Cuando Me Enamoro
Capítulo 9
Cumpleaños de
Nicole…
C: MAMI,
apresúrate o llegaremos tarde (Cristina recorría el pasillo afuera del cuarto
de su madre mientras ésta terminaba de arreglarse).
V: ¿Ya tienes el
regalo de Nicole?
C: Oh (Cristina
corrió a su habitación y regresó con una caja oblonga alegremente envuelta). Había comprado el regalo la noche anterior, un
popular juego de salón.
C: Creo que el
señor Guerrero es muy lindo al dejar que Nicole haga una fiesta en pijamas,
¿verdad?
V: Yo mejor diría
que es valiente. ¿Cuántas chicas irán?
C: Quince.
V: ¡Quince!
C: Nicole invitó
a veinte, pero cinco no podrán ir.
Cuando llegaron a
la casa de Marcos, el área de estacionamiento parecía el escenario de un
concierto de rock. Habían suficientes
padres dejando a sus chicas como para causar una pequeña congestión de tráfico.
V: Buscaré un
lugar donde estacionarme (indicó Victoria).
C: ¿Para qué? (quiso
saber Cristina, su voz era más aguda y emocionada que de costumbre). No necesitas entrar, si no quieres.
V: Creo que el
padre de Nicole va a necesitar quién le ayude.
C: Estoy segura
de que no, mami. El señor Guerrero es
muy organizado.
La reacción de Cristina
sorprendió a Victoria. Habría esperado
que su hija aprobara la idea de que ella y Marcos estuvieran juntos. Por fin encontró un lugar para estacionar el
auto y cruzaron la calle. Cristina
estaba sumida en reflexiones.
C: En realidad,
mami, creo que será buena idea si ayudas al señor Guerrero (manifestó la niña
luego de una larga pausa). Creo que te
lo agradecería.
Victoria ya no
estaba tan segura.
V: Tengo la
sensación de que voy a arrepentirme algún día de esto.
C: No te
arrepentirás (le aseguró Cristina con emoción).
Marcos estaba a
la puerta de su apartamento, con expresión ya atribulada cuando Victoria llegó.
La sorpresa y el beneplácito brillaron
en sus ojos al verla.
V: Vine a
ayudarte (anunció ella, quitándose la chaqueta y arreglándose su suéter). Esta situación es algo más de lo que un solo
adulto puede manejar.
M: Dios te
bendiga (dijo Marcos, rebosante de agradecimiento).
V: Créeme, Marcos,
no haría esto por cualquiera
Victoria miró a
su alrededor el caos que dominaba el enorme apartamento. Las jovencitas ya habían formado pequeños
grupos y discutían a gritos sobre temas de importancia trascendental para su
edad.
V: ¿Ya trajeron
la pizza? (preguntó Victoria, alzando la voz por encima de los gritos, risas y
música de rock). Marcos asintió.
M: Está en la
cocina. Ordené ocho grandes. ¿Crees que
será suficiente? (Victoria hizo una mueca irónica y sacudió la cabeza).
V: Vas a comer
restos de pizza durante las próximas dos semanas, sospecho.
Pero las chicas
la desmintieron. Victoria nunca había
visto un grupo más hambriento y con buen apetito. Al final sólo quedaron uno o dos trozos de las
ocho pizzas, las demás desaparecieron completamente.
V: Es hora de una
película (decidió Victoria y, mientras las jovencitas votaban sobre cuál verían
primero).
Marcos comenzó a
echar a un cubo de basura los platos y vasos de cartón usados. Cuando terminara la película, calculó Victoria,
sería el momento de ir a patinar.
La paz reinó en
cuanto Tom Cruise apareció en la pantalla, y Victoria fue a reunirse con Marcos
en la cocina.
El estaba sentado
a la mesa, frotándose la frente con una mano.
M: Siento venir
un dolor de cabeza.
V: Es demasiado
tarde para uno (repuso Victoria con una suave sonrisa). En realidad creo que todo está saliendo muy
bien. Todas parecen estarse divirtiendo
mucho y Nicole es una magnífica anfitriona.
M:¿De veras? (inquirió
Marcos sin mucha convicción).
V: Estoy segura.
Marcos sonrió y
pareció más tranquilo.
M: Creo que me
vendría bien una taza de café, ¿y a ti?
V: También
Marcos sirvió
café en dos tazas y las llevó a la mesa. Victoria se sentó enfrente de él. Suspirando,
se reclinó en su silla y tomó entre las dos manos la taza.
M: Lo de la pizza
fue una buena idea (comentó Marcos, tomando un trozo y pasando la bandeja de
cartón en dirección de su acompañante).
Victoria tomó un
trozo y se lo llevó a la boca.
M: ¿Qué te llevó
a renunciar a tu noche libre y venir a ayudarme? (Preguntó Marcos, mirándola
con atención). Cristina le dijo a Nicole
que tenías una cita esta noche. Eras la
última persona que yo esperaba ver.
