miércoles, 27 de noviembre de 2013

Capítulo 4

Cuando Me Enamoro
Capítulo 4

Marcos quedó boquiabierto. ¡No era posible!  Alta, serena, elegante, esta mujer parecía haber escapado de las páginas de una revista de modas.  No podía ser Victoria Fernández.  Quizá era una hermana o prima, pero ciertamente no la mujer que él había conocido en la tienda de comestibles.

Nicole ya había salido del auto. Se detuvo como si hubiese olvidado algo, luego corrió hacia el lado del coche donde estaba su padre.  Cuando Marcos abrió la ventana, la niña se inclinó hacia él y le dio uno de sus fuertes abrazos afectuosos y un sonoro beso en la mejilla.

N: Nos vemos, papi.
M: Hasta pronto, mi reina. ¿Tienes el número de teléfono de mi hotel para dárselo a la señora Fernández?

Nicole se palmeó el bolsillo de sus jeans.
N: Sí, aquí está.
M: Pórtate bien.
N: Sí, papi.

Cuando Marcos alzó la mirada, vio que Victoria estaba parada detrás de Cristina, con las manos sobre los hombros de la niña.  Ojos fríos, reprobadores, lo escudriñaban.  Pues sí, era la misma mujer, después de todo.  La mirada de Victoria Fernández podría congelar la sandía en un almuerzo campestre primaveral

Esa noche en casa de Victoria
V: QUIERES más espagueti, Nicole? (preguntó Victoria por segunda vez).
N: No, gracias, señora Fernández.
C: Ya se lo habías preguntado (comentó Cristina, mirando a su madre con extrañeza). Después que lavemos los trastos, Nicole y yo vamos a practicar nuestra canción.
V: Buena idea, pero primero harán su tarea escolar.  

Cristina intercambió una mirada de inteligencia con su amiga y las dos sonrieron.

N: Me alegra de veras que me haya permitido pasar la noche aquí, señora Fernández (dice Nicole, mientras llevaba su plato vacío al fregadero).  La cena estuvo deliciosa. Papá lo intenta, pero no es tan buen cocinero.  Casi siempre comemos alimentos preparados de restaurante.

V: Gracias. En realidad me gusta cocinar.
C: La mayoría de las veces ayudo a mamá a cocinar.
N: En serio
C: Sí, (dice terminando de masticar el pedazo de pan francés. Los ojos le brillaban con orgullo).  Cocinamos desde una sencilla tortilla hasta una lasagna.
N: ¡Caramba!

Por la forma en que Nicole la miraba, Victoria se sintió ya la ganadora al premio de Mamá del Año.  Sintió una punzada de compasión por la niña que parecía tener tanta necesidad de una figura materna.

C: Y lo mejor es que me está enseñando a coser, así que yo misma podré hacer los disfraces para el próximo festival de talento.  (Cristina desvió la mirada de su amiga hacia su madre y luego otra vez miró a Nicole).  Estoy segura de que mamá te enseñaría a coser. ¿Verdad, mami?

V: Pues...
N: ¿Me enseñaría, señora Fernández? ¿De veras?

Sin saber qué otra cosa decir, Victoria asintió con un movimiento de cabeza.

V: ¿Por qué no? Nos divertiremos al aprender juntas (ofreciendo a ambas jovencitas una sonrisa estimulante aunque se preguntó con cierta ansiedad si estaba lista para un proyecto semejante).

N: Sería fantástico (Nicole rodeó con un brazo los hombros de Cristina).

Luego, una sombra de vacilación cruzó el rostro de Nicole

N: Señora Fernández, eh... ¿sería un abuso si le pido la receta de la salsa de espagueti?
V: En absoluto. Esta noche te la escribiré.
N: ¡Oh, gracias! Me siento tan a gusto aquí.  Ojalá papá me dejara quedar con ustedes cada vez que sale de la ciudad. Usted y Cristina hacen tantas cosas juntas y además comen riquísimo.

Victoria pudo imaginar el tipo de comidas a las que Marcos sometía a su pobre hija.  Sin duda, la mayor parte provenía de la sección de comida congelada del supermercado.  A menos que tuviera una corte de mujeres ansiosas por prepa­rarle de comer.  Algunas como la tal Becky, con quien debía de estar disfrutando en ese momento de su reunión "de trabajo".

N: Aunque papá hace unos tacos muy buenos (añade Nicole).  Son su especialidad.  Dijo que podía celebrar una fiesta en pijamas para el día de mi cumpleaños en marzo, y quiero que haga tacos esa noche.  Pero podría pedirle que mejor haga espagueti... si entiende bien la receta.

