Cuando Me Enamoro
Capítulo 6
M: Realmente le
agradezco mucho esto, Victoria. Nicole
estaba parada a su lado, con su mochila al hombro, con los ojos muy redondos y
tristes.
V: No hay
problema, Marcos. De veras.
Marcos dio un
fuerte abrazo a su hija. Cerró los ojos
por un instante y Victoria pudo percibir su tribulación. Realmente lamentaba perderse el número de su
hija en el festival.
M: Pórtate bien,
mi cielo.
N: Sí, papi.
M: Y quiero saber
hasta el más mínimo de los detalles de esta noche cuando regrese, ¿Oka?
Nicole asintió
con un intento de sonrisa.
C: Vamos, Nicole
(Cristina tomó la mochila de su amiga). Tenemos
que practicar.
Las dos jovencitas
desaparecieron por el pasillo y Victoria quedó sola con Marcos.
M: ¿Tiene el
número de teléfono del hotel y el lugar de la reunión? (Preguntó él).
V: Sí. Llamaré si
hay algún problema. No se preocupe, Marcos, estoy segura de que todo saldrá
bien, tomaré fotos y video de la presentación de las chicas.
El asintió, pero
su ceño era sombrío.
V: Por amor de
Dios, no necesita sentirse tan culpable. (le expresó Victoria, de forma
optimista).
Marcos la miró
con asombro.
M: ¿Se nota?
V: Como si
tuviera luz neón parpadeando alrededor suyo.
El sonrió y se
frotó la barbilla con la mano.
M: Ya sólo tendré
que ir a otras dos de esas reuniones en el extranjero. Becky prometió ocuparse de las demás. Nunca creí que serían tan traumáticos para la
niña y para mí estos viajes. Por lo
menos ella parece menos afectada desde que se quedó con ustedes.
V: Es una niña
encantadora.
M: Gracias (repuso
Marcos con adecuado orgullo. Era obvio
que hacía su mayor esfuerzo por ser un buen padre).
V: Escuche (murmuró
Victoria). Respecto al sábado por la
noche... yo he pensado que... pues que sería mejor si sólo va usted con las
chicas.
Marcos sacudió la
cabeza con determinación.
M: No sería lo
mismo sin usted. Si no acepta pago por
cuidar de Nicole, al menos permítame que la invite a cenar.
V: Pero...
(Marcos la interrumpe).
M: Si teme que
esto parezca demasiado una cita romántica, no se preocupe. Eso ya quedó
aclarado.
La sonrisa de Victoria
fue lánguida y tímida.
V: Está bien, si
usted quiere. Cristina y yo estaremos
listas a las seis.
M: Bien.
Victoria se
estaba dando los toques finales de maquillaje antes del festival artístico,
cuando sonó el teléfono.
C: Yo, contesto (gritó
Cristina, corriendo por el pasillo como si contestar antes que el teléfono
sonara dos veces fuera cuestión de vida o muerte).
C: ¡Hola,
abuelita! (oyó Victoria que exclamaba Cristina, y sonrió con suavidad, contenta
de que su madre hubiera recordado el festival). Los padres de Victoria se pasaban viajando
alrededor del mundo, conociendo varias culturas aunque siempre estaban al
pendiente de sus hijas y nietos. Victoria
sabía que habrían asistido al festival a ver a su nieta, pero ellos se
encontraban en un crucero por las islas del Caribe, para así escaparse del
invierno de la ciudad de Buenos Aires. Sin duda, los abuelos de corazón, Elena y
Pepe, la estaba llamando para desearle suerte.
Trozos de la
conversación telefónica le llegaban a Victoria a través del pasillo mientras Cristina
charlaba con entusiasmo sobre el festival, la visita de Nicole y su número
artístico.
C: ¡Mami, es
abue! (gritó Cristina). Quiere hablar
contigo.
Victoria mordió
un pañuelo desechable para limpiarse el exceso de lapiz labial y fue a
contestar el teléfono.
V: Hola, mamá (saludó
con entusiasmo). Qué bueno que llamaste.
E: ¿Qué es eso de
que saldrás con alguien el sábado?
V: ¿Quién te dijo
eso? (Victoria hizo una mueca de fastidio).
Su madre la acosaba
constantemente para que se casara. Victoria
sintió deseos de sacudir a Cristina por sólo haber mencionado a Marcos. Lo último que deseaba era que sus padres la
presionaran respecto a su relación con él.
