Cuando Me Enamoro
Capítulo 10
LA música pop
brotaba de los altoparlantes y vibraba por toda la pista de patinaje. Un DJ anunciaba las melodías desde una cabina
rodeada de vidrio y bromeaba con los patinadores.
V: —No puedo
creer que haya dejado que me convencieras (le dice Victoria, sentándose al lado
de Marcos para amarrarse los patines alquilados).
M: Me niego a ser
el único mayor de treinta años en esa pista (le replica con una amplia sonrisa,
sin duda complacido por su talento para la persuasión).
**Flashback**
Ella se quejó de
que tenía años sin patinar, pero Marcos declaró con esa sonrisa suya tan
exasperante y seductora
M: Es como andar
en bicicleta. Una vez que aprendes, nunca se te olvida.
**Fin Flashback**
Victoria se quejó
algo, pero en realidad comenzaba a entusiasmarle la idea. De chica siempre le gustó patinar sobre ruedas
y había algo en Marcos que revivía en ella a la niña. Y a la mujer, también, se
dijo, recordando el beso.
Las amigas de
Nicole ya estaban patinando con una facilidad que provocó la envidia de Victoria.
Lenta, cautelosamente, se unió al gentío
que daba vueltas a la pista.
C: Hola, mami (Cristina
pasó frente a ella a la velocidad de la luz).
Otra centella
pasó frente a ella.
N: Hola, señora Fernández
(saludó Nicole).
Permaneciendo con
cautela cerca de la orilla, al alcance del pasamano, Victoria se concentró en
hacer que sus pies funcionaran correctamente. Pero sus movimientos eran cortos y torpes. Marcos patinó ante ella, dio un giro y
regresó hasta donde estaba Victoria. Ella
alzó la mirada y le ofreció una débil sonrisa. Debió haber supuesto que Marcos sería tan
diestro y seguro de sí con los patines como en todo lo demás... excepto en lo
relacionado con fiestas de cumpleaños para jovencitas. Mirándolo, cualquiera diría que patinaba a
diario desde hacía años, aunque él aseguraba que llevaba veinte años sin entrar
a una pista de patinaje. En cambio, Victoria
se sentía tan torpe como un bebé al dar sus primeros pasos.
M: ¿Cómo va todo?
(preguntó Marcos con una amplia sonrisa).
V: Bien. ¿No te
das cuenta? (en ese momento perdió el control de un pie y buscó con
desesperación el pasamanos; logró aferrarse al mismo antes de caer al suelo).
Marcos estuvo a
su lado al instante.
M: ¿Te
lastimaste?
V: No (murmuró
ella).
M: Ven; lo que
necesitas es una mano fuerte que te guíe.
Victoria bufó.
V: El clásico
comentario machista. Olvídalo, amigo,
estaré bien en unos minutos; en cuanto me acostumbre a las ruedas.
M: ¿Estás segura?
V: ¡Marcos, por
amor de Dios, al menos déjame conservar intacto mi orgullo!
Pero era difícil
mantener intacta cualquier cosa en ese momento, con sus pies resbalando para
todos lados mientras trataba de erguirse.
M: Está bien, si
es lo que quieres (dijo él, encogiéndose de hombros y deslizándose lejos de
ella con exasperante facilidad).
Quince minutos
después, Victoria se sintió bastante segura para unirse al resto del grupo que
daba vueltas a la pista. Sus movimientos
parecían un poco menos torpes, menos inseguros, aunque aún no conseguía un
control completo.
M: Lo estás
haciendo muy bien (comentó Marcos, reduciendo la velocidad para patinar al lado
de ella).
V: Gracias (contestó
Victoria con voz temblorosa).
M: Tienes un don
para esto (se burló Marcos). Victoria
alzó la mirada hacia él y rió de buena gana.
V: ¡De veras! me
pregunto si no debería considerar una nueva carrera como camarera en patines
para el Palacio Rosa.
La boca de Marcos
se curvó con una sonrisa divertida.
M: ¿Te han dicho
alguna vez que tienes un extraño sentido del humor?
V: Cristina lo
dice por lo menos una vez al día.
Marcos emitió una
risilla.
M: No debería
reírme. Nicole me dice lo mismo.
