sábado, 30 de noviembre de 2013

Capítulo 12

Cuando Me Enamoro
Capítulo 12

De regreso del autocinema estacionados frente a la casa de Victoria.
M: Llegamos, supongo que hasta aquí nos trajo el final de la noche.  Aunque ¿te confieso algo?
V: ¿Qué?
M: No quisiera que esta noche no se acabe nunca, NUNCA.
Marcos se baja del auto, rodea el mismo para abrirle la puerta a Victoria.
V: No sé, ya Cristina debe estar durmiendo, y a mí me gustaría que me acompañaras a tomarme una taza de café.
M: Victoria algo más que café quiero de ti.  (Se acerca a y la besa tiernamente).
Ambos se dirigen hacia la casa y entran a la misma.  Mientras Victoria le paga y despide a la niñera de Cristina, Marcos llama a su niñera y le pide que pernocte en su casa hasta que llegue.  Marcos es quién toma la iniciativa.
M: Ayy, Victoria, no sabes lo que esperé, no sabes…(Victoria lo interrumpe)
V: Marcos, hace tiempo que yo no...
M: Tranquilita, cierra los ojos, solo déjate llevar.  No sabe lo que yo soñé con tenerte así, sentirte contra mi cuerpo.  Ay Victoria, que piel tiene, ahhh, que olor, su perfume, su piel, su cara, me encantas toda, me vuelve loco, loquito…

Marcos comenzó a besar a Victoria toda su cara, la besaba desde la frente, mejillas, quijadas, hasta llegar a su cuello, terminando en los labios de Victoria.  Besándola como si con ello se le fuera la vida, transmitiéndole todo la pasión que le tenía guardado.  Victoria se da cuenta que se encontraban en la sala de su casa y en cualquier momento, su hija Cristina se podía levantar.

V: Marcos, pará, pará, no podemos acá, puede aparecer Cris… (Marcos no la deja seguir, la besa y la toma y agarra como recién casados sin separarse y la lleva a su habitación).

Marcos cerrando la puerta a sus espalda, ya en su habitación, ambos ya habían tomado la decisión, ya no había marcha atrás.  Marcos lentamente iba despojando a Victoria de sus ropas, ya Victoria que también compartía esa misma pasión que ambos en un momento dado no querían aceptar por tercos, comienza de igual manera a quitarle la ropa a Marcos. 
M: Victoria, sabe a dónde la voy a llevar (le pregunta hiperventilado)
V: ¿A dónde?
M: Al fin del Mundo…(Hiperventilado) ¿Quiere que la lleve?
V: Si lléveme, Marcos
M: Pídamelo, Victoria.
V: Lléveme, lléveme al Fin del Mundo, Marcos

Fue una orden tácita, la que Victoria le expresó a Marcos.  El aturdido cerebro de Marcos empezó a percibir algunas cosas.  Victoria olía a melocotones y sus labios de forma perfecta estaban ligeramente entreabiertos como suplicando otro beso.  Pero eso no fue lo único que percibió.  Su cuerpo era tierno como sólo un cuerpo de mujer puede serlo y sus exuberantes curvas apretadas contra su cuerpo hicieron que cierta parte de su anatomía respondiera de forma muy masculina.
Marcos dibujó la boca de ella con su lengua para a continuación fundirse en ella en un profundo beso que provocó en Victoria agudas punzadas de placer por todo su cuerpo.  Por un momento pensó que iba a derretirse.  Era como si sus rodillas se hubieran vuelto de goma y en lugar de sangre, corriera por sus venas miel caliente.
Marcos enredó sus dedos en el cabello de Victoria para mantenerla así cautiva mientras acariciaba con la lengua sus zonas más recónditas.  Victoria también podía saborear su pasión.  Su pulso se aceleró y se le disparó la temperatura.  Por su parte Marcos le estaba demostrando que sentía lo que decía de tal forma que ya no le quedaba la menor duda de que él la encontraba atractiva y estaba completamente enamorado de ella.
Lentamente, Marcos fue relajando la presión de su boca sobre la de ella hasta interrumpir el beso.
M: Te deseo tanto que no puedo pensar con claridad.
Sus labios se movían rápidamente por las mejillas y los párpados de Victoria.
M: Te voy a demostrar cuánto te deseo.  Quiero sentir cada milímetro de tu cuerpo contra el mío.

