Cuando Me Enamoro
Capítulo 4
Marcos quedó boquiabierto. ¡No era
posible! Alta, serena, elegante, esta
mujer parecía haber escapado de las páginas de una revista de modas. No podía ser Victoria Fernández. Quizá era una hermana o prima, pero
ciertamente no la mujer que él había conocido en la tienda de comestibles.
Nicole ya había salido del auto. Se
detuvo como si hubiese olvidado algo, luego corrió hacia el lado del coche
donde estaba su padre. Cuando Marcos
abrió la ventana, la niña se inclinó hacia él y le dio uno de sus fuertes
abrazos afectuosos y un sonoro beso en la mejilla.
N: Nos vemos, papi.
M: Hasta pronto, mi reina. ¿Tienes el
número de teléfono de mi hotel para dárselo a la señora Fernández?
Nicole se palmeó el bolsillo de sus
jeans.
N: Sí, aquí está.
M: Pórtate bien.
N: Sí, papi.
Cuando Marcos alzó la mirada, vio que Victoria
estaba parada detrás de Cristina, con las manos sobre los hombros de la niña. Ojos fríos, reprobadores, lo escudriñaban. Pues sí, era la misma mujer, después de todo. La mirada de Victoria Fernández podría
congelar la sandía en un almuerzo campestre primaveral
Esa noche en casa de Victoria
V: QUIERES más espagueti, Nicole? (preguntó
Victoria por segunda vez).
N: No, gracias, señora Fernández.
C: Ya se lo habías preguntado (comentó
Cristina, mirando a su madre con extrañeza). Después que lavemos los trastos,
Nicole y yo vamos a practicar nuestra canción.
V: Buena idea, pero primero harán su
tarea escolar.
Cristina intercambió una mirada de
inteligencia con su amiga y las dos sonrieron.
N: Me alegra de veras que me haya
permitido pasar la noche aquí, señora Fernández (dice Nicole, mientras llevaba
su plato vacío al fregadero). La cena
estuvo deliciosa. Papá lo intenta, pero no es tan buen cocinero. Casi siempre comemos alimentos preparados de
restaurante.
V: Gracias. En realidad me gusta
cocinar.
C: La mayoría de las veces ayudo a
mamá a cocinar.
N: En serio
C: Sí, (dice terminando de masticar el
pedazo de pan francés. Los ojos le brillaban con orgullo). Cocinamos desde una sencilla tortilla hasta
una lasagna.
N: ¡Caramba!
Por la forma en que Nicole la miraba, Victoria
se sintió ya la ganadora al premio de Mamá del Año. Sintió una punzada de compasión por la niña
que parecía tener tanta necesidad de una figura materna.
C: Y lo mejor es que me está enseñando
a coser, así que yo misma podré hacer los disfraces para el próximo festival de
talento. (Cristina desvió la mirada de
su amiga hacia su madre y luego otra vez miró a Nicole). Estoy segura de que mamá te enseñaría a coser.
¿Verdad, mami?
V: Pues...
N: ¿Me enseñaría, señora Fernández?
¿De veras?
Sin saber qué otra cosa decir, Victoria
asintió con un movimiento de cabeza.
V: ¿Por qué no? Nos divertiremos al
aprender juntas (ofreciendo a ambas jovencitas una sonrisa estimulante aunque se
preguntó con cierta ansiedad si estaba lista para un proyecto semejante).
N: Sería fantástico (Nicole rodeó con
un brazo los hombros de Cristina).
Luego, una sombra de vacilación cruzó
el rostro de Nicole
N: Señora Fernández, eh... ¿sería un
abuso si le pido la receta de la salsa de espagueti?
V: En absoluto. Esta noche te la
escribiré.
N: ¡Oh, gracias! Me siento tan a gusto
aquí. Ojalá papá me dejara quedar con
ustedes cada vez que sale de la ciudad. Usted y Cristina hacen tantas cosas juntas
y además comen riquísimo.
Victoria pudo imaginar el tipo de
comidas a las que Marcos sometía a su pobre hija. Sin duda, la mayor parte provenía de la
sección de comida congelada del supermercado. A menos que tuviera una corte de mujeres
ansiosas por prepararle de comer. Algunas
como la tal Becky, con quien debía de estar disfrutando en ese momento de su
reunión "de trabajo".
N: Aunque papá hace unos tacos muy
buenos (añade Nicole). Son su
especialidad. Dijo que podía celebrar
una fiesta en pijamas para el día de mi cumpleaños en marzo, y quiero que haga
tacos esa noche. Pero podría pedirle que
mejor haga espagueti... si entiende bien la receta.
