jueves, 28 de noviembre de 2013

Capítulo 6

Cuando Me Enamoro
Capítulo 6

M: Realmente le agradezco mucho esto, Victoria.  Nicole estaba parada a su lado, con su mochila al hombro, con los ojos muy redondos y tristes.
V: No hay problema, Marcos.  De veras.
Marcos dio un fuerte abrazo a su hija.  Cerró los ojos por un instante y Victoria pudo percibir su tribulación.  Realmente lamentaba perderse el número de su hija en el festival.
M: Pórtate bien, mi cielo.
N: Sí, papi.
M: Y quiero saber hasta el más mínimo de los detalles de esta noche cuando regrese, ¿Oka?
Nicole asintió con un intento de sonrisa.
C: Vamos, Nicole (Cristina tomó la mochila de su amiga).  Tenemos que practicar.
Las dos jovencitas desaparecieron por el pasillo y Victoria quedó sola con Marcos.
M: ¿Tiene el número de teléfono del hotel y el lugar de la reunión? (Preguntó él).
V: Sí. Llamaré si hay algún problema. No se preocupe, Marcos, estoy segura de que todo saldrá bien, tomaré fotos y video de la presentación de las chicas.
El asintió, pero su ceño era sombrío.
V: Por amor de Dios, no necesita sentirse tan culpable. (le expresó Victoria, de forma optimista).
Marcos la miró con asombro.
M: ¿Se nota?
V: Como si tuviera luz neón parpadeando alrededor suyo.
El sonrió y se frotó la barbilla con la mano.
M: Ya sólo tendré que ir a otras dos de esas reuniones en el extranjero.  Becky prometió ocuparse de las demás.  Nunca creí que serían tan traumáticos para la niña y para mí estos viajes.  Por lo menos ella parece menos afectada desde que se quedó con ustedes.
V: Es una niña encantadora.
M: Gracias (repuso Marcos con adecuado orgullo.  Era obvio que hacía su mayor esfuerzo por ser un buen padre).
V: Escuche (murmuró Victoria).  Respecto al sábado por la noche... yo he pensado que... pues que sería mejor si sólo va usted con las chicas.
Marcos sacudió la cabeza con determinación.
M: No sería lo mismo sin usted.  Si no acepta pago por cuidar de Nicole, al menos permítame que la invite a cenar.
V: Pero... (Marcos la interrumpe).
M: Si teme que esto parezca demasiado una cita romántica, no se preocupe. Eso ya quedó aclarado.
La sonrisa de Victoria fue lánguida y tímida.
V: Está bien, si usted quiere.  Cristina y yo estaremos listas a las seis.
M: Bien.

Victoria se estaba dando los toques finales de maquillaje antes del festival artístico, cuando sonó el teléfono.

C: Yo, contesto (gritó Cristina, corriendo por el pasillo como si contestar antes que el teléfono sonara dos veces fuera cuestión de vida o muerte).

C: ¡Hola, abuelita! (oyó Victoria que exclamaba Cristina, y sonrió con suavidad, contenta de que su madre hubiera recordado el festival).  Los padres de Victoria se pasaban viajando alrededor del mundo, conociendo varias culturas aunque siempre estaban al pendiente de sus hijas y nietos.  Victoria sabía que habrían asistido al festival a ver a su nieta, pero ellos se encontraban en un crucero por las islas del Caribe, para así escaparse del invierno de la ciudad de Buenos Aires.  Sin duda, los abuelos de corazón, Elena y Pepe, la estaba llamando para desearle suerte.
Trozos de la conversación telefónica le llegaban a Victoria a través del pasillo mientras Cristina charlaba con entusiasmo sobre el festival, la visita de Nicole y su número artístico.

C: ¡Mami, es abue! (gritó Cristina).  Quiere hablar contigo.

Victoria mordió un pañuelo desechable para limpiarse el exceso de lapiz labial y fue a contestar el teléfono.

