Cuando Me Enamoro
Capítulo 12
De regreso del
autocinema estacionados frente a la casa de Victoria.
M: Llegamos, supongo
que hasta aquí nos trajo el final de la noche.
Aunque ¿te confieso algo?
V: ¿Qué?
M: No quisiera
que esta noche no se acabe nunca, NUNCA.
Marcos se baja
del auto, rodea el mismo para abrirle la puerta a Victoria.
V: No sé, ya
Cristina debe estar durmiendo, y a mí me gustaría que me acompañaras a tomarme
una taza de café.
M: Victoria algo
más que café quiero de ti. (Se acerca a
y la besa tiernamente).
Ambos se dirigen
hacia la casa y entran a la misma.
Mientras Victoria le paga y despide a la niñera de Cristina, Marcos
llama a su niñera y le pide que pernocte en su casa hasta que llegue. Marcos es quién toma la iniciativa.
M: Ayy, Victoria,
no sabes lo que esperé, no sabes…(Victoria lo interrumpe)
V: Marcos, hace
tiempo que yo no...
M: Tranquilita,
cierra los ojos, solo déjate llevar. No
sabe lo que yo soñé con tenerte así, sentirte contra mi cuerpo. Ay Victoria, que piel tiene, ahhh, que olor, su
perfume, su piel, su cara, me encantas toda, me vuelve loco, loquito…
Marcos comenzó a
besar a Victoria toda su cara, la besaba desde la frente, mejillas, quijadas, hasta
llegar a su cuello, terminando en los labios de Victoria. Besándola como si con ello se le fuera la
vida, transmitiéndole todo la pasión que le tenía guardado. Victoria se da cuenta que se encontraban en
la sala de su casa y en cualquier momento, su hija Cristina se podía levantar.
V: Marcos, pará,
pará, no podemos acá, puede aparecer Cris… (Marcos no la deja seguir, la besa y
la toma y agarra como recién casados sin separarse y la lleva a su habitación).
Marcos cerrando la
puerta a sus espalda, ya en su habitación, ambos ya habían tomado la decisión,
ya no había marcha atrás. Marcos lentamente
iba despojando a Victoria de sus ropas, ya Victoria que también compartía esa misma
pasión que ambos en un momento dado no querían aceptar por tercos, comienza de
igual manera a quitarle la ropa a Marcos.
M: Victoria, sabe
a dónde la voy a llevar (le pregunta hiperventilado)
V: ¿A dónde?
M: Al fin del
Mundo…(Hiperventilado) ¿Quiere que la lleve?
V: Si lléveme,
Marcos
M: Pídamelo,
Victoria.
V: Lléveme,
lléveme al Fin del Mundo, Marcos
Fue una orden
tácita, la que Victoria le expresó a Marcos.
El aturdido cerebro de Marcos empezó a percibir algunas cosas. Victoria olía a melocotones y sus labios de
forma perfecta estaban ligeramente entreabiertos como suplicando otro beso. Pero eso no fue lo único que percibió. Su cuerpo era tierno como sólo un cuerpo de
mujer puede serlo y sus exuberantes curvas apretadas contra su cuerpo hicieron
que cierta parte de su anatomía respondiera de forma muy masculina.
Marcos dibujó la
boca de ella con su lengua para a continuación fundirse en ella en un profundo
beso que provocó en Victoria agudas punzadas de placer por todo su cuerpo. Por un momento pensó que iba a derretirse. Era como si sus rodillas se hubieran vuelto de
goma y en lugar de sangre, corriera por sus venas miel caliente.
Marcos enredó sus
dedos en el cabello de Victoria para mantenerla así cautiva mientras acariciaba
con la lengua sus zonas más recónditas. Victoria también podía saborear su pasión. Su pulso se aceleró y se le disparó la
temperatura. Por su parte Marcos le
estaba demostrando que sentía lo que decía de tal forma que ya no le quedaba la
menor duda de que él la encontraba atractiva y estaba completamente enamorado
de ella.
Lentamente, Marcos
fue relajando la presión de su boca sobre la de ella hasta interrumpir el beso.
M: Te deseo tanto
que no puedo pensar con claridad.
Sus labios se
movían rápidamente por las mejillas y los párpados de Victoria.
M: Te voy a
demostrar cuánto te deseo. Quiero sentir
cada milímetro de tu cuerpo contra el mío.
Victoria no supo
qué decir y se dejó llevar de la mano de Marcos hasta la cama. Las provocativas palabras de Marcos, su
prometedora sonrisa en sus labios firmes y masculinos y la pasión de sus ojos
oscuros hacían innecesarias las palabras.
Marcos se echó
primero para luego atraerla hacia él y comenzar el inicio hacia el Fin del
Mundo. Victoria sentía su corazón
golpeándole las costillas, se volvió para mirarlo conteniendo el aliento. Él se giró hasta la mesita de noche, encendió
la lámpara, y volvió junto a ella y le dice.
M: Quiero verte
toda…
Marcos comenzó acariciando
el cuerpo de Victoria sin dejar de besar aquella piel hipersensible. La tensión que albergaba Victoria parecía
estar transformándose por momentos en algo diferente. De repente tenía mucho calor y olvidó por
completo las razones por las que no debía dejarse arrastrar por aquel momento
de sensualidad.
M: Eso es, cielo (dijo
él dándose cuenta del cambio de actitud). Concéntrate en cómo te hago sentir (le dice
tiernamente).