E: Cristina. Y, querida, si no te molesta que te lo diga,
creo que, por lo que me cuenta la nena, ese hombre es ideal para ti. Los dos están libres. El tiene una hija y tú
otra y las chicas son muy buenas amigas. La situación es perfecta.
V: Mamá, por
favor, no sé qué te haya contado Cristina, pero Marcos sólo desea agradecerme
que le cuide a Nicole mientras está fuera de la ciudad en viaje de negocios. ¡La cena del sábado no es una cita romántica!
E: ¿Te llevará a
cenar?
V: Nos llevará a
cenar. A su hija, a Cristina y a mí.
E: ¿Cómo dices
que se llama?
V: Marcos, Marcos
Guerrero (respondió Victoria, ansiosa de cambiar de tema). ¿Qué tal ha estado el clima por allá? Aquí
está terrible, ojalá ya fuera primavera. Estaba pensando en plantar algunos malvones en
el patio de atrás.
E: Marcos Guerrero.
Hmm, suena bien. ¿Cómo es el, querida?
V: Oh, mamá, de
veras, no lo sé. Es un hombre. ¿Qué más
te puedo decir?
Su madre pareció
apreciar esa pequeña información.
E: Me parece
interesante que así lo consideres. Creo que podría ser el adecuado, Victoria.
V: ¡Oh, mamá!
¿Cuántas veces debo decirte que no quiero casarme jamás? Una breve pausa siguió a esta vehemente
declaración.
E: Ya veremos, mi
amor. Ya veremos.
Del otro lado,
Cristina le pregunta a Victoria:
C: No vas a
ponerte un vestido, mami?
Cristina lanzó a
su madre otra de esa miradas destinadas a reducir a cero la confianza propia de
una madre. Victoria había decidido
durante horas sobre qué ponerse para esa salida con Marcos y las chicas. Por fin, pantalones negros (jeans) y un suéter
color trigo le pareció la solución perfecta. Pero ahora la expresión desaprobadora de su
hija la hacía dudar de su decisión.
C: Mami, esta
noche es importante.
V: Vamos al
Palacio Rosa, no a la residencia de ningún embajador.
C: Lo sé, pero el
señor Guerrero es muy amable.
La mirada de la
niña se posó en el ramo de rosas claras que estaban sobre la mesa del comedor y
con reverencia pasó los dedos por una flor. Marcos había hecho enviar las flores a Nicole
y Cristina la noche del festival.
C: No puedes ir a
cenar en pantalones con el hombre que me envió mi primer ramo de flores
verdaderas (dice la joven con solemnidad).
Victoria vaciló.
C: Estoy segura
de que esto es lo que el señor Guerrero espera (dijo con más confianza de la
que sentía).
V: ¿Eso crees?
¡Eso esperaba! Victoria
sonrió, rogando porque su aire de incertidumbre convenciera a su escéptica
hija. Aunque, tenía que coincidir con Cristina:
Marcos era amable. Más que amable. En cada nuevo encuentro la estimación que Victoria
sentía por ese hombre aumentaba. El
había llamado el viernes para darle las gracias por haber cuidado a su hija y
dijo que esperaba con ansias la salida del sábado. Era un hombre considerado, sensible, simpático
y un padre excelente. Por no mencionar
su increíble atractivo masculino. Era
una lástima, en realidad, que ella no estuviera buscando esposo, porque Marcos Guerrero
bien podía ser el mejor candidato.
La palabra esposo
resonó en la mente de Victoria como una bala de expansión. Culpaba a su madre por ello. Lo que Victoria le había dicho era cierto: no
le interesaba el matrimonio, estaba muerta para el romance. Sus pasadas relaciones amorosas le habían
enseñado que para la mayoría de los hombres era casi imposible permanecer
fieles, y Victoria no estaba dispuesta a sufrir otra vez la decepción. Además, si un hombre algún día llegara a
entrar otra vez en su vida, seria alguien que tuviera sus mismos objetivos
personales. No alguien como Marcos Guerrero.
Pero eso no significaba que ella estuviera ciega a sus encantos masculinos. Por el contrario, ella veía hombres guapos
todos los días, trabajaba con algunos de ellos, y había salido en una otra
ocasión con algún hombre bien parecido. Sin
embargo, en las últimas semanas en quien pensaba a cada momento era en Marcos Guerrero
y esto la consternaba, y mucho. Lo mejor
que podía hacer respecto a esta situación era cortar por lo sano. Iría a cenar con él esta vez, pero sólo esta
vez.