V: Hola, mamá (saludó con entusiasmo).  Qué bueno que llamaste.
E: ¿Qué es eso de que saldrás con alguien el sábado?
V: ¿Quién te dijo eso? (Victoria hizo una mueca de fastidio).  

Su madre la acosaba constantemente para que se casara.  Victoria sintió deseos de sacudir a Cristina por sólo haber mencionado a Marcos.  Lo último que deseaba era que sus padres la presionaran respecto a su relación con él.

E: Cristina.  Y, querida, si no te molesta que te lo diga, creo que, por lo que me cuenta la nena, ese hombre es ideal para ti.  Los dos están libres. El tiene una hija y tú otra y las chicas son muy buenas amigas.  La situación es perfecta.
V: Mamá, por favor, no sé qué te haya contado Cristina, pero Marcos sólo desea agradecerme que le cuide a Nicole mientras está fuera de la ciudad en viaje de negocios.  ¡La cena del sábado no es una cita romántica!
E: ¿Te llevará a cenar?
V: Nos llevará a cenar.  A su hija, a Cristina y a mí.
E: ¿Cómo dices que se llama?
V: Marcos, Marcos Guerrero (respondió Victoria, ansiosa de cambiar de tema).  ¿Qué tal ha estado el clima por allá? Aquí está terrible, ojalá ya fuera primavera.  Estaba pensando en plantar algunos malvones en el patio de atrás.
E: Marcos Guerrero.  Hmm, suena bien. ¿Cómo es el, querida?
V: Oh, mamá, de veras, no lo sé.  Es un hombre. ¿Qué más te puedo decir?

Su madre pareció apreciar esa pequeña información.
E: Me parece interesante que así lo consideres. Creo que podría ser el adecuado, Victoria.
V: ¡Oh, mamá! ¿Cuántas veces debo decirte que no quiero casarme jamás?  Una breve pausa siguió a esta vehemente declaración.
E: Ya veremos, mi amor. Ya veremos.

Del otro lado, Cristina le pregunta a Victoria:
C: No vas a ponerte un vestido, mami?  

Cristina lanzó a su madre otra de esa miradas destinadas a reducir a cero la confianza propia de una madre.  Victoria había decidido durante horas sobre qué ponerse para esa salida con Marcos y las chicas.  Por fin, pantalones negros (jeans) y un suéter color trigo le pareció la solución perfecta.  Pero ahora la expresión desaprobadora de su hija la hacía dudar de su decisión.
C: Mami, esta noche es importante.
V: Vamos al Palacio Rosa, no a la residencia de ningún embajador.
C: Lo sé, pero el señor Guerrero es muy amable.

La mirada de la niña se posó en el ramo de rosas claras que estaban sobre la mesa del comedor y con reverencia pasó los dedos por una flor.  Marcos había hecho enviar las flores a Nicole y Cristina la noche del festival.  

C: No puedes ir a cenar en pantalones con el hombre que me envió mi primer ramo de flores verdaderas (dice la joven con solemnidad).

Victoria vaciló.
C: Estoy segura de que esto es lo que el señor Guerrero espera (dijo con más confianza de la que sentía).
V: ¿Eso crees?
¡Eso esperaba! Victoria sonrió, rogando porque su aire de incertidumbre convenciera a su escéptica hija.  Aunque, tenía que coincidir con Cristina: Marcos era amable.  Más que amable.  En cada nuevo encuentro la estimación que Victoria sentía por ese hombre aumentaba.  El había llamado el viernes para darle las gracias por haber cuidado a su hija y dijo que esperaba con ansias la salida del sábado.  Era un hombre considerado, sensible, simpático y un padre excelente.  Por no mencionar su increíble atractivo masculino.  Era una lástima, en realidad, que ella no estuviera buscando esposo, porque Marcos Guerrero bien podía ser el mejor candidato.
La palabra esposo resonó en la mente de Victoria como una bala de expansión.  Culpaba a su madre por ello.  Lo que Victoria le había dicho era cierto: no le interesaba el matrimonio, estaba muerta para el romance.  Sus pasadas relaciones amorosas le habían enseñado que para la mayoría de los hombres era casi imposible permanecer fieles, y Victoria no estaba dispuesta a sufrir otra vez la decepción.  Además, si un hombre algún día llegara a entrar otra vez en su vida, seria alguien que tuviera sus mismos objetivos personales.  No alguien como Marcos Guerrero. Pero eso no significaba que ella estuviera ciega a sus encantos masculinos.  Por el contrario, ella veía hombres guapos todos los días, trabajaba con algunos de ellos, y había salido en una otra ocasión con algún hombre bien parecido.  Sin embargo, en las últimas semanas en quien pensaba a cada momento era en Marcos Guerrero y esto la consternaba, y mucho.  Lo mejor que podía hacer respecto a esta situación era cortar por lo sano.  Iría a cenar con él esta vez, pero sólo esta vez.