C: ¿Tendrás una fiesta en pijamas? (exclamó Cristina, ensanchando los ojos con entusiasmo) ¡Viva! Mi mamá me dijo que podía invitar a mi cumpleaños sólo a dos amigas, porque eso es lo máximo que puede soportar sin sufrir una crisis de nervios.

Victoria fingió interés en los restos de la ensalada, revolviendo con el tenedor el aderezo que se había asentado en el fondo de la ensaladera.  Era cierto, sus habilidades maternales tenían un límite.  Una casa llena de ruidosas chiquillas adolescentes era más de lo que podía soportar.

Mientras Nicole terminaba de limpiar la mesa, Cristina puso los trastos a remojar en agua jabonosa.  Trabajando juntas, las dos terminaron sus tareas en pocos minutos.
C: Ahora nos iremos a mi cuarto. ¿Está bien, mami?
V: Seguro, querida, está bien (dice mientras guardaba los restos de comida en el refrigerador, hace una pausa, para advertir otra vez).  La tarea escolar antes que nada.
C: Sí, mami.
N: Por supuesto (añadió Nicole).

Las dos jovencitas desaparecieron por el pasillo que llevaba al cuarto de Cristina.  Victoria sonrió, observándolas.  La amistad de Nicole había sido beneficiosa para Cristina, y Victoria estaba dispuesta a derrochar su amor y su atención en Nicole para compensarla por su irregular vida familiar.
Cuando terminó de asear la cocina, Victoria fue al cuarto de Cristina.  Luego de llamar a la puerta, pues era muy respetuosa de la intimidad de su hija, entró. Las dos jovenes estaban sentadas sobre la cama con las piernas cruzadas, con libros de gramática sobre el regazo.

V: ¿Necesitan alguna ayuda?
C: No, gracias, mami.

Pero Victoria permaneció allí, buscando algún pretexto para quedarse y charlar con las jovencitas.
V: Cuando yo tenía su edad obtuve el tercer lugar en ortografía. (Cristina dirigió una mirada de extrañeza a su amiga).
C: Qué bien, mami.
V: Yo tenía mejor ortografía que todos los niños del grupo.
Cristina cerró el libro de texto.
C: La señora Velázquez, nuestra nueva maestra, dijo que este año no habría concurso de ortografía.
Victoria se adentró en el cuarto y fue a sentarse al borde de la cama.
V: Es una lástima, porque estoy segura de que saldrías muy bien.
C: No creas, mami.  La ortografía no es mi fuerte.  Un breve silencio engorroso siguió mientras las dos jovencitas estudiaban a Victoria, como esperando que se fuera o hiciera algún anuncio formal.
V: ¿Qué tal si luego hacemos unas rosetas de maíz? (propuso Victoria con la mejor de sus sonrisas).
C: Bien (accedió Cristina sin excesivo entusiasmo y bajó con intención la mirada a su libro escolar. Esto fue seguido por otro momento de silencio).
C: Mami, dijiste que querías que hiciéramos nuestra tarea.
V: Sí.
C: Pues no vamos a poder hacerla si estás allí sentada mirándonos.
V: Oh (Victoria se levantó de la cama).  Lo siento.
C: No importa.
V: Avísenme cuando hayan terminado.
C: ¿Para qué? (Cristina quiso saber algo desconcertada).
Victoria se alzó de hombros.
V: Pues... me pareció que podríamos charlar un rato las tres.  Una conversación entre amigas  (sin ser obvia al respecto, quería ofrecer a Nicole consejos maternales y el afecto que tanto necesitaba).
C: Mami, Nicole y yo vamos a ensayar nuestra canción cuando terminemos nuestra tarea escolar. ¿Recuerdas?
V: Oh, sí. Lo había olvidado.
N: Realmente le agradezco que haya hecho mi vestido para el festival, señora Fernández (expresó Nicole cuando Victoria se encaminaba a la puerta).
V: No tienes nada que agradecer, Nicole. Me gusta coser.
C: Y hablando de los trajes (murmuró Cristina).  ¿No dijiste algo de terminarlos antes del fin de semana?
V: ¿Sí? Pues, sí es posible que lo haya dicho.