El disc jockey
anunció que la siguiente pieza era sólo para parejas. Victoria lanzó un suspiro de alivio y enfiló
hacia la salida más cercana. Le vendría
bien el descanso; los músculos de sus pantorrillas comenzaban a dolerle por el
desacostumbrado ejercicio.
Pero antes que
ella pudiera apartarse de la pista, Marcos le ofreció la mano.
M: ¿Me concede
esta pieza, señorita?
V: No, Marcos,
por Dios (protestó ella con remilgo).
M: Lo imaginé. Oh, bien, veré si puedo convencer a Nicole de
que patine con su anciano padre (dijo él con ojos coquetos a los muchachos que
estaban al otro lado de la pista).
Una vez que Victoria
estuvo a salvo al otro lado de la pista, encontró un lugar donde sentarse a
descansar su fatigado esqueleto. A los
pocos minutos Marcos se sentó en un asiento adjunto, con expresión
decepcionada.
M: Me ganó Tomás (murmuró).
Marcos parecía
tan abatido como Victoria cuando Cristina le dijo que no se quería sentar con
ella en el cine.
V: Es terrible
cuando insisten en sentirse mayores, ¿verdad? (comentó ella, haciendo un esfuerzo
por no reír).
Marcos exhaló un
suspiro expresivo y dirigió a Victoria una mirada esperanzada antes de mirar a
las parejas que patinaban.
M: ¿No volverías
a considerar mi invitación?
El lugar estaba
lleno de chicos y chicas, y Victoria sabía que en el momento en que entrara a
la pista con Marcos todos los ojos estarían sobre ellos.
Marcos pareció
leerle la mente, porque agregó:
M: Vamos, Victoria.
Mi ego ha sufrido un golpe casi fatal. Fui rechazado por mi propia hija.
Victoria se puso
de pie con cierta dificultad.
V: Cuando mi ego
sufrió un golpe similar en el cine, lo único que hiciste fue compartir conmigo
las rosetas de maíz.
Marcos emitió una risa contagiosa y le tendió la mano.
M: No te quejes. Esto me dará una excusa para volverte a agarrarte
por la cintura (su brazo derecho le rodeó la cintura de Victoria y ella
entrelazó los dedos de la mano izquierda con la de él mientras patinaban hacia
el centro de la pista. Tuvo que admitir que era muy agradable estar tan cerca
de Marcos.
El debía de estar
pensando algo muy semejante, porque estaba inusualmente callado al conducirla
con suavidad a través de la pista al compás de la romántica melodía. Habían dado dos vueltas a la pista cuando Marcos
cambió de repente de posición, patinando hacia atrás y abrazándola en posición
de baile.
V: Marcos (dijo
ella con ojos muy abiertos por la sorpresa).
Nuestras hijas comenzarán a pensar cosas...
M: Que piensen en
lo que quieran.
Sus manos se
cerraron en la base de la espina dorsal de ella, para ceñirla más estrechamente
a su cuerpo. Victoria exhaló un suspiro
lento, deleitándose en la sensación del cuerpo de Marcos ceñido de manera tan
íntima contra el suyo.
M: Victoria,
escucha (susurró él). He estado
pensando...
Ella también, lo
cual era difícil cuando estaba cerca de Marcos.
M: ¿De veras
sería tan terrible que nos comenzáramos a ver con más frecuencia? Sobre una
base informal... no necesita ser nada serio. Los dos somos adultos maduros. Ninguno va a dejar que nuestras hijas nos
manipulen para hacer algo que no deseemos. Y en lo que se refiere al pasado, tú no eres
Carmen ni yo soy Antonio.
V: Pero nuestras
hijas comenzarán a hacerse ilusiones y temo que terminemos por decepcionarlas.
Marcos no estuvo
de acuerdo.
M: Creo que el
vernos con frecuencia será más beneficioso que perjudicial.
V: ¿Qué quieres
decir? (el corazón de Victoria le daba saltos en el pecho ante la sola idea de
ver a Marcos con más frecuencia). Estaba
emocionada, excitada... y, sin embargo, vacilante. Las heridas infligidas por Antonio eran
demasiado profundas.