C: ¡Ya llegaron! (exclamó Cristina y se apartó a toda prisa de la ventana).

Con toda calma, Victoria abrió el armario del vestíbulo y sacó los abrigos de invierno de ella y su hija.  Podía parecer tranquila, pero los dedos le temblaban.  La perspectiva de ver a Marcos la dejaba temblando.

Marcos y Nicole se dirigieron a la puerta principal.  Cristina ofreció las manos a su amiga y Nicole se las estrechó con calidez.  Pronto las dos saltaban frenéticamente.
M: Puedo pronosticar una noche muy divertida (murmuró Marcos con una media sonrisa irónica).

Estaba guapísimo, admitió Victoria con renuencia.  El tipo de hombre con el que sueña cualquier mujer.  Bueno, casi cualquier mujer.  Victoria quería creerse inmune a los encantos de Marcos Guerrero.  Pero no estaba tan segura de ello.

M: ¿Listas? (preguntó Marcos, sosteniendo la puerta).
V: Eso creo

Aunque era temprano, ya se había formado una hilera de personas a la entrada del Palacio Rosa cuando ellos llegaron.  En el momento en que estacionaron el auto, fueron asaltados por una canción de rock a todo volumen.
V: Parece que tendremos que esperar (expresó Victoria).  Esa hilera se alarga a cada momento.
M: Pedí a mi secretaria que hiciera reservaciones (menciona Marcos).  Estaba seguro que este lugar en realidad los sábados por la noche tiene una gran asistencia de adolescentes.
C & N: Sii, las dos jovencitas soltaron una serie de risillas.

Marcos y Victoria intercambiaron miradas de divertida sorpresa.  El Palacio Rosa era tal como Victoria lo recordaba.  La popular fuente de sodas estaba decorada al estilo de los años sesenta, con tragamonedas y demás parafernalia de los años del rock and roll.  Las camareras patinaban sobre ruedas entre las mesas.  Una vez dentro, Victoria, Marcos y las chicas fueron acomodados casi de inmediato y les entregaron unos menús enormes. Ninguna de las chicas se molestó en leerlo carta, pues ya habían hecho su elección en el coche.  Las dos se decidieron por hamburguesas con queso y banana split.
Cuando la camarera, masticando chicle, patinó hasta su mesa, Victoria también había hecho su elección.
V: Hamburguesa y banana split (anunció, dirigiendo una amplia sonrisa a las chicas).
M: Lo mismo para mí, además de una taza de café, por favor.
V: Yo también quiero una taza de café, por favor (añadió Victoria).

La camarera escribió la orden y se deslizó hacia la cocina.  Victoria abrió su bolso y sacó un pequeño paquete de algodón.
M: ¿Para qué es eso? (quiso saber Marcos cuando Victoria lo separó, lo comprimió en cuatro bolas y le entregó dos a él. Ella señaló sus orejas).
V: La última vez que estuve aquí, durante varios días sentía zumbidos en los oídos.
Marcos rió entre dientes y se inclinó sobre la mesa para gritar:
M: Es cierto, está un poco ruidoso, ¿verdad?
Nicole y Cristina se miraron y luego miraron a sus padres, y gritaron al unísono:
C & N: ¡Si está demasiado ruidoso o es que ustedes son demasiado viejos!
V: (Victoria alzó una mano y dice).  Me declaro culpable.
Marcos asintió y compartió una sonrisa irónica con Victoria.  La sonrisa hizo extrañas cosas en el estómago de ella.  Una lucecilla se encendió en su mente, anunciando peligro.
Victoria no estaba segura de lo que había sucedido, pero fuera lo que fuese, no le gustaba.

