de
que lo haya hecho. Me complace saber que
puedo ser útil de vez en cuando (sin importarle que estuviera empapada, la
estrechó en sus brazos, apretando la mojada cabeza contra su pecho).
Victoria se
estremeció. Sentía a Marcos tan cálido y
lleno de vida, tan preocupado y amoroso. Ella le había dicho que era una mujer fuerte e
independiente, y por lo regular lo era, pero cuando se trataba de tuberías
rotas y cosas así, se derrumbaba.
M: Éstas empapada
hasta la medula (le murmuró Marcos al oído).
V: Lo sé.
M: Ve a
cambiarte. Yo me encargaré de esto.
Entonces brotaron
las lágrimas, lágrimas tontas que surgían de algún lugar profundo dentro de
ella y se negaban a contenerse.
V: No puedo
secarme (dijo entre sollozos, enjugándose con mano furiosa las mejillas). Ya no hay una sola toalla seca en toda la
casa.
Marcos se quitó
la chaqueta de cuero y se la puso sobre los hombros.
M: Mi amor, no
llores. Por favor. Todo va a estar bien. Sólo se trata de un tubo roto y lo puedo
arreglar antes del mediodía.... quizás antes. Ya no llores.
V: No puedo
evitarlo (farfulló Victoria).
Se llevó una mano
a la boca y posó la frente en el firme pecho masculino
V: Son las cinco
de la mañana, mi costoso baño de burbujas Giorgio está arruinado y estoy tan
enamorada, te necesito tanto que no puedo pensar con claridad.
Marcos la tomó
por los hombros y la apartó para mirarla a los ojos.
M: ¿Qué dijiste?
Victoria bajó la
mirada, un poco abochornada.
V: Que se arruinó
mi baño de burbujas (balbuceó).
M: Eso no. Quiero oír la otra parte.
Victoria lanzó un
suspiro.
V: ¿Qué otra parte?
M: Lo de que
estás tan enamorada, que me necesitas que no puedes pensar claro. ¡Cielos, mi amor, hace apenas unas ocho horas
estaba yo aquí con el corazón en la mano, trémulo y emocionado como un
adolescente, y tú tomaste las cosas con tanta naturalidad como si estuviéramos
hablando de las cotizaciones del mercado! Y ahora...
V: Fuiste tú
quien tomó todo con frialdad, como si lo sucedido entre nosotros no te
importara (ella se pasó el dorso de la mano debajo de la nariz y estornudó con
fuerza). Luego hiciste parecer todo como
una conclusión premeditada y...
M: Estaba
nervioso. Ahora, ¿hacemos otro intento? Quiero casarme contigo, Victoria Fernández. Quiero que compartas mi vida, que tengas a nuestros
bebés. Quiero amarte hasta que los dos
estemos viejitos. ¡Incluso he abrigado
fantasías de los dos viajando para visitar a nuestros nietos?
V: ¿Nuestros
nietos? (Victoria alzó los ojos con timidez, incapaz de creer lo que estaba
escuchando).
M: Claro que
preferiría tomar esto paso a paso. Lo
primero que quiero que hagamos es casarnos. No pude haberlo hecho más evidente hace unas
horas.
V: Pero...
M: Un momento,
déjame continuar antes que nos metamos otra vez en complicaciones. Lo primero es lo primero. ¿Quieren casarse Cristina y tú con Nicole y
conmigo?
C: Creo que
deberíamos hacerlo (dijo la emocionada adolescente desde el pasillo, complacida
por cómo se estaban encaminando las cosas). Quiero decir, para Nicole y para mí ha sido
obvio desde hace mucho que ustedes hacen la pareja perfecta (Cristina suspiró y
se apoyó contra la pared, cruzando los brazos al pecho en una actitud de
persona adulta). Sólo hay una falla en
el plan.
V: ¿Una falla? (preguntó
Victoria).
C: "Sipi"
(dijo Cristina). Nicole va a estar muy
molesta por haberse perdido esto.
Marcos frunció el
entrecejo y luego soltó la risa.
M: Vaya, vaya. Creo que Cristina tiene razón. Tendré que hacer una segunda proposición.
Victoria se
incorporó y puso las manos en jarras.
V: Escuchen
ustedes dos, nunca he dicho que me casaría con nadie... todavía.
C: Por supuesto
que vamos a casarnos con el señor Guerrero, mami (intervino Cristina con
firmeza). De veras, mami, no es el
momento para hacerse la difícil.
V: ¿Qué? (estupefacta,
Victoria miró a su hija. Luego desvió la
mirada hacia Marcos y hacia su hija otra vez).
M: Cristina tiene
toda la razón, ¿sabes? (dijo Marcos).
V: No puedo creer
que estoy oyendo esto (Victoria estaba parada sobre un mar de toallas mojadas,
mientras su hija y el hombre a quien amaba debatían su destino como si ella
poco o nada tuviera que ver en ello).
M: Tenemos que
pensar en alguna manera de incluir a Nicole (comentó Marcos con aire reflexivo).
V: Me iré a
cambiar de ropa (murmuró Victoria, ansiosa por escapar).
M: Buena idea (replicó
Marcos, sin mirarla).
Victoria fue a su
cuarto y cerró con fuerza la puerta. Se
quitó el pijama y, temblando, buscó un suéter de lana y unos jeans.