C: ¿Tendrás una fiesta en pijamas? (exclamó
Cristina, ensanchando los ojos con entusiasmo) ¡Viva! Mi mamá me dijo que podía
invitar a mi cumpleaños sólo a dos amigas, porque eso es lo máximo que puede
soportar sin sufrir una crisis de nervios.
Victoria fingió interés en los restos
de la ensalada, revolviendo con el tenedor el aderezo que se había asentado en
el fondo de la ensaladera. Era cierto,
sus habilidades maternales tenían un límite. Una casa llena de ruidosas chiquillas adolescentes
era más de lo que podía soportar.
Mientras Nicole
terminaba de limpiar la mesa, Cristina puso los trastos a remojar en agua
jabonosa. Trabajando juntas, las dos terminaron
sus tareas en pocos minutos.
C: Ahora nos iremos a mi cuarto. ¿Está
bien, mami?
V: Seguro, querida, está bien (dice
mientras guardaba los restos de comida en el refrigerador, hace una pausa, para
advertir otra vez). La tarea escolar
antes que nada.
C: Sí, mami.
N: Por supuesto (añadió Nicole).
Las dos jovencitas desaparecieron por
el pasillo que llevaba al cuarto de Cristina. Victoria sonrió, observándolas. La amistad de Nicole había sido beneficiosa
para Cristina, y Victoria estaba dispuesta a derrochar su amor y su atención en
Nicole para compensarla por su irregular vida familiar.
Cuando terminó de asear la cocina, Victoria
fue al cuarto de Cristina. Luego de
llamar a la puerta, pues era muy respetuosa de la intimidad de su hija, entró.
Las dos jovenes estaban sentadas sobre la cama con las piernas cruzadas, con
libros de gramática sobre el regazo.
V: ¿Necesitan alguna ayuda?
C: No, gracias, mami.
Pero Victoria permaneció allí,
buscando algún pretexto para quedarse y charlar con las jovencitas.
V: Cuando yo tenía su edad obtuve el
tercer lugar en ortografía. (Cristina dirigió una mirada de extrañeza a su
amiga).
C: Qué bien, mami.
V: Yo tenía mejor ortografía que todos
los niños del grupo.
Cristina cerró el libro de texto.
C: La señora Velázquez, nuestra nueva
maestra, dijo que este año no habría concurso de ortografía.
Victoria se adentró en el cuarto y fue
a sentarse al borde de la cama.
V: Es una lástima, porque estoy segura
de que saldrías muy bien.
C: No creas, mami. La ortografía no es mi fuerte. Un breve silencio engorroso siguió mientras
las dos jovencitas estudiaban a Victoria, como esperando que se fuera o hiciera
algún anuncio formal.
V: ¿Qué tal si luego hacemos unas
rosetas de maíz? (propuso Victoria con la mejor de sus sonrisas).
C: Bien (accedió Cristina sin excesivo
entusiasmo y bajó con intención la mirada a su libro escolar. Esto fue seguido
por otro momento de silencio).
C: Mami, dijiste que querías que
hiciéramos nuestra tarea.
V: Sí.
C: Pues no vamos a poder hacerla si estás
allí sentada mirándonos.
V: Oh (Victoria se levantó de la cama).
Lo siento.
C: No importa.
V: Avísenme cuando hayan terminado.
C: ¿Para qué? (Cristina quiso saber
algo desconcertada).
Victoria se alzó de hombros.
V: Pues... me pareció que podríamos charlar
un rato las tres. Una conversación entre
amigas (sin ser obvia al respecto,
quería ofrecer a Nicole consejos maternales y el afecto que tanto necesitaba).
C: Mami, Nicole y yo vamos a ensayar
nuestra canción cuando terminemos nuestra tarea escolar. ¿Recuerdas?
V: Oh, sí. Lo había olvidado.
N: Realmente le agradezco que haya
hecho mi vestido para el festival, señora Fernández (expresó Nicole cuando Victoria
se encaminaba a la puerta).
V: No tienes nada que agradecer,
Nicole. Me gusta coser.
C: Y hablando de los trajes (murmuró Cristina).
¿No dijiste algo de terminarlos antes
del fin de semana?
V: ¿Sí? Pues, sí es posible que lo
haya dicho.
Las jovencitas, en especial su hija,
Cristina, mostraron alivio cuando Victoria salió del cuarto. Esto no iba bien. Victoria había planeado dedicar tiempo y
atención a las jovencitas. Pero era
evidente que ellas no recibían de buen grado su presencia. Aspiró profundamente y se encaminó a la sala,
un poco resentida. Su ego debería ser lo
bastante fuerte para aguantar el rechazo de dos jovencitas.