C: ¡Ya llegaron! (exclamó
Cristina y se apartó a toda prisa de la ventana).
Con toda calma, Victoria
abrió el armario del vestíbulo y sacó los abrigos de invierno de ella y su
hija. Podía parecer tranquila, pero los
dedos le temblaban. La perspectiva de
ver a Marcos la dejaba temblando.
Marcos y Nicole
se dirigieron a la puerta principal. Cristina
ofreció las manos a su amiga y Nicole se las estrechó con calidez. Pronto las dos saltaban frenéticamente.
M: Puedo
pronosticar una noche muy divertida (murmuró Marcos con una media sonrisa
irónica).
Estaba guapísimo,
admitió Victoria con renuencia. El tipo
de hombre con el que sueña cualquier mujer. Bueno, casi cualquier mujer. Victoria quería creerse inmune a los encantos
de Marcos Guerrero. Pero no estaba tan
segura de ello.
M: ¿Listas? (preguntó
Marcos, sosteniendo la puerta).
V: Eso creo
Aunque era
temprano, ya se había formado una hilera de personas a la entrada del Palacio
Rosa cuando ellos llegaron. En el
momento en que estacionaron el auto, fueron asaltados por una canción de rock a
todo volumen.
V: Parece que
tendremos que esperar (expresó Victoria).
Esa hilera se alarga a cada momento.
M: Pedí a mi
secretaria que hiciera reservaciones (menciona Marcos). Estaba seguro que este lugar en realidad los
sábados por la noche tiene una gran asistencia de adolescentes.
C & N: Sii, las
dos jovencitas soltaron una serie de risillas.
Marcos y Victoria
intercambiaron miradas de divertida sorpresa. El Palacio Rosa era tal como Victoria lo
recordaba. La popular fuente de sodas
estaba decorada al estilo de los años sesenta, con tragamonedas y demás
parafernalia de los años del rock and roll. Las camareras patinaban sobre ruedas entre las
mesas. Una vez dentro, Victoria, Marcos
y las chicas fueron acomodados casi de inmediato y les entregaron unos menús
enormes. Ninguna de las chicas se molestó en leerlo carta, pues ya habían hecho
su elección en el coche. Las dos se
decidieron por hamburguesas con queso y banana split.
Cuando la
camarera, masticando chicle, patinó hasta su mesa, Victoria también había hecho
su elección.
V: Hamburguesa y
banana split (anunció, dirigiendo una amplia sonrisa a las chicas).
M: Lo mismo para
mí, además de una taza de café, por favor.
V: Yo también
quiero una taza de café, por favor (añadió Victoria).
La camarera
escribió la orden y se deslizó hacia la cocina. Victoria abrió su bolso y sacó un pequeño
paquete de algodón.
M: ¿Para qué es
eso? (quiso saber Marcos cuando Victoria lo separó, lo comprimió en cuatro
bolas y le entregó dos a él. Ella señaló sus orejas).
V: La última vez
que estuve aquí, durante varios días sentía zumbidos en los oídos.
Marcos rió entre
dientes y se inclinó sobre la mesa para gritar:
M: Es cierto,
está un poco ruidoso, ¿verdad?
Nicole y Cristina
se miraron y luego miraron a sus padres, y gritaron al unísono:
C & N: ¡Si
está demasiado ruidoso o es que ustedes son demasiado viejos!
V: (Victoria alzó
una mano y dice). Me declaro culpable.
Marcos asintió y
compartió una sonrisa irónica con Victoria. La sonrisa hizo extrañas cosas en el estómago
de ella. Una lucecilla se encendió en su
mente, anunciando peligro.
Victoria no
estaba segura de lo que había sucedido, pero fuera lo que fuese, no le gustaba.
Llegaron sus
hamburguesas y, por un rato, al menos, Victoria pudo dirigir su atención a eso.
La comida era mejor de lo que recordaba.
Mientras Victoria
y Marcos intercambiaban sólo algún comentario ocasional, las jovencitas hablaron
sin descanso mientras comían. Cuando la
camarera se llevó los platos ya vacíos, Marcos sugirió que fueran al cine.
N: ¡Bravo! (exclamó
Nicole y fue secundada por Cristina con el mismo entusiasmo).
M: ¿Qué opinas, Victoria?
(preguntó Marcos, sorprendiéndola con el tuteo inesperado).
Ella iba a decir
que ya había tenido suficiente por una noche, cuando notó los dos rostros
expectantes de las jovencitas.