Victoria no supo qué decir y se dejó llevar de la mano de Marcos hasta la cama.  Las provocativas palabras de Marcos, su prometedora sonrisa en sus labios firmes y masculinos y la pasión de sus ojos oscuros hacían innecesarias las palabras.
Marcos se echó primero para luego atraerla hacia él y comenzar el inicio hacia el Fin del Mundo.  Victoria sentía su corazón golpeándole las costillas, se volvió para mirarlo conteniendo el aliento.  Él se giró hasta la mesita de noche, encendió la lámpara, y volvió junto a ella y le dice.
M: Quiero verte toda…
Marcos comenzó acariciando el cuerpo de Victoria sin dejar de besar aquella piel hipersensible.  La tensión que albergaba Victoria parecía estar transformándose por momentos en algo diferente.  De repente tenía mucho calor y olvidó por completo las razones por las que no debía dejarse arrastrar por aquel momento de sensualidad.
M: Eso es, cielo (dijo él dándose cuenta del cambio de actitud).  Concéntrate en cómo te hago sentir (le dice tiernamente).
Victoria cerró los ojos y siguió sus instrucciones.  Se sobresaltó al sentir su mano sobre su pecho.  El contacto de sus pechos apretados contra el duro torso de él originó una corriente eléctrica que borró todo de su mente excepto al hombre que tenía delante.
M: Me encanta sentirte así (le susurró Marcos con una voz más ronca de lo que era habitual en él).
V: A mí... a mí también.
Cada vez a ambos les costaba más respirar.
Él la besó en la sien, en la mejilla para luego fundirse de nuevo con ella en un beso que le hizo ver las estrellas a través de los párpados.  La sangre le ardía en la venas.  Sintió una oleada tras otra de calor.  Victoria tuvo que agarrarse con fuerza a su espalda.
Su mente se cerró por completo.  Sus sentidos sólo percibían a Marcos.  Su aroma masculino, el sabor de su pasión, y el contraste de su duro cuerpo masculino con su cuerpo femenino, mucho más blando, la atraían más y más a él.  Victoria se atrevió por fin a rodearlo por la cintura e ir explorando los músculos bien desarrollados de su espalda con las yemas de los dedos.  Un gemido nació en lo más profundo del pecho del hombre, que retumbó en los labios de Victoria confundiéndose con un estremecimiento.
Aunque a Victoria le dio la impresión de que nada le hubiera preparado para Marcos Guerrero.  Con sus esbeltas y bien torneados caderas y su sexo fuerte y orgulloso, resultaba un magnífico ejemplar masculino, impresionante en aquel momento de excitación sexual y tremendamente inquietante.
Victoria lo miró a los ojos y tragó saliva.  El apetito salvaje que percibió en aquellos ojos negros hizo que Victoria se sintiera una mujer olvidándose de todo.
M: Tu cuerpo está hecho para acoger al mío (dijo él dulcemente para tranquilizarla). Vamos a compenetrarnos perfectamente.
Victoria le hizo sentir a Marcos que ya estaba preparada para recibirlo a él.  Marcos entra en Victoria con suavidad pero a la misma vez con firmeza.  Ya hundido en el cuerpo de ella como estaba, sus músculos luchaban por ponerse en tensión para completar el acto amoroso, pero Marcos los ignoró.  No iba a dejarse llevar por la lujuria antes de estar seguro de que Victoria estaba lista para recibir placer.  A partir de ahora, siempre que te haga el amor, te voy a llevar al fin de mundo donde solamente tú y yo existamos.
La miró tiernamente y esperó a detectar un gesto de aceptación en sus bellos ojos.  Entonces, empezó a moverse con mucho cuidado con los ojos cerrados, concentrándose para no perder el control.  En su esfuerzo por reprimirse, mantenía los ojos cerrados con tal fuerza que veía destellos de colores en sus párpados.  Pero se resistía a dejarse llevar.  Victoria confiaba en él, después de su separación con Antonio.  Cuando Marcos sintió que ella respondía a sus movimientos, abrió los ojos para buscar en la mirada de ella un anhelo igual al suyo.  Aceleró el ritmo al que se movía sin dejar de mirarla.  Las mejillas de Victoria resplandecían por la pasión.  Marcos sentía la presión de los músculos internos de Victoria mientras que ella se acercaba al punto cumbre de su pasión.
M: Eso es, mi amor (jadeó él).  Déjate llevar.
Cuando Victoria hundió sus uñas en la espalda de Marcos mientras gemía su nombre, Marcos supo que ella estaba a punto de llegar.  Pegándose aún más a ella, intensificó el ritmo de sus movimientos hasta que sintió cómo Victoria se relajaba repentinamente y liberaba toda su tensión.  El clímax de ella desencadenó el suyo, y estremecido por su intensidad, Marcos no se detuvo hasta derramarse dentro de ella.
Completamente exhausto y tratando de recuperar el aliento, Marcos se desplomó sobre Victoria y apoyó su cabeza en su hombro.  Trató de comprender lo que acababa de ocurrir.  No estaba preparado para una intensidad como aquélla en el acto amoroso. Nunca habían estado sus sentidos tan alerta y nunca había deseado con tanta fuerza proporcionar placer a una mujer.  Respiró profundamente en un intento de devolver el aire a sus agotados pulmones.
M: ¿Estás bien, Victoria?
V: Sí, mi amor (susurró ella).
Algo en el tono excesivamente suave de su voz le hizo levantar la cabeza.  El corazón se le paró al ver que las lágrimas se enredaban en sus largas y oscuras pestañas.
M: ¿Qué te pasa, cielo? ¿Te he hecho daño?
Ella negó con la cabeza y le sonrió con los ojos empañados.
V: Ha sido mucho más bonito de la que yo imaginaba.  Gracias.
Aliviado al ver que estaba bien, la rodeó entre sus brazos.
M: Debería ser yo el quién te diera las gracias.
V: ¿Por qué? (preguntó ella confundida).
M: Porque contigo conocí el verdadero sentido del Fin del Mundo.  Victoria… (se detuvo un instante y mirándola a los ojos le dice), te amo.
V: Yo también te amor.
La besó dulcemente en la frente.
M: Gracias por confiar en mí.
Su boca se unió a la de ella en un breve beso.
M: Pero si te queda alguna duda, pienso pasar el resto de mi vida demostrándote de todas las formas posibles cuanto te amo.


Continuará…

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