Llegaron sus hamburguesas y, por un rato, al menos, Victoria pudo dirigir su atención a eso.  La comida era mejor de lo que recordaba. 

Mientras Victoria y Marcos intercambiaban sólo algún comentario ocasional, las jovencitas hablaron sin descanso mientras comían.  Cuando la camarera se llevó los platos ya vacíos, Marcos sugirió que fueran al cine.

N: ¡Bravo! (exclamó Nicole y fue secundada por Cristina con el mismo entusiasmo).
M: ¿Qué opinas, Victoria? (preguntó Marcos, sorprendiéndola con el tuteo inesperado).

Ella iba a decir que ya había tenido suficiente por una noche, cuando notó los dos rostros expectantes de las jovencitas.
V: Bien (dijo por fin, tratando de inyectar un poco de entusiasmo a su voz).
N: Están pasando Masacre Juvenil en el Malí (dijo indicó Nicole, mirando a su padre).  Mateo ya la vió y dice que se murió de miedo.
Marcos sacudió la cabeza con determinación.
M: De ninguna manera.
N: Oh, papi. ¿Por qué no?
M: No me gusta que veas películas de crímenes y sangre.  Ni como diversión se debe tolerar la violencia, no es sano para la mente.
N: Pero, papi...
M: Se acabó la discusión (expresó él sin alzar la voz, con la firmeza serena de un hombre acostumbrado a sopesar sus decisiones y nunca abusar de su autoridad de adulto).  
Victoria estuvo de acuerdo con él.  Para asombro de ella, Nicole no argumentó más.
Por fin todos concordaron en ir a ver una comedia ligera con un ídolo juvenil como estrella.
M: Es más sano reír que asustarse (opinó Marcos).
Media hora después estaban en el cine y Marcos preguntó:
M: ¿Alguien quiere rosetas de maíz?
C: Yo
N: Yo también, ¿Y me podrías comprar también una coca y pasitas con chocolate?
Marcos alzó los ojos al cielo y, sonriendo, miró a Victoria.
M: ¿Y tú, quieres algo?
V: Nada (Victoria conocía la facilidad con que las golosinas se convertían en grasa en su cuerpo).  Gracias.
Marcos regresó un momento después con tres cajas grandes de rosetas de maíz y otras delicias surtidas.
En cuanto vaciaron los brazos de Marcos de todas las golosinas, excepto una caja de rosetas, las jovencitas entraron corriendo a la sala.
V: Oigan, ¿no nos van a esperar? (las llamó Victoria).
Cristina y Nicole se detuvieron de golpe y se volvieron, con una expresión de horror en sus jóvenes caras.
C: No vas a sentarte con nosotras, ¿verdad, mamá? (se quejó Cristina).  ¡No puedes hacerlo!
V: ¿Por qué no? (Esto era una novedad para Victoria.  Cierto, hacía mucho que no iba al cine con Cristina, pero ella siempre se sentaba a su lado cuando lo hacían).
C: Alguien podría vernos (explicó su hija, en tono de exagerada paciencia).  Ya nadie se sienta con sus padres.
M: Parece que sentarse a nuestro lado es una vergüenza social (murmuró Marcos al oído de Victoria).
C: ¿Ya podemos entrar, mamá? (suplicó Cristina).  No nos queremos perder los cortos.
Victoria asintió, todavía algo desconcertada.  Pero a fin de cuentas, debía comenzar a acostumbrarse a los impulsos