M: Si nos
viéramos más a menudo podríamos incluir a nuestras hijas. Eso satisficiera la necesidad de Nicole de una
imagen materna, a la vez que la de Cristina de la figura paterna.
V: Sí, pero...
M: Estar los
cuatro juntos dará a nuestras hijas la sensación de pertenecer a una familia
completa (agregó Marcos con certeza).
Sus argumentos
parecían tan razonables, tan lógicos. No
obstante, Victoria titubeaba.
V: Pero temo que ellas
piensen que lo nuestro sea serio.
Marcos la miró a
los ojos y los de él le parecieron a Victoria más negros e intensos que nunca.
M: Mi intención
es seria.
Victoria apretó
la frente contra la clavícula de él y procuró controlar los temblores de su
cuerpo. El pequeño experimento con el
beso la había afectado más de lo que quisiera hacerle saber. Hasta esta noche, ambos habían tratado de
disfrazar u ocultar la atracción mutua, pero el beso los delató.
M: No he dejado
de pensar en ti desde el momento en que nos conocimos (susurró él y la besó en
la sien). Si estuviéramos en otra parte
en este momento, te demostraría lo mucho que me afectas.
Si estuvieran en
otro lugar, Victoria se lo habría permitido. Quería que la besara, necesitaba que lo
hiciera, pero estaba más temerosa de su propia reacción ante este hombre de lo
que había estado en mucho tiempo respecto a cualquier cosa.
V: Marcos, no sé qué
pensar, tengo miedo.
M: Yo también,
pero no quiero que el miedo gobierne mi vida (con suavidad le apartó unos rizos
de la frente. La observó con intensidad). No esperaba volver a sentir así. Esto me ha tomado por sorpresa y no hay nada
que pueda hacer para dejar de sentirlo.
Victoria cerró
los ojos y escuchó la batalla que se libraba en su mente. Deseaba con toda el alma permitir que este
sentimiento entre ambos se desarrollara. Pero la lógica le decía que si accedía a la
sugerencia de él, volvería a quedar a merced de sus emociones. Aún peor, Marcos Guerrero no era cualquier
hombre; era rico, afortunado, atractivo, muy atractivo con una sonrisa que
iluminaba toda su alma.
M: Victoria, al
menos dime lo que sientes.
V: Pues... no sé (evadió
ella el asunto, todavía insegura).
Marcos le apretó
la mano y se la colocó contra el pecho.
M: Siente lo que
provocas en mí.
El corazón de Victoria
a su vez parecía estallarle.
V: Me provocas lo
mismo.
La sonrisa de Marcos
fue muy suave, muy tierna.
M: Lo sé.
La música cesó y
las luces se intensificaron. Marcos y Victoria
se separaron con renuencia, pero él la mantenía a su lado, agarrándola por la
cintura.
M: No me has
respondido, Victoria. No voy a
lastimarte. Lo tomaremos con calma al
principio, a ver cómo resulta.
Victoria sintió un
taco en la garganta. No sabía qué
responder, aunque era evidente que él esperaba que tomara una decisión.
M: Entre nosotros
hay algo que vale la pena (continuó él). Y no quiero echarlo por la borda. Creo que deberíamos averiguar si esto podría
durar.
Victoria sabía
que él no la lastimaría de manera intencional, pero la posibilidad de que ella saliera
sin daños de una relación con este hombre era remota.
M: ¿Qué piensas? (la
apuró Marcos).
V: Quizá
deberíamos intentarlo (concedió ella luego de una larga pausa).
Marcos la miró,
bañándola con la calidez de su sonrisa.
M: Ninguno de los
dos se arrepentirá.
Victoria no era
tan optimista. Apartó la mirada y vio a
Nicole y Cristina.
V: Oh.
M: ¿Qué pasa?
V: Acabo de ver
que Cristina se acercó a Nicole y le dijo algo al oído. Luego se abrazaron como dos hermanas que si estuvieran
mucho tiempo separadas y se acabaran de encontrar.
M: Si tú puedes
afrontarlo, yo podré también (dijo Marcos, apretándole la mano).
La serenidad de Marcos
prestó valor a Victoria.
V: Creo que podré
afrontarlo.
Continuará…
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