Las jovencitas, en especial su hija, Cristina, mostraron alivio cuando Victoria salió del cuarto. Esto no iba bien.  Victoria había planeado dedicar tiempo y atención a las jovencitas.  Pero era evidente que ellas no recibían de buen grado su presencia.  Aspiró profundamente y se encaminó a la sala, un poco resentida.  Su ego debería ser lo bastante fuerte para aguantar el rechazo de dos jovencitas.
Se dirigió al cuarto de costura a trabajar con los trajes rojos para el festival de talentos casi terminados.  Pasó la mano sobre la tela de algodón y se dejó llevar por sus pensamientos.  Ella y Cristina se habían mudado a esa casa hace ya varios años.  Ella había tomado la decisión de mudarse de la mansión de su madre para ofrecerle la oportunidad a su hija de un ambiente de menos ostentosidad y enseñarle los verdaderos valores de la vida misma.  Durante los seis años posteriores a su mudanza, Victoria crió a su hija en una mansión junto a su madre Elena, sus dos hermanas Natasha y Brenda y Emilio, su confidente y mayordomo de la familia Bandi.  Su madre aunque se había divorciado de su primer esposo, Octavio, no quiso blanquear su relación con su primer amor y padre biológico de Victoria, José Fernández (Pepe) hasta que fallece Octavio.  Victoria al tener el respaldo absoluto de su familia en la crianza de la pequeña Cristina sentía que pasaban los años y su relación con su hija no era la mejor.  Por esa razón decide independizarse junto a su hija y decide en convertirse en dueña de una pequeña casa, fue un paso enorme para ella y estaba orgullosa del tiempo y el cuidado dedicado a escoger su pequeña residencia de un piso cerca de la empresa.  Había requerido varios arreglos, pero nada importante, y el sentimiento de logro que ella experimentó cuando firmó los documentos de compraventa valió por todos los años de convivencia junto a su gran tesoro.  La casa sólo tenía tres dormitorios, pero había suficiente espacio para un jardín en el patio trasero, algo en lo que Victoria insistió.
Victoria era una mujer en cierto sentido contradictoria.  Por una parte era una mujer de empresa dispuesta a triunfar en un mundo dominado por los hombres,  pero por el otro era una madre tradicional que le gustaba cuidar con esmero su jardín y podía convertir un trozo de tela en unos fantásticos trajes para el festival artístico escolar.

Una hora después, cuando Victoria estaba viendo televisión mientras termi­naba de coser a mano los vestidos, Cristina y Nicole entraron sonrientes y satisfechas a la sala como un torbellino.
V: ¿Están listas para las rosetas, jovencitas?
N: Yo no (dijo Nicole, llevándose las manos al estómago).  Todavía estoy llena de la cena.

Victoria asintió.  Era obvio que la niña no estaba acostumbrada a comidas nutritivas y balanceadas.