V: Bien (dijo por
fin, tratando de inyectar un poco de entusiasmo a su voz).
N: Están pasando
Masacre Juvenil en el Malí (dijo indicó Nicole, mirando a su padre). Mateo ya la vió y dice que se murió de miedo.
Marcos sacudió la
cabeza con determinación.
M: De ninguna
manera.
N: Oh, papi. ¿Por
qué no?
M: No me gusta
que veas películas de crímenes y sangre. Ni como diversión se debe tolerar la
violencia, no es sano para la mente.
N: Pero, papi...
M: Se acabó la
discusión (expresó él sin alzar la voz, con la firmeza serena de un hombre
acostumbrado a sopesar sus decisiones y nunca abusar de su autoridad de adulto).
Victoria estuvo
de acuerdo con él. Para asombro de ella,
Nicole no argumentó más.
Por fin todos
concordaron en ir a ver una comedia ligera con un ídolo juvenil como estrella.
M: Es más sano
reír que asustarse (opinó Marcos).
Media hora
después estaban en el cine y Marcos preguntó:
M: ¿Alguien
quiere rosetas de maíz?
C: Yo
N: Yo también, ¿Y
me podrías comprar también una coca y pasitas con chocolate?
Marcos alzó los
ojos al cielo y, sonriendo, miró a Victoria.
M: ¿Y tú, quieres
algo?
V: Nada (Victoria
conocía la facilidad con que las golosinas se convertían en grasa en su cuerpo). Gracias.
Marcos regresó un
momento después con tres cajas grandes de rosetas de maíz y otras delicias
surtidas.
En cuanto
vaciaron los brazos de Marcos de todas las golosinas, excepto una caja de
rosetas, las jovencitas entraron corriendo a la sala.
V: Oigan, ¿no nos
van a esperar? (las llamó Victoria).
Cristina y Nicole
se detuvieron de golpe y se volvieron, con una expresión de horror en sus
jóvenes caras.
C: No vas a
sentarte con nosotras, ¿verdad, mamá? (se quejó Cristina). ¡No puedes hacerlo!
V: ¿Por qué no? (Esto
era una novedad para Victoria. Cierto,
hacía mucho que no iba al cine con Cristina, pero ella siempre se sentaba a su
lado cuando lo hacían).
C: Alguien podría
vernos (explicó su hija, en tono de exagerada paciencia). Ya nadie se sienta con sus padres.
M: Parece que
sentarse a nuestro lado es una vergüenza social (murmuró Marcos al oído de Victoria).
C: ¿Ya podemos
entrar, mamá? (suplicó Cristina). No nos
queremos perder los cortos.
Victoria asintió,
todavía algo desconcertada. Pero a fin
de cuentas, debía comenzar a acostumbrarse a los impulsos de independencia de
su hija.
M: Supongo que
esto es lo que sucede cuando se llega al sexto grado en la escuela (comentó Marcos,
mientras sostenía la puerta de la sala para que pasara Victoria).
Victoria caminó
por el pasillo central de la sala y se detuvo junto a una hilera vacía, casi
hasta atrás, volviéndose a interrogar a Marcos con la mirada antes de entrar. Ninguno se sentó, hasta localizar a sus hijas.
Cristina y Nicole estaban a tres filas
de la primera, con los pies subidos al respaldo de los asientos de adelante,
que estaban vacíos.
M: Ah, las dichas
de la paternidad…. (Comentó Marcos una vez que se sentaron) y de la maternidad.
Victoria se
volvió hacia él y trató de sonreír.
M: ¿Qué sucede?
V: Nada (murmuró
ella con voz débil y quebrada).
M: ¿Te perturba
que nuestras hijas hayan querido estar solas?
V: No... Sí. Oh, no sé lo que siento. Marcos, están creciendo, y creo que no me
había dado cuenta.
M: A mí me
sucedió la semana pasada (dijo Marcos con aire pensativo). Me encontré a Nicole vestida con pantalones
ajustados. ¡Vaya, ni siquiera sabía que
lo hicieran para jovencitas de esa edad!
V: Los hacen, lo
creas o no (le informó Victoria). Cristina
también se puso unos.
Marcos sacudió la
cabeza con incredulidad.
M: Pero sólo
tiene doce años.
V: Entrando a los
dieciséis.
M: ¿Ya se ha
puesto Cristina uñas postizas? (preguntó Marcos, estremeciéndose con exagerado
disgusto).
Victoria se llevó
una mano a la boca para contener la risa.
