viernes, 29 de noviembre de 2013

Capítulo 10

Cuando Me Enamoro

Capítulo 10

LA música pop brotaba de los altoparlantes y vibraba por toda la pista de patinaje.  Un DJ anunciaba las melodías desde una cabina rodeada de vidrio y bromeaba con los patinadores.
V: —No puedo creer que haya dejado que me convencieras (le dice Victoria, sentándose al lado de Marcos para amarrarse los patines alquilados).
M: Me niego a ser el único mayor de treinta años en esa pista (le replica con una amplia sonrisa, sin duda complacido por su talento para la persuasión).  
**Flashback**
Ella se quejó de que tenía años sin patinar, pero Marcos declaró con esa sonrisa suya tan exasperante y seductora
M: Es como andar en bicicleta. Una vez que aprendes, nunca se te olvida.
**Fin Flashback**
Victoria se quejó algo, pero en realidad comenzaba a entusiasmarle la idea.  De chica siempre le gustó patinar sobre ruedas y había algo en Marcos que revivía en ella a la niña. Y a la mujer, también, se dijo, recordando el beso.
Las amigas de Nicole ya estaban patinando con una facilidad que provocó la envidia de Victoria.  Lenta, cautelosamente, se unió al gentío que daba vueltas a la pista.
C: Hola, mami (Cristina pasó frente a ella a la velocidad de la luz).  
Otra centella pasó frente a ella.
N: Hola, señora Fernández (saludó Nicole).
Permaneciendo con cautela cerca de la orilla, al alcance del pasamano, Victoria se concentró en hacer que sus pies funcionaran correctamente.  Pero sus movimientos eran cortos y torpes.  Marcos patinó ante ella, dio un giro y regresó hasta donde estaba Victoria.  Ella alzó la mirada y le ofreció una débil sonrisa.  Debió haber supuesto que Marcos sería tan diestro y seguro de sí con los patines como en todo lo demás... excepto en lo relacionado con fiestas de cumpleaños para jovencitas.  Mirándolo, cualquiera diría que patinaba a diario desde hacía años, aunque él aseguraba que llevaba veinte años sin entrar a una pista de patinaje.  En cambio, Victoria se sentía tan torpe como un bebé al dar sus primeros pasos.
M: ¿Cómo va todo? (preguntó Marcos con una amplia sonrisa).
V: Bien. ¿No te das cuenta? (en ese momento perdió el control de un pie y buscó con desesperación el pasamanos; logró aferrarse al mismo antes de caer al suelo).
Marcos estuvo a su lado al instante.
M: ¿Te lastimaste?
V: No (murmuró ella).
M: Ven; lo que necesitas es una mano fuerte que te guíe.
Victoria bufó.
V: El clásico comentario machista.  Olvídalo, amigo, estaré bien en unos minutos; en cuanto me acostumbre a las ruedas.
M: ¿Estás segura?
V: ¡Marcos, por amor de Dios, al menos déjame conservar intacto mi orgullo!
Pero era difícil mantener intacta cualquier cosa en ese momento, con sus pies resbalando para todos lados mientras trataba de erguirse.
M: Está bien, si es lo que quieres (dijo él, encogiéndose de hombros y deslizándose lejos de ella con exasperante facilidad). 
Quince minutos después, Victoria se sintió bastante segura para unirse al resto del grupo que daba vueltas a la pista.  Sus movimientos parecían un poco menos torpes, menos inseguros, aunque aún no conseguía un control completo.
M: Lo estás haciendo muy bien (comentó Marcos, reduciendo la velocidad para patinar al lado de ella).
V: Gracias (contestó Victoria con voz temblorosa).
M: Tienes un don para esto (se burló Marcos).  Victoria alzó la mirada hacia él y rió de buena gana.
V: ¡De veras! me pregunto si no debería considerar una nueva carrera como camarera en patines para el Palacio Rosa.
La boca de Marcos se curvó con una sonrisa divertida.
M: ¿Te han dicho alguna vez que tienes un extraño sentido del humor?
V: Cristina lo dice por lo menos una vez al día.
Marcos emitió una risilla.
M: No debería reírme.  Nicole me dice lo mismo.
El disc jockey anunció que la siguiente pieza era sólo para parejas.  Victoria lanzó un suspiro de alivio y enfiló hacia la salida más cercana.  Le vendría bien el descanso; los músculos de sus pantorrillas comenzaban a dolerle por el desacostumbrado ejercicio.
Pero antes que ella pudiera apartarse de la pista, Marcos le ofreció la mano.
M: ¿Me concede esta pieza, señorita?
V: No, Marcos, por Dios (protestó ella con remilgo).
M: Lo imaginé.  Oh, bien, veré si puedo convencer a Nicole de que patine con su anciano padre (dijo él con ojos coquetos a los muchachos que estaban al otro lado de la pista).