C: Queremos que nos veas hacer nuestro número.
V: Bien
Victoria se sentó más al borde del sofá, esperando con interés el espectáculo.  Cristina conecto su IPod al equipo electrónico y corrió a pararse al lado de Nicole, en pose hasta que la música comenzó.
V: Puedo darme cuenta ya, de que va a ser un éxito (dice aplaudiendo con entusiasmo al vivaz ritmo de la música).
Tenía razón. Las dos jovencitas actuaban de manera excelente y cuando termi­naron Victoria aplaudió con más fuerza.
C: ¿Estuvo bien?
V: Estupendo.
Cristina y Nicole sonrieron muy complacidas.
Cuando, regresaron al cuarto de Cristina, Victoria las siguió.  Cristina se volvió y pareció asombrada de ver allí a su madre.
C: Mami (preguntó con cierta irritación).  ¿Qué te pasa esta noche? Te has portado muy rara desde que llegó Nicole.
N: ¿De veras?
C: Sí, te la pasas siguiéndonos a todas partes.
V: ¿Sí?
C: De veras, mami, te queremos y todo eso, pero Nicole y yo queremos hablar de chicos y esas cosas, y no podemos hacerlo si estás aquí.
N: Oh, señora Fernández, se me había olvidado decirle (intervino Nicole).  Le comenté a mi papá que me hizo usted el vestido para el festival artístico y me dijo que quiere pagarle por su tiempo y sus gastos.
C: ¿Le dijiste a tu papá? (volviéndose a mirar a su amiga).  Pensé que no se lo dirías porque te sentías culpable.  ¡Ah, ya entiendo! Fue así como lograste que te dejara pasar la noche aquí. ¡Qué gran idea!
Victoria frunció el entrecejo.
V: ¿Quieres explicarme de qué estás hablando?
Las dos chicas intercambiaron miradas significativas y Nicole pareció muy incómoda.
N: Es mi culpa, señora Fernández.  Yo quería pasar la noche aquí en lugar de en casa de la señora López, de modo que le dije a mi papá que Cristina me había invitado.
C: Mami, tienes que entender. La señora López no deja ver a Nicole por televisión otra cosa que programas educativos, y ya sabes cuáles son los programas especiales que nos gusta ver.
V: No me refiero a eso.  Me refiero a eso de no decirle al señor Guerrero sobre el festival porque se sentirías culpable.
N: Ah... eso (las dos jovencitas se miraron, como decidiendo en silencio quién de las dos contestaría).
Nicole miró a Victoria y suspiró.
N: Mi papi no podrá asistir al festival porque tiene una reunión de negocios en Córdova y yo sabía que se sentiría muy mal por eso.  Le gusta mucho cuando yo hago presentaciones. Tiene algo que comentar con mis abuelitos, como que voy a ser la próxima Madonna o algo así.
C: Tiene que hacer muchos viajes de negocios (interviene Cristina).
V: ¿De negocios?
C: Como esta noche.
N: Papá tuvo que viajar, no sé a dónde, con el señor Becky, que es dueño junto a mi padre de la compañía.  Mi papá es el dueño mayoritario.  Me dijo que se trataba de conseguir un buen contrato, pero yo en esas cosas no me intereso.
Victoria sintió una extraña sensación recorrerle la espina dorsal.
V: ¿Tu papá es dueño de cuál compañía?
N: Deportes Extremos Argentina es la razón por la que nos mudamos aquí.
V: ¿Deportes Extremos? (la voz de Victoria se elevó media octava). ¿Tu papá es dueño de Deportes Extremos? (una de las compañía de mayor crecimiento de la Argentina.  Victoria sintió un peso en el estómago. El padre de Nicole no sólo era rico, sino socialmente prominente, y todo el tiempo ella había pensado. ¡Oh, cielos!
V: De modo que tu papá salió de la ciudad esta noche, ¿eh?
C: Ya lo sabías, mami (Cristina dirigió a su madre otra de esas miradas de extrañeza).
V: Yo... pensé que... (Victoria se tragó abruptamente sus palabras.  Cuando Cristina le dijo que Marcos estaría con Becky, ella dedujo que se trataría de una mujer.  Pero por supuesto era John Becky, cuyo nombre era conocido de todos en esa parte del país.
Victoria recordó haber leído en la Revista Business Review que Becky se había asociado con alguien para crear una compañía de accesorios deportivos.  Quizás ella se había equivocado respecto a Marcos, tuvo que admitir con renuencia.

N: Antes que viniéramos a Buenos Aires (continuó diciendo Nicole), Papá y yo hablamos mucho sobre los cambios que la mudanza podría traer a nuestra vida.  Hicimos una lista de cosas buenas y otra de cosas malas y las discutimos.  Una cosa mala fue que papá tendría que viajar mucho.  No le gusta dejarme con extraños.

La opinión que Victoria se había formado de Marcos comenzaba a desmoronarse.  Era obvio que no se trataba del padre irresponsable que se había imaginado.

C: Nicole me dijo que conociste a su papá en la tienda cuando fuiste a comprar la harina preparada para las galletas de chocolate.
N: Yo le dije a mi papi que no se viste usted así siempre (agregó Nicole).  Pero creo que no me creyó hasta que me vino a dejar esta noche.

Victoria comenzó a caminar hacia la puerta.
V: Parece que tu padre y yo nos conocimos en mal momento (dijo con voz débil).
Nicole se mordió el labio.
N: Lo sé.  No estaba muy entusiasmado con la idea de que pasara la noche aquí, pero lo convencí.
C: Mami, (Cristina arrugó el ceño) ¿Qué le dijiste al señor Guerrero cuando lo conociste en la tienda?
V: Nada (respondió Victoria, acercándose más a la puerta).
N: Le preguntó a mi papi qué estaba haciendo yo levantada tan tarde cuando tenía que ir a la escuela al día siguiente y el me comentó después que no le gustó su actitud (explicó Nicole).  No tuve oportunidad de explicarle, señora Fernández, que casi siempre me acuesto a las nueve y media, a más tardar. Pero esa noche era especial porque papi acababa de llegar de uno de sus viajes.
V: Entiendo (Victoria tragó saliva). 

C: Tendrás oportunidad de aclarar las cosas con él cuando venga a recoger a Nicole mañana por la noche (la tranquilizó Cristina).

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