Victoria cerró
los ojos y siguió sus instrucciones. Se
sobresaltó al sentir su mano sobre su pecho. El contacto de sus pechos apretados contra el
duro torso de él originó una corriente eléctrica que borró todo de su mente
excepto al hombre que tenía delante.
M: Me encanta
sentirte así (le susurró Marcos con una voz más ronca de lo que era habitual en
él).
V: A mí... a mí
también.
Cada vez a ambos les
costaba más respirar.
Él la besó en la
sien, en la mejilla para luego fundirse de nuevo con ella en un beso que le
hizo ver las estrellas a través de los párpados. La sangre le ardía en la venas. Sintió una oleada tras otra de calor. Victoria tuvo que agarrarse con fuerza a su
espalda.
Su mente se cerró
por completo. Sus sentidos sólo
percibían a Marcos. Su aroma masculino,
el sabor de su pasión, y el contraste de su duro cuerpo masculino con su cuerpo
femenino, mucho más blando, la atraían más y más a él. Victoria se atrevió por fin a rodearlo por la
cintura e ir explorando los músculos bien desarrollados de su espalda con las
yemas de los dedos. Un gemido nació en
lo más profundo del pecho del hombre, que retumbó en los labios de Victoria
confundiéndose con un estremecimiento.
Aunque a Victoria
le dio la impresión de que nada le hubiera preparado para Marcos Guerrero. Con sus esbeltas y bien torneados caderas y su
sexo fuerte y orgulloso, resultaba un magnífico ejemplar masculino,
impresionante en aquel momento de excitación sexual y tremendamente
inquietante.
Victoria lo miró
a los ojos y tragó saliva. El apetito
salvaje que percibió en aquellos ojos negros hizo que Victoria se sintiera una
mujer olvidándose de todo.
M: Tu cuerpo está
hecho para acoger al mío (dijo él dulcemente para tranquilizarla). Vamos a
compenetrarnos perfectamente.
Victoria le hizo
sentir a Marcos que ya estaba preparada para recibirlo a él. Marcos entra en Victoria con suavidad pero a
la misma vez con firmeza. Ya hundido en
el cuerpo de ella como estaba, sus músculos luchaban por ponerse en tensión
para completar el acto amoroso, pero Marcos los ignoró. No iba a dejarse llevar por la lujuria antes
de estar seguro de que Victoria estaba lista para recibir placer. A partir de ahora, siempre que te haga el
amor, te voy a llevar al fin de mundo donde solamente tú y yo existamos.
La miró
tiernamente y esperó a detectar un gesto de aceptación en sus bellos ojos. Entonces, empezó a moverse con mucho cuidado
con los ojos cerrados, concentrándose para no perder el control. En su esfuerzo por reprimirse, mantenía los
ojos cerrados con tal fuerza que veía destellos de colores en sus párpados. Pero se resistía a dejarse llevar. Victoria confiaba en él, después de su
separación con Antonio. Cuando Marcos sintió
que ella respondía a sus movimientos, abrió los ojos para buscar en la mirada de
ella un anhelo igual al suyo. Aceleró el
ritmo al que se movía sin dejar de mirarla. Las mejillas de Victoria resplandecían por la
pasión. Marcos sentía la presión de los
músculos internos de Victoria mientras que ella se acercaba al punto cumbre de
su pasión.
M: Eso es, mi
amor (jadeó él). Déjate llevar.
Cuando Victoria
hundió sus uñas en la espalda de Marcos mientras gemía su nombre, Marcos supo
que ella estaba a punto de llegar. Pegándose
aún más a ella, intensificó el ritmo de sus movimientos hasta que sintió cómo Victoria
se relajaba repentinamente y liberaba toda su tensión. El clímax de ella desencadenó el suyo, y
estremecido por su intensidad, Marcos no se detuvo hasta derramarse dentro de
ella.
Completamente
exhausto y tratando de recuperar el aliento, Marcos se desplomó sobre Victoria y
apoyó su cabeza en su hombro. Trató de
comprender lo que acababa de ocurrir. No
estaba preparado para una intensidad como aquélla en el acto amoroso. Nunca
habían estado sus sentidos tan alerta y nunca había deseado con tanta fuerza
proporcionar placer a una mujer. Respiró
profundamente en un intento de devolver el aire a sus agotados pulmones.
M: ¿Estás bien, Victoria?
V: Sí, mi amor (susurró
ella).
Algo en el tono
excesivamente suave de su voz le hizo levantar la cabeza. El corazón se le paró al ver que las lágrimas
se enredaban en sus largas y oscuras pestañas.
M: ¿Qué te pasa,
cielo? ¿Te he hecho daño?
Ella negó con la
cabeza y le sonrió con los ojos empañados.
V: Ha sido mucho
más bonito de la que yo imaginaba. Gracias.
Aliviado al ver
que estaba bien, la rodeó entre sus brazos.
M: Debería ser yo
el quién te diera las gracias.
V: ¿Por qué? (preguntó
ella confundida).
M: Porque contigo
conocí el verdadero sentido del Fin del Mundo.
Victoria… (se detuvo un instante y mirándola a los ojos le dice), te
amo.
V: Yo también te
amor.
La besó
dulcemente en la frente.
M: Gracias por
confiar en mí.
Su boca se unió a
la de ella en un breve beso.
M: Pero si te
queda alguna duda, pienso pasar el resto de mi vida demostrándote de todas las formas posibles cuanto te amo.
Continuará…
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