Se dirigió al cuarto de costura a
trabajar con los trajes rojos para el festival de talentos casi terminados. Pasó la mano sobre la tela de algodón y se dejó
llevar por sus pensamientos. Ella y Cristina
se habían mudado a esa casa hace ya varios años. Ella había tomado la decisión de mudarse de
la mansión de su madre para ofrecerle la oportunidad a su hija de un ambiente de
menos ostentosidad y enseñarle los verdaderos valores de la vida misma. Durante los seis años posteriores a su mudanza,
Victoria crió a su hija en una mansión junto a su madre Elena, sus dos hermanas
Natasha y Brenda y Emilio, su confidente y mayordomo de la familia Bandi. Su madre aunque se había divorciado de su
primer esposo, Octavio, no quiso blanquear su relación con su primer amor y
padre biológico de Victoria, José Fernández (Pepe) hasta que fallece
Octavio. Victoria al tener el respaldo
absoluto de su familia en la crianza de la pequeña Cristina sentía que pasaban
los años y su relación con su hija no era la mejor. Por esa razón decide independizarse junto a
su hija y decide en convertirse en dueña de una pequeña casa, fue un paso
enorme para ella y estaba orgullosa del tiempo y el cuidado dedicado a escoger
su pequeña residencia de un piso cerca de la empresa. Había requerido varios arreglos, pero nada
importante, y el sentimiento de logro que ella experimentó cuando firmó los
documentos de compraventa valió por todos los años de convivencia junto a su
gran tesoro. La casa sólo tenía tres
dormitorios, pero había suficiente espacio para un jardín en el patio trasero,
algo en lo que Victoria insistió.
Victoria era una mujer en cierto
sentido contradictoria. Por una parte
era una mujer de empresa dispuesta a triunfar en un mundo dominado por los
hombres, pero por el otro era una madre tradicional
que le gustaba cuidar con esmero su jardín y podía convertir un trozo de tela
en unos fantásticos trajes para el festival artístico escolar.
Una hora después, cuando Victoria
estaba viendo televisión mientras terminaba de coser a mano los vestidos, Cristina
y Nicole entraron sonrientes y satisfechas a la sala como un torbellino.
V: ¿Están listas para las rosetas, jovencitas?
N: Yo no (dijo Nicole, llevándose las
manos al estómago). Todavía estoy llena
de la cena.
Victoria asintió. Era obvio que la niña no estaba acostumbrada a
comidas nutritivas y balanceadas.
C: Queremos que nos veas hacer nuestro
número.
V: Bien
Victoria se sentó más al borde del
sofá, esperando con interés el espectáculo.
Cristina conecto su IPod al equipo electrónico y corrió a pararse al
lado de Nicole, en pose hasta que la música comenzó.
V: Puedo darme cuenta ya, de que va a
ser un éxito (dice aplaudiendo con entusiasmo al vivaz ritmo de la música).
Tenía razón. Las dos jovencitas
actuaban de manera excelente y cuando terminaron Victoria aplaudió con más fuerza.
C: ¿Estuvo bien?
V: Estupendo.
Cristina y Nicole sonrieron muy
complacidas.
Cuando, regresaron al cuarto de Cristina,
Victoria las siguió. Cristina se volvió
y pareció asombrada de ver allí a su madre.
C: Mami (preguntó con cierta
irritación). ¿Qué te pasa esta noche? Te
has portado muy rara desde que llegó Nicole.
N: ¿De veras?
C: Sí, te la pasas siguiéndonos a
todas partes.
V: ¿Sí?
C: De veras, mami, te queremos y todo
eso, pero Nicole y yo queremos hablar de chicos y esas cosas, y no podemos
hacerlo si estás aquí.
N: Oh, señora Fernández, se me había
olvidado decirle (intervino Nicole). Le
comenté a mi papá que me hizo usted el vestido para el festival artístico y me
dijo que quiere pagarle por su tiempo y sus gastos.
C: ¿Le dijiste a tu papá? (volviéndose
a mirar a su amiga). Pensé que no se lo
dirías porque te sentías culpable. ¡Ah,
ya entiendo! Fue así como lograste que te dejara pasar la noche aquí. ¡Qué gran
idea!
Victoria frunció el entrecejo.
V: ¿Quieres explicarme de qué estás
hablando?
Las dos chicas intercambiaron miradas
significativas y Nicole pareció muy incómoda.