Una vez que Victoria estuvo a salvo al otro lado de la pista, encontró un lugar donde sentarse a descansar su fatigado esqueleto.  A los pocos minutos Marcos se sentó en un asiento adjunto, con expresión decepcionada.
M: Me ganó Tomás (murmuró).
Marcos parecía tan abatido como Victoria cuando Cristina le dijo que no se quería sentar con ella en el cine.
V: Es terrible cuando insisten en sentirse mayores, ¿verdad? (comentó ella, haciendo un esfuerzo por no reír).
Marcos exhaló un suspiro expresivo y dirigió a Victoria una mirada esperanzada antes de mirar a las parejas que patinaban.
M: ¿No volverías a considerar mi invitación?
El lugar estaba lleno de chicos y chicas, y Victoria sabía que en el momento en que entrara a la pista con Marcos todos los ojos estarían sobre ellos.
Marcos pareció leerle la mente, porque agregó:
M: Vamos, Victoria.  Mi ego ha sufrido un golpe casi fatal.  Fui rechazado por mi propia hija.
Victoria se puso de pie con cierta dificultad.
V: Cuando mi ego sufrió un golpe similar en el cine, lo único que hiciste fue compartir conmigo las rosetas de maíz.
Marcos emitió una risa contagiosa y le tendió la mano.
M: No te quejes.  Esto me dará una excusa para volverte a agarrarte por la cintura (su brazo derecho le rodeó la cintura de Victoria y ella entrelazó los dedos de la mano izquierda con la de él mientras patinaban hacia el centro de la pista. Tuvo que admitir que era muy agradable estar tan cerca de Marcos.
El debía de estar pensando algo muy semejante, porque estaba inusualmente callado al conducirla con suavidad a través de la pista al compás de la romántica melodía.  Habían dado dos vueltas a la pista cuando Marcos cambió de repente de posición, patinando hacia atrás y abrazándola en posición de baile.
V: Marcos (dijo ella con ojos muy abiertos por la sorpresa).  Nuestras hijas comenzarán a pensar cosas...
M: Que piensen en lo que quieran.
Sus manos se cerraron en la base de la espina dorsal de ella, para ceñirla más estrechamente a su cuerpo.  Victoria exhaló un suspiro lento, deleitándose en la sensación del cuerpo de Marcos ceñido de manera tan íntima contra el suyo.
M: Victoria, escucha (susurró él).  He estado pensando...
Ella también, lo cual era difícil cuando estaba cerca de Marcos.
M: ¿De veras sería tan terrible que nos comenzáramos a ver con más frecuencia? Sobre una base informal... no necesita ser nada serio.  Los dos somos adultos maduros.  Ninguno va a dejar que nuestras hijas nos manipulen para hacer algo que no deseemos.  Y en lo que se refiere al pasado, tú no eres Carmen ni yo soy Antonio.
V: Pero nuestras hijas comenzarán a hacerse ilusiones y temo que terminemos por decepcionarlas.
Marcos no estuvo de acuerdo.
M: Creo que el vernos con frecuencia será más beneficioso que perjudicial.
V: ¿Qué quieres decir? (el corazón de Victoria le daba saltos en el pecho ante la sola idea de ver a Marcos con más frecuencia).  Estaba emocionada, excitada... y, sin embargo, vacilante.  Las heridas infligidas por Antonio eran demasiado profundas.
M: Si nos viéramos más a menudo podríamos incluir a nuestras hijas.  Eso satisficiera la necesidad de Nicole de una imagen materna, a la vez que la de Cristina de la figura paterna.
V: Sí, pero...
M: Estar los cuatro juntos dará a nuestras hijas la sensación de pertenecer a una familia completa (agregó Marcos con certeza).
Sus argumentos parecían tan razonables, tan lógicos.  No obstante, Victoria titubeaba.
V: Pero temo que ellas piensen que lo nuestro sea serio.
Marcos la miró a los ojos y los de él le parecieron a Victoria más negros e intensos que nunca.
M: Mi intención es seria.
Victoria apretó la frente contra la clavícula de él y procuró controlar los temblores de su cuerpo.  El pequeño experimento con el beso la había afectado más de lo que quisiera hacerle saber.  Hasta esta noche, ambos habían tratado de disfrazar u ocultar la atracción mutua, pero el beso los delató.
M: No he dejado de pensar en ti desde el momento en que nos conocimos (susurró él y la besó en la sien).  Si estuviéramos en otra parte en este momento, te demostraría lo mucho que me afectas.
Si estuvieran en otro lugar, Victoria se lo habría permitido.  Quería que la besara, necesitaba que lo hiciera, pero estaba más temerosa de su propia reacción ante este hombre de lo que había estado en mucho tiempo respecto a cualquier cosa.
V: Marcos, no sé qué pensar, tengo miedo.
M: Yo también, pero no quiero que el miedo gobierne mi vida (con suavidad le apartó unos rizos de la frente.  La observó con intensidad).  No esperaba volver a sentir así.  Esto me ha tomado por sorpresa y no hay nada que pueda hacer para dejar de sentirlo.