V: Esas cosas
adheribles aparecieron en todo lugar imaginable durante varias semanas después.
M: ¿Y qué me
dices del maquillaje? (preguntó sorprendido)
V: La pillé
tratando de escabullirse de la casa sin ser notada una mañana el mes pasado. Se había puesto la sombra para ojos más
brillante que haya visto jamás.
M: ¿Y la dejas usar
maquillaje?
V: Por supuesto
que no. Ya le he dicho que prefiero que
espere por lo menos hasta llegar a la secundaria.
Marcos se relajó
en su butaca y asintió varias veces.
M: Me alegra oír
eso. Nicole tiene seis meses diciéndome
que "entre en la onda". Caramba,
no sabía a quién preguntarle sobre estas cosas.
V: ¿Alguna mujer
en su familia?
Los ojos de Marcos
se endurecieron.
M: Como usted
sabe soy viudo, la madre de Nicole falleció cuando Nicole tenía solo un
añito. Al principio mi madre me ayudó
con su crianza, pero una vez nos mudamos a Buenos Aires, el contacto con mi
familia es menos debido a mis compromisos profesionales.
V: No... Quise
entrometerme.
M: No importa. Carmen y yo estábamos en el proceso de separación
cuando ocurrió el accidente, donde me enteré que tenía un amante, ambos
fallecieron en el mismo incidente. Sinceramente,
Victoria, mis sentimientos respecto a volverme a casar son los mismos que los
tuyos. Me basta con un fracaso.
Las luces de la
sala comenzaron a apagarse y empezó la pista de sonido. Marcos se apoyó contra el respaldo de su
asiento y cruzó sus largas piernas. Victoria
también se acomodó, contenta de que hubieran seleccionado una comedia. Sus emociones estaban demasiado cerca de la
superficie esa noche. Podía imaginarse
soltando el llanto a la más discreta escena dramática o triste. Bambi caminando por el bosque le habría
arrancado lágrimas en ese momento.
Estaba tan
inmersa en sus propios pensamientos que cuando Marcos y los espectadores que la
rodeaban soltaron una sonora carcajada, ella no supo cuál era el motivo.
Sin pensarlo,
extendió una mano y tomó un puñado de las rosetas de maíz de Marcos. Descubrió que el sabor a mantequilla y lo
crujiente de los pochoclos se adecuaban a su estado de ánimo. Marcos sostuvo la caja sobre el brazo entre
ellos para que ella pudiera tomar los mismos con mayor facilidad.
La siguiente vez
que Victoria envió sus dedos para buscar más pochoclos, éstos se encontraron
con los de Marcos.
V: Lo siento (murmuró
ella, apartando la mano.
Marcos inclinó la
caja hacia ella. Victoria masticó con
deleite. Antes que se diera cuenta, ya
se había comido éstos y sus dedos estaban enlazados con los de Marcos.
En el momento en
que la mano de Marcos buscó la de ella, Victoria perdió la noción de lo que
estaba sucediendo en la pantalla. Tomarse
de la mano parecía un gesto inocente, algo que los adolescentes hacen. Era lógico que él no le daba una importancia
especial, se dijo Victoria. Lo que
pasaba era que sus emociones estaban muy confusas últimamente, no sabía por
qué.
Le gustaba Marcos,
se percató ella, le gustaba mucho. Y
quería mucho a Nicole. Por primera vez,
podía imaginarse la posibilidad de pensar nuevamente de comenzar un romance, y
esta idea la asustaba. Más bien, la
aterraba. Este hombre pertenecía a un
mundo diferente y realmente no pensaba en tener una relación. Además, ella no estaba lista.
Cuando terminó la
película, Marcos las llevó a su casa. Las jóvenes estaban cansadas, pero no tanto
como para no seguir charlando en el asiento de atrás. Adelante, la situación era muy distinta. Ni Marcos ni Victoria tenían mucho que decir.
V: ¿Quieres pasar
a tomar un café? (invitó Victoria cuando Marcos se acercó a su casa, aunque en
su interior deseaba que él se negara. Todavía
estaba agitada por el efecto que le había causado que él la tomara de la mano
en el cine, y deseaba tener un momento a solas para organizar sus pensamientos).
N: ¿Pasamos,
papi? ¿Sí? Por favor (suplicó Nicole). Cristina
y yo tenemos muchas ganas de ver juntas los videos del sábado.
M: ¿Estás segura?
(preguntó Marcos a Victoria).