N: Es mi culpa, señora Fernández. Yo quería pasar la noche aquí en lugar de en
casa de la señora López, de modo que le dije a mi papá que Cristina me había
invitado.
C: Mami, tienes que entender. La
señora López no deja ver a Nicole por televisión otra cosa que programas
educativos, y ya sabes cuáles son los programas especiales que nos gusta ver.
V: No me refiero a eso. Me refiero a eso de no decirle al señor Guerrero
sobre el festival porque se sentirías culpable.
N: Ah... eso (las dos jovencitas se
miraron, como decidiendo en silencio quién de las dos contestaría).
Nicole miró a Victoria y suspiró.
N: Mi papi no podrá asistir al
festival porque tiene una reunión de negocios en Córdova y yo sabía que se
sentiría muy mal por eso. Le gusta mucho
cuando yo hago presentaciones. Tiene algo que comentar con mis abuelitos, como
que voy a ser la próxima Madonna o algo así.
C: Tiene que hacer muchos viajes de
negocios (interviene Cristina).
V: ¿De negocios?
C: Como esta noche.
N: Papá tuvo que viajar, no sé a dónde,
con el señor Becky, que es dueño junto a mi padre de la compañía. Mi papá es el dueño mayoritario. Me dijo que se trataba de conseguir un buen contrato,
pero yo en esas cosas no me intereso.
Victoria sintió una extraña sensación
recorrerle la espina dorsal.
V: ¿Tu papá es dueño de cuál compañía?
N: Deportes Extremos Argentina es la
razón por la que nos mudamos aquí.
V: ¿Deportes Extremos? (la voz de Victoria
se elevó media octava). ¿Tu papá es dueño de Deportes Extremos? (una de las compañía
de mayor crecimiento de la Argentina. Victoria
sintió un peso en el estómago. El padre de Nicole no sólo era rico, sino
socialmente prominente, y todo el tiempo ella había pensado. ¡Oh, cielos!
V: De modo que tu papá salió de la
ciudad esta noche, ¿eh?
C: Ya lo sabías, mami (Cristina
dirigió a su madre otra de esas miradas de extrañeza).
V: Yo... pensé que... (Victoria se
tragó abruptamente sus palabras. Cuando Cristina
le dijo que Marcos estaría con Becky, ella dedujo que se trataría de una mujer.
Pero por supuesto era John Becky, cuyo
nombre era conocido de todos en esa parte del país.
Victoria recordó haber leído en la
Revista Business Review que Becky se había asociado con alguien para crear una
compañía de accesorios deportivos. Quizás
ella se había equivocado respecto a Marcos, tuvo que admitir con renuencia.
N: Antes que viniéramos a Buenos Aires
(continuó diciendo Nicole), Papá y yo hablamos mucho sobre los cambios que la
mudanza podría traer a nuestra vida. Hicimos
una lista de cosas buenas y otra de cosas malas y las discutimos. Una cosa mala fue que papá tendría que viajar
mucho. No le gusta dejarme con extraños.
La opinión que Victoria se había
formado de Marcos comenzaba a desmoronarse. Era obvio que no se trataba del padre
irresponsable que se había imaginado.
C: Nicole me dijo que conociste a su
papá en la tienda cuando fuiste a comprar la harina preparada para las galletas
de chocolate.
N: Yo le dije a mi papi que no se
viste usted así siempre (agregó Nicole).
Pero creo que no me creyó hasta que me vino a dejar esta noche.
Victoria comenzó a caminar hacia la
puerta.
V: Parece que tu padre y yo nos
conocimos en mal momento (dijo con voz débil).
Nicole se mordió el labio.
N: Lo sé. No estaba muy entusiasmado con la idea de que
pasara la noche aquí, pero lo convencí.
C: Mami, (Cristina arrugó el ceño) ¿Qué
le dijiste al señor Guerrero cuando lo conociste en la tienda?
V: Nada (respondió Victoria,
acercándose más a la puerta).
N: Le preguntó a mi papi qué estaba
haciendo yo levantada tan tarde cuando tenía que ir a la escuela al día
siguiente y el me comentó después que no le gustó su actitud (explicó Nicole). No tuve oportunidad de explicarle, señora Fernández,
que casi siempre me acuesto a las nueve y media, a más tardar. Pero esa noche
era especial porque papi acababa de llegar de uno de sus viajes.
V: Entiendo (Victoria tragó saliva).
C: Tendrás oportunidad de aclarar las
cosas con él cuando venga a recoger a Nicole mañana por la noche (la
tranquilizó Cristina).
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