Victoria cerró los ojos y escuchó la batalla que se libraba en su mente.  Deseaba con toda el alma permitir que este sentimiento entre ambos se desarrollara.  Pero la lógica le decía que si accedía a la sugerencia de él, volvería a quedar a merced de sus emociones.  Aún peor, Marcos Guerrero no era cualquier hombre; era rico, afortunado, atractivo, muy atractivo con una sonrisa que iluminaba toda su alma.  
M: Victoria, al menos dime lo que sientes.
V: Pues... no sé (evadió ella el asunto, todavía insegura).
Marcos le apretó la mano y se la colocó contra el pecho.
M: Siente lo que provocas en mí.
El corazón de Victoria a su vez parecía estallarle.
V: Me provocas lo mismo.
La sonrisa de Marcos fue muy suave, muy tierna.
M: Lo sé.
La música cesó y las luces se intensificaron.  Marcos y Victoria se separaron con renuencia, pero él la mantenía a su lado, agarrándola por la cintura.
M: No me has respondido, Victoria.  No voy a lastimarte.  Lo tomaremos con calma al principio, a ver cómo resulta.
Victoria sintió un taco en la garganta.  No sabía qué responder, aunque era evidente que él esperaba que tomara una decisión.
M: Entre nosotros hay algo que vale la pena (continuó él).  Y no quiero echarlo por la borda.  Creo que deberíamos averiguar si esto podría durar.
Victoria sabía que él no la lastimaría de manera intencional, pero la posibilidad de que ella saliera sin daños de una relación con este hombre era remota.
M: ¿Qué piensas? (la apuró Marcos).
V: Quizá deberíamos intentarlo (concedió ella luego de una larga pausa).
Marcos la miró, bañándola con la calidez de su sonrisa.
M: Ninguno de los dos se arrepentirá.
Victoria no era tan optimista.  Apartó la mirada y vio a Nicole y Cristina.
V: Oh.
M: ¿Qué pasa?
V: Acabo de ver que Cristina se acercó a Nicole y le dijo algo al oído.  Luego se abrazaron como dos hermanas que si estuvieran mucho tiempo separadas y se acabaran de encontrar.
M: Si tú puedes afrontarlo, yo podré también (dijo Marcos, apretándole la mano).
La serenidad de Marcos prestó valor a Victoria.
V: Creo que podré afrontarlo.

Continuará…

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