Victoria no
estaba segura de cuál era la razón por la que cambió de idea y decidió ir en su
ayuda.
V: Creo que si la
situación hubiera sido al revés, tú me habrías prestado ayuda (le dijo, más
interesada en saborear su pizza que en la conversación por el momento).
Marcos miró su
trozo de pizza con ceño arrugado.
M: No entendiste
lo que te quise preguntar en realidad.
V: ¿Sí?
M: Quise
averiguar de manera sutil si tenías una cita esta noche.
Victoria encontró
raro el comentario.
V: Es obvio que
no la tenía.
M: No es obvio
para mí. No creo que cuentes con muchas
noches libres de responsabilidad. Pensé
que habrías querido aprovechar esta oportunidad para salir con alguien
especial; soltarte un poco el pelo, como se suele decir (su rostro se
ensombreció más).
V: Estoy
demasiado vieja para soltarme el pelo (repuso ella con una risa). Por Dios, ya tengo más de treinta años.
M: Entonces, ¿no
sales con nadie en especial?
V: Marcos, sabes
que no.
M: No sé nada en
absoluto.
V: Está bien,
¿qué tramas? (a Victoria no le gustó la mirada que él le estaba dirigiendo. En
absoluto).
M: Nicole.
V: ¿Nicole?
M: Ella me dijo
el otro día que habías conocido recientemente a alguien. Un "verdadero príncipe" fue la
expresión que usó. Alguien guapo de buen
status social que estaba interesado en ti y al que veías con frecuencia. Dijo que tú te estabas enamorando de él.
Victoria se inclinó
hacia adelante y miró a Marcos con verdadera consternación. Luego sus ojos lanzaron chispas de furia e
indignación.
M: ¡Escucha, no
te enfades conmigo! Sólo estoy
repitiendo lo que se supone que Cristina dijo a Nicole.
Victoria tragó casi
sin masticar el trozo de pizza que tenía en la boca.
V: Están
conspirando otra vez, ¿no te das cuenta? Debí saber que algo planeaban. Nuestras hijas han estado demasiado tranquilas
últimamente. Cristina y Nicole se han
vuelto astutas ahora (dice agitada).
Victoria se
levantó y comenzó a recorrer la cocina de un lado a otro.
M: Cálmate, Victoria.
Somos más listos que un par de chiquillas, ¿no?
V: Para ti es
fácil decirlo.
Victoria se
apartó un mechón de la frente y siguió caminando de un lado a otro
V: Bien (se volvió
de repente a mirar a Marcos)
V: ¿No vas a
decir algo? (para desazón de Victoria, Marcos estaba haciendo esfuerzos
evidentes por no soltar la risa). Esto
no es gracioso Marcos. ¡Ojalá tomaras las cosas en serio!
M: Las tomo en
serio.
Victoria bufó.
V: ¡No es cierto!
M: Somos adultos,
Victoria. No vamos a permitir que dos niñas
dicten nuestras acciones.
V: ¿Estás seguro?
(Ella puso las manos en jarras y lo miró con firmeza). Me alegra saber que eres una torre de firmeza,
pero apuesto mi salario de una semana a que no fue idea tuya lo de esta fiesta
en pijamas. Estoy segura de que
rechazaste la idea la primera vez que Nicole te lo planteó, pero luego de que
la niña insistiera una y otra vez terminaste por acceder. Si tu hija se parece algo a la mía, entonces
debió valerse de todos los trucos posibles para convencerte.
Marcos palideció.
V: ¿Me equivoco?
El se alzó de
hombros.
M: No.
Victoria volvió a
sentarse a la mesa, apartó la pizza y exhaló.
V: Si Cristina y
Nicole están tramando algo, tenemos que planear nosotros algo antes que nos
saquen de nuestras casillas. No podemos
permitir que nos manipulen así.
M: Creo que
tienes razón.
Ella lo miró
esperanzada.
V: ¿Alguna
sugerencia?
Marcos se alzó de
hombros y negó con la cabeza.
M: Ninguna. ¿Y
tú, tienes alguna?
V: Comunicación
es la clave.
M: Bien.
V: Tenemos que
mantenernos comunicados mutuamente e informarnos de lo que tramen esas dos. No debemos creer nada que ellas digan hasta
que lo verifiquemos entre nosotros.
M: Pero tenemos
otros problemas (murmuró Marcos sin atreverse a mirarla a los ojos).
V: ¿Cuál?
M: Funcionó.
V: ¿Qué funcionó?
M: Lo que me dijo
Nicole sobre ese supuesto admirador tuyo rico y guapo.
V: ¿Sí? (Victoria
aún no entendía).
M: El objetivo de
esa mentira fue provocarme celos... y funcionó.
V: ¿Funcionó? (un
aire frio invadió el cuerpo de Victoria y le costó trabajo respirar).
M: Me la pasé
pensando en lo mucho que me gustas. En
lo bien que la paso cuando estoy contigo. Y luego decidí que cuando pasara la fiesta de cumpleaños
de Nicole, me iba a arriesgar a invitarte a cenar.
V: Pero ya te
dije que no estoy interesada en una relación amorosa.
M: Lo que más me
molestó fue imaginar a otro hombre besándote (continuó Marcos, como si ella no
hubiera dicho nada).
De repente hubo
un silencio tan absoluto en la cocina que Victoria casi no se atrevió a respirar.
El único sonido era el de la película
que veían en la sala.
Victoria trató de
ponerse en el lugar de Marcos, preguntándose cómo se habría sentido ella si Cristina
le hubiera dicho que él había conocido a una despampanante morena y estaba
saliendo con ella. De inmediato sintió
que se le contraían los músculos del estómago. La sola idea de Marcos besando a otra mujer le
provocaba un dolor que no podía describir... ni negar.
M: Besarte
aquella noche fue lo peor que pude hacer (confesó Marcos con renuencia). Sé que no te gusta hablar de ello. No te culpo...
V: Marcos (le
interrumpió Victoria con voz baja y vacilante).
También a mí me habría producido lo mismo.
Marcos la miró
con ojos intensos, penetrantes (se la comía con una mirada de emoción).
M: ¿De veras?
Victoria asintió,
sintiéndose extrañamente excitada.
V: Eso temo. Yo también habría sentido celos. ¿Qué vamos a
hacer ahora?
Hubo un silencio
denso mientras se miraban sin pestañear.
M: Lo primero que
debemos hacer es experimentar un poco (sugirió Marcos con voz llana,
inexpresiva. Luego soltó un largo suspiro). Hace casi tres semanas que salimos con nuestras
hijas y hemos tenido tiempo suficiente para dejar que ese beso se agigante en
nuestras mentes. ¿No es cierto?
V: Es cierto (coincidió
Victoria). Había tratado de apartar ese
beso de su mente, pero ha sido en vano.
M: Me parece que
deberíamos besarnos otra vez, en calidad de experimento, para averiguar si
realmente fue tan importante.
Victoria no
necesitaba volverlo a besar para saber que le gustaría.
M: Una vez que
sepamos a qué atenernos en ese sentido sabremos lo que debemos hacer. ¿De
acuerdo?
V: Está bien (contestó
ella en un impulso, ignorando la vocecilla interior que señalaba peligro).
Marcos se puso de
pie y le tendió una mano.
V: ¿Quieres que
nos besemos ahora? (preguntó Victoria).
M: ¿Se te ocurre
una mejor oportunidad?
Ella sacudió la
cabeza. ¡Cielos, no podía creer que
estaba haciendo esto! Marcos abrió los
brazos y ella caminó hacia ellos con toda la gracia de un elefante. Marcos la abrazó con suavidad, mirándola con
ojos muy abiertos y curiosos. Primero
ladeó la cabeza a la derecha y luego cambió de idea de repente y la inclinó a
la izquierda. Los movimientos de Victoria
fueron opuestos a los de él, hasta que sintió que eran como dos avestruces que
no se ponían de acuerdo.
M: ¿Estás
tranquila? (preguntó Marcos con voz ronca).
Victoria asintió.
Deseaba que se apresuraran y lo hicieran
antes que alguna de las chicas entrara a la cocina y los sorprendiera.
M: ¿Lista?
Victoria volvió a
asentir. El la miraba con ansiedad, casi
como si esperaran una inminente explosión. Y esa fue exactamente la sensación cuando la
boca masculina se posó en la de Victoria, aun cuando el beso fue muy suave, un
mero roce. Se apartaron, estupefactos. Ninguno habló y luego Marcos la volvió a
besar, moviendo la boca sobre los labios entreabiertos de ella con franca
avidez. La mano de Marcos se hundió en
los cabellos de ella. Victoria alzaba
los brazos para rodearle el cuello, pegándose a él, absorbiendo su fuerza. Marcos gruñó con suavidad e intensificó el
beso hasta que amenazó consumir a Victoria. Ella respondió arqueándose contra él,
estrechándose con vehemencia. Un deseo
voraz los envolvió mientras se besaban una y otra vez, hasta que quedaron
sofocados y estremecidos.
M: Victoria (gruñó
él y aspiró con fuerza. Luego de una pausa
para recobrar la serenidad, preguntó). ¿Qué
piensas?
El pecho de Victoria
estaba agitado, como si hubiera recorrido mucho y tratara de recobrar el aire.
V: No... no sé (mintió,
llamándose cobarde en silencio).
M: Yo sí sé.
V: ¿Sí? (fue un
susurro casi inaudible).
M: ¡Cielos, Victoria,
sabes a gloria! Estamos en muy serio aprieto. ¿Qué vamos a hacer?
Continuará….
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