V: Por supuesto (se
vio obligada a decir). No me tomará más
de dos minutos preparar el café.
M: Está bien (dijo
Marcos y las chicas lanzaron exclamaciones de contento).
Cristina y Nicole
desaparecieron en el momento en que entraron a la casa. A los pocos segundos podía escucharse la
televisión con estruendosa música de rock, que recientemente se había
convertido en un sonido habitual en la pequeña casa.
Marcos siguió a Victoria
a la cocina y permaneció parado junto al aparador mientras ella preparaba el
café. Los movimientos de Victoria eran
torpes y abruptos. Se sentía incómoda,
como si fuera la primera vez que estuviera sola con un hombre. Y eso era absurdo, en especial considerando
que las jovencitas estaban cerca.
M: Disfruté esta
noche (comentó Marcos, mientras Victoria sacaba dos tazas de la alacena).
V: Yo también
Ella le dirigió
una sonrisa lánguida por encima del hombro, pero los ojos de Marcos retuvieron
su mirada y fue como si Victoria lo mirara por primera vez. Se medio volvió hacia él, consciente de
improviso de lo alto y espigado que era, de lo espeso y suave de sus oscuros
cabellos. Con un esfuerzo, Victoria
apartó la mirada de esos ojos magnéticos y volvió a su tarea de preparar café,
aunque sus dedos parecían incapaces de cooperar.
Esperó a que el
oscuro líquido se filtrara en la jarra de vidrio. Nunca antes le pareció que tardara tanto
tiempo.
M: Victoria.
Ella se
sobresaltó un poco al oír la voz tan cerca de ella. Se volvió, agitada y nerviosa.
Marcos la tomó de
los hombros.
M: Hacía mucho
tiempo que no estaba sentado en un cine tomado de la mano de una chica.
Ella bajó la
mirada.
V: Yo tampoco.
M: Me volví a
sentir como un muchacho.
Victoria no supo
qué decir; ella también se sintió como una muchacha.
M: Tengo ganas de
besarte, Victoria.
Victoria no
necesitaba un consejero psicológico para decirle que lo mejor que debía hacer
era evitar un beso de Marcos. Estaba a
punto de decírselo, cuando las manos de él la agarraron por la cintura y la
apartaron del apoyo del fregadero.
Un poco
desconcertada, ella alzó las manos, como para mantenerlo a raya. Pero en el momento en el que entraron en
contacto con la firmeza del torso masculino, perdieron noción de su propósito
inicial.
En el momento en
que la tibia boca de Marcos se posó en la de ella, Victoria sintió una
excitación casi perturbadora por su intensidad.
Hacía demasiado
tiempo que un hombre no la besaba de ese modo.
El beso duró muy
poco. Mucho menos de lo que Victoria
hubiera deseado. El fuego de la boca
masculina había incitado en ella una respuesta que ya creía imposible. Estaba asombrada de la facilidad con que había
cobrado vida su pasión latente.
Cuando Marcos la
soltó, Victoria se llevó una mano al pecho y exhaló un suspiro.
V: Creo que eso
no fue buena idea.
Marcos frunció el
entrecejo.
M: Pienso lo
mismo. No sé qué está pasando entre nosotros Victoria y eso me desconcierta.
V: ¿A ti? Fui yo quien dejó muy claro desde el principio
que no quería un compromiso emocional.
M: Lo sé, estuve
de acuerdo, pero...
V: Me alegra
mucho que Cristina y Nicole sean buenas amigas, pero sucede que me gusta mi
vida tal como es.
El semblante de Marcos
se ensombreció.
M: Pienso lo
mismo. Fue un simple beso, no una invitación
para que vivamos en pecado.
V: Yo... de veras
hubiera preferido que no hicieras eso, Marcos.
M: Lo siento. No volverá a suceder, te lo juro (murmuró él y
hundió las manos en los bolsillos). En
realidad, creo que lo mejor sería olvidar por completo el incidente.
V: Estoy
totalmente de acuerdo.
M: Bien
Marcos salió a
grandes zancadas de la cocina, pero no antes que Victoria se preguntara si ella
podría olvidarlo. Y de alguna manera,
era cierto; a través de los años, Victoria había aprendido a evitar a los
hombres que la atraían. Salía
ocasionalmente con alguno, pero por lo regular hombres que pudieran ser
clasificados como amables, corteses los evitaba.
Marcos y Nicole
se despidieron de Victoria y Cristina y se fueron a su casa.
Continuará…
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