Marcos y Cristina
estaban todavía en el umbral del cuarto debatiendo detalles, cuando Victoria
reapareció. Ella pasó frente a ellos con
suavidad y se encaminó a la cocina, donde preparó café. Luego levantó las
toallas tiradas, las llevó al patio trasero, las metió en la lavadora y
encendió la máquina. Cuando regresó a la
cocina, Marcos ya estaba allí.
M: ¡Oh! Problemas
(comentó él al observar sus furiosos movimientos). Bien, dime qué te molesta.
V: No me gusta la
forma en que tú y mi hija están planeando mi vida (dijo ella sin anestesia). Realmente, Marcos, ni siquiera he aceptado tu
proposición de matrimonio y ya tú y Cristina tienen previstos los próximos diez
años.
Marcos hundió las
manos en los bolsillos de su pantalón.
M: No es para
enfadarse tanto.
V: Quizá no, pero
de cualquier manera es irritante. Desde
ahora te advierto que no te dejaré hacer una segunda proposición sólo para que
Nicole la presencie. Para serte sincera,
no me entusiasma mucho el que Cristina haya participado en esta. Se supone que una proposición matrimonial es
un asunto privado. Una cosa romántica,
con flores y música, no enfrente de una tubería rota con burbujas de baño
alrededor y con mi hija como público.
M: Está bien,
¿qué sugieres?
V: No sé, usa tu
imaginación.
M: Si quieres
romance, Victoria, me parece bien. Te lo
daré con todo gusto.
V: La mayoría de
las mujeres nos gusta el romance.
Marcos caminó
hacia ella y la tomó en sus brazos, y hasta ese momento Victoria no tuvo idea
de cuánto deseaba el romance, en realidad, lo quería todo.
Todo en Marcos Guerrero
la fascinaba. Alzó una mano para rozarle
con delicadeza la orgullosa línea de la mandíbula. Realmente amaba a este hombre. Sus ojos, de un negro azabache intenso, se
encontraron con los de ella y un exquisito escalofrío la recorrió. El la agarró por la cintura y luego la alzó
del suelo hasta que sus ojos estuvieron al mismo nivel.
Victoria emitió
un leve jadeo de sorpresa. Sonriendo, le
rodeó el cuello con los brazos.
Marcos la besó
entonces, con una pasión que la dejó lánguida y temblorosa.
M: ¿Qué tal
estuvo eso? (preguntó él con voz enronquecida).
V: Vas bien, Muuuy
bien. Sabes me fascinan tus besos.
M: Eso supuse, y
a mí los besos tuyos me encantan (una vez más, la boca de él hizo contacto con
los labios de ellas. Victoria quedó
azorada y excitada ante la intensidad de la caricia de los besos de Marcos. Marcos, por su parte, la besaba una y otra
vez, hasta que ella pensó que si la soltaba, caería al suelo porque sus pies no
la aguantarían
M: Victoria...Te
amor, quiero que seas la mujer de mi vida, aceptarías unir tu vida junto a la
mía y a la de nuestras hijas.
Ella plantó una
serie de besos en todo el rostro de su amado, sintiendo que el corazón le explotaría
en el pecho. Marcos le había despertado su
parte sensual, enterrada todos esos años desde su separación, y ahora volvía a
la vida y ella sentía hambre de amor por este hombre que cada día estaba más dentro
en su corazón.
V: Sí (susurró
contra la boca de él). Sí, sí, sí.
M: Sí, ¿qué? (Victoria
hizo una pausa y sonrió con ternura).
V: Sí, me casaré
contigo.
M: Ahora mismo.
¿De acuerdo?
V: En este
minuto.
M: Podemos volar
a alguna parte... encontrar una iglesia...
V: Oh, Marcos...
te necesito tanto!
M: Victoria, no
podemos (las palabras de Marcos brotaron en un gruñido proveniente de lo más
profundo de su ser).
Ella lo oyó, pero
no pareció importarle. Lo besó y él le
devolvió el beso. El beso continuó
mientras él la hacía descender al suelo, sus cuerpos íntimamente ceñidos.
De repente Victoria
comprendió lo que él había querido decir.
V: No debemos. Cristina...
Marcos la acalló
con otro beso; luego dijo:
M: Lo sé, mi
amor. Este no es el lugar ni el momento,
pero de veras que me gustaría...
Victoria se
incorporó y se apartó. Con voz trémula,
dijo:
V: A mí
también... y, además, creo que deberíamos esperar un poco para casarnos. Al menos hasta que llegue Nicole.
V: Estoy
completamente de acuerdo, ¿Cuándo regresará?
M: La próxima
semana.
Victoria asintió
y cerró los ojos. Le parecía una
eternidad.
M: ¿Y qué hay de
tu trabajo? (quiso saber Marcos).
V: No quiero dejar
de trabajar aunque cuando decidamos tener un bebé, es muy probable que trabaje
menos. Pero primero quiero disfrutar de
nuestra vida como familia.
Marcos la volvió
a besar.
M: Si te hace
feliz, continúa en el trabajo en la empresa todo el tiempo que quieras, yo te
apoyaré por siempre.
En ese momento,
no obstante, en todo lo que Victoria podía pensar era en bebés, vacaciones
familiares y galletas horneadas en casa.
Continuará….
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