jueves, 28 de noviembre de 2013

Capítulo 9

Cuando Me Enamoro

Capítulo 9

Cumpleaños de Nicole…
C: MAMI, apresúrate o llegaremos tarde (Cristina recorría el pasillo afuera del cuarto de su madre mientras ésta terminaba de arreglarse).
V: ¿Ya tienes el regalo de Nicole?
C: Oh (Cristina corrió a su habitación y regresó con una caja oblonga alegremente envuelta).  Había comprado el regalo la noche anterior, un popular juego de salón.
C: Creo que el señor Guerrero es muy lindo al dejar que Nicole haga una fiesta en pijamas, ¿verdad?
V: Yo mejor diría que es valiente. ¿Cuántas chicas irán?
C: Quince.
V: ¡Quince!
C: Nicole invitó a veinte, pero cinco no podrán ir.
Cuando llegaron a la casa de Marcos, el área de estacionamiento parecía el escenario de un concierto de rock.  Habían suficientes padres dejando a sus chicas como para causar una pequeña congestión de tráfico.
V: Buscaré un lugar donde estacionarme (indicó Victoria).
C: ¿Para qué? (quiso saber Cristina, su voz era más aguda y emocionada que de costumbre).  No necesitas entrar, si no quieres.
V: Creo que el padre de Nicole va a necesitar quién le ayude.
C: Estoy segura de que no, mami.  El señor Guerrero es muy organizado.

La reacción de Cristina sorprendió a Victoria.  Habría esperado que su hija aprobara la idea de que ella y Marcos estuvieran juntos.  Por fin encontró un lugar para estacionar el auto y cruzaron la calle.  Cristina estaba sumida en reflexiones.
C: En realidad, mami, creo que será buena idea si ayudas al señor Guerrero (manifestó la niña luego de una larga pausa).  Creo que te lo agradecería.  
Victoria ya no estaba tan segura.
V: Tengo la sensación de que voy a arrepentirme algún día de esto.
C: No te arrepentirás (le aseguró Cristina con emoción).
Marcos estaba a la puerta de su apartamento, con expresión ya atribulada cuando Victoria llegó.  La sorpresa y el beneplácito brillaron en sus ojos al verla.
V: Vine a ayudarte (anunció ella, quitándose la chaqueta y arreglándose su suéter).  Esta situación es algo más de lo que un solo adulto puede manejar.
M: Dios te bendiga (dijo Marcos, rebosante de agradecimiento).
V: Créeme, Marcos, no haría esto por cualquiera
Victoria miró a su alrededor el caos que dominaba el enorme apartamento.  Las jovencitas ya habían formado pequeños grupos y discutían a gritos sobre temas de importancia trascendental para su edad.
V: ¿Ya trajeron la pizza? (preguntó Victoria, alzando la voz por encima de los gritos, risas y música de rock).  Marcos asintió.
M: Está en la cocina.  Ordené ocho grandes. ¿Crees que será suficiente? (Victoria hizo una mueca irónica y sacudió la cabeza).
V: Vas a comer restos de pizza durante las próximas dos semanas, sospecho.  
Pero las chicas la desmintieron.  Victoria nunca había visto un grupo más hambriento y con buen apetito.  Al final sólo quedaron uno o dos trozos de las ocho pizzas, las demás desaparecieron completamente.
V: Es hora de una película (decidió Victoria y, mientras las jovencitas votaban sobre cuál verían primero).

Marcos comenzó a echar a un cubo de basura los platos y vasos de cartón usados.  Cuando terminara la película, calculó Victoria, sería el momento de ir a patinar.
La paz reinó en cuanto Tom Cruise apareció en la pantalla, y Victoria fue a reunirse con Marcos en la cocina.
El estaba sentado a la mesa, frotándose la frente con una mano.
M: Siento venir un dolor de cabeza.
V: Es demasiado tarde para uno (repuso Victoria con una suave sonrisa).  En realidad creo que todo está saliendo muy bien.  Todas parecen estarse divirtiendo mucho y Nicole es una magnífica anfitriona.
M:¿De veras? (inquirió Marcos sin mucha convicción).
V: Estoy segura.
Marcos sonrió y pareció más tranquilo.
M: Creo que me vendría bien una taza de café, ¿y a ti?
V: También
Marcos sirvió café en dos tazas y las llevó a la mesa.  Victoria se sentó enfrente de él. Suspirando, se reclinó en su silla y tomó entre las dos manos la taza.
M: Lo de la pizza fue una buena idea (comentó Marcos, tomando un trozo y pasando la bandeja de cartón en dirección de su acompañante).
Victoria tomó un trozo y se lo llevó a la boca.
M: ¿Qué te llevó a renunciar a tu noche libre y venir a ayudarme? (Preguntó Marcos, mirándola con atención).  Cristina le dijo a Nicole que tenías una cita esta noche.  Eras la última persona que yo esperaba ver.
Victoria no estaba segura de cuál era la razón por la que cambió de idea y decidió ir en su ayuda.
V: Creo que si la situación hubiera sido al revés, tú me habrías prestado ayuda (le dijo, más interesada en saborear su pizza que en la conversación por el momento).
Marcos miró su trozo de pizza con ceño arrugado.
M: No entendiste lo que te quise preguntar en realidad.
V: ¿Sí?
M: Quise averiguar de manera sutil si tenías una cita esta noche.
Victoria encontró raro el comentario.
V: Es obvio que no la tenía.
M: No es obvio para mí.  No creo que cuentes con muchas noches libres de responsabilidad.  Pensé que habrías querido aprovechar esta oportunidad para salir con alguien especial; soltarte un poco el pelo, como se suele decir (su rostro se ensombreció más).
V: Estoy demasiado vieja para soltarme el pelo (repuso ella con una risa).  Por Dios, ya tengo más de treinta años.
M: Entonces, ¿no sales con nadie en especial?
V: Marcos, sabes que no.
M: No sé nada en absoluto.
V: Está bien, ¿qué tramas? (a Victoria no le gustó la mirada que él le estaba dirigiendo. En absoluto).
M: Nicole.
V: ¿Nicole?
M: Ella me dijo el otro día que habías conocido recientemente a alguien.  Un "verdadero príncipe" fue la expresión que usó.  Alguien guapo de buen status social que estaba interesado en ti y al que veías con frecuencia.  Dijo que tú te estabas enamorando de él.
Victoria se inclinó hacia adelante y miró a Marcos con verdadera consternación.  Luego sus ojos lanzaron chispas de furia e indignación.
M: ¡Escucha, no te enfades conmigo!  Sólo estoy repitiendo lo que se supone que Cristina dijo a Nicole.
Victoria tragó casi sin masticar el trozo de pizza que tenía en la boca.
V: Están conspirando otra vez, ¿no te das cuenta? Debí saber que algo planeaban.  Nuestras hijas han estado demasiado tranquilas últimamente.  Cristina y Nicole se han vuelto astutas ahora (dice agitada).
Victoria se levantó y comenzó a recorrer la cocina de un lado a otro.
M: Cálmate, Victoria. Somos más listos que un par de chiquillas, ¿no?
V: Para ti es fácil decirlo.
Victoria se apartó un mechón de la frente y siguió caminando de un lado a otro
V: Bien (se volvió de repente a mirar a Marcos)
V: ¿No vas a decir algo? (para desazón de Victoria, Marcos estaba haciendo esfuerzos evidentes por no soltar la risa).  Esto no es gracioso Marcos. ¡Ojalá tomaras las cosas en serio!
M: Las tomo en serio.
Victoria bufó.
V: ¡No es cierto!
M: Somos adultos, Victoria.  No vamos a permitir que dos niñas dicten nuestras acciones.
V: ¿Estás seguro? (Ella puso las manos en jarras y lo miró con firmeza).  Me alegra saber que eres una torre de firmeza, pero apuesto mi salario de una semana a que no fue idea tuya lo de esta fiesta en pijamas.  Estoy segura de que rechazaste la idea la primera vez que Nicole te lo planteó, pero luego de que la niña insistiera una y otra vez terminaste por acceder.  Si tu hija se parece algo a la mía, entonces debió valerse de todos los trucos posibles para convencerte.
Marcos palideció.
V: ¿Me equivoco?
El se alzó de hombros.
M: No.
Victoria volvió a sentarse a la mesa, apartó la pizza y exhaló.
V: Si Cristina y Nicole están tramando algo, tenemos que planear nosotros algo antes que nos saquen de nuestras casillas.  No podemos permitir que nos manipulen así.
M: Creo que tienes razón.
Ella lo miró esperanzada.
V: ¿Alguna sugerencia?
Marcos se alzó de hombros y negó con la cabeza.
M: Ninguna. ¿Y tú, tienes alguna?
V: Comunicación es la clave.
M: Bien.
V: Tenemos que mantenernos comunicados mutuamente e informarnos de lo que tramen esas dos.  No debemos creer nada que ellas digan hasta que lo verifiquemos entre nosotros.
M: Pero tenemos otros problemas (murmuró Marcos sin atreverse a mirarla a los ojos).
V: ¿Cuál?
M: Funcionó.
V: ¿Qué funcionó?
M: Lo que me dijo Nicole sobre ese supuesto admirador tuyo rico y guapo.
V: ¿Sí? (Victoria aún no entendía).
M: El objetivo de esa mentira fue provocarme celos... y funcionó.
V: ¿Funcionó? (un aire frio invadió el cuerpo de Victoria y le costó trabajo respirar).
M: Me la pasé pensando en lo mucho que me gustas.  En lo bien que la paso cuando estoy contigo.  Y luego decidí que cuando pasara la fiesta de cumpleaños de Nicole, me iba a arriesgar a invitarte a cenar.
V: Pero ya te dije que no estoy interesada en una relación amorosa.  
M: Lo que más me molestó fue imaginar a otro hombre besándote (continuó Marcos, como si ella no hubiera dicho nada).
De repente hubo un silencio tan absoluto en la cocina que Victoria casi no se atrevió a respirar.  El único sonido era el de la película que veían en la sala.
Victoria trató de ponerse en el lugar de Marcos, preguntándose cómo se habría sentido ella si Cristina le hubiera dicho que él había conocido a una despampanante morena y estaba saliendo con ella.  De inmediato sintió que se le contraían los músculos del estómago.  La sola idea de Marcos besando a otra mujer le provocaba un dolor que no podía describir... ni negar.
M: Besarte aquella noche fue lo peor que pude hacer (confesó Marcos con renuencia).  Sé que no te gusta hablar de ello.  No te culpo...
V: Marcos (le interrumpió Victoria con voz baja y vacilante).  También a mí me habría producido lo mismo.
Marcos la miró con ojos intensos, penetrantes (se la comía con una mirada de emoción).
M: ¿De veras?
Victoria asintió, sintiéndose extrañamente excitada.
V: Eso temo.  Yo también habría sentido celos. ¿Qué vamos a hacer ahora?
Hubo un silencio denso mientras se miraban sin pestañear.
M: Lo primero que debemos hacer es experimentar un poco (sugirió Marcos con voz llana, inexpresiva.  Luego soltó un largo suspiro).  Hace casi tres semanas que salimos con nuestras hijas y hemos tenido tiempo suficiente para dejar que ese beso se agigante en nuestras mentes. ¿No es cierto?
V: Es cierto (coincidió Victoria).  Había tratado de apartar ese beso de su mente, pero ha sido en vano.
M: Me parece que deberíamos besarnos otra vez, en calidad de experimento, para averiguar si realmente fue tan importante.
Victoria no necesitaba volverlo a besar para saber que le gustaría.
M: Una vez que sepamos a qué atenernos en ese sentido sabremos lo que debemos hacer. ¿De acuerdo?
V: Está bien (contestó ella en un impulso, ignorando la vocecilla interior que señalaba peligro).
Marcos se puso de pie y le tendió una mano.
V: ¿Quieres que nos besemos ahora? (preguntó Victoria).
M: ¿Se te ocurre una mejor oportunidad?
Ella sacudió la cabeza.  ¡Cielos, no podía creer que estaba haciendo esto!  Marcos abrió los brazos y ella caminó hacia ellos con toda la gracia de un elefante.  Marcos la abrazó con suavidad, mirándola con ojos muy abiertos y curiosos.  Primero ladeó la cabeza a la derecha y luego cambió de idea de repente y la inclinó a la izquierda.  Los movimientos de Victoria fueron opuestos a los de él, hasta que sintió que eran como dos avestruces que no se ponían de acuerdo.
M: ¿Estás tranquila? (preguntó Marcos con voz ronca).
Victoria asintió.  Deseaba que se apresuraran y lo hicieran antes que alguna de las chicas entrara a la cocina y los sorprendiera.
M: ¿Lista?
Victoria volvió a asentir.  El la miraba con ansiedad, casi como si esperaran una inminente explosión.  Y esa fue exactamente la sensación cuando la boca masculina se posó en la de Victoria, aun cuando el beso fue muy suave, un mero roce.  Se apartaron, estupefactos.  Ninguno habló y luego Marcos la volvió a besar, moviendo la boca sobre los labios entreabiertos de ella con franca avidez.  La mano de Marcos se hundió en los cabellos de ella.  Victoria alzaba los brazos para rodearle el cuello, pegándose a él, absorbiendo su fuerza.  Marcos gruñó con suavidad e intensificó el beso hasta que amenazó consumir a Victoria.  Ella respondió arqueándose contra él, estrechándose con vehemencia.  Un deseo voraz los envolvió mientras se besaban una y otra vez, hasta que quedaron sofocados y estremecidos.
M: Victoria (gruñó él y aspiró con fuerza.  Luego de una pausa para recobrar la serenidad, preguntó).  ¿Qué piensas?
El pecho de Victoria estaba agitado, como si hubiera recorrido mucho y tratara de recobrar el aire.
V: No... no sé (mintió, llamándose cobarde en silencio).
M: Yo sí sé.
V: ¿Sí? (fue un susurro casi inaudible).
M: ¡Cielos, Victoria, sabes a gloria! Estamos en muy serio aprieto. ¿Qué vamos a hacer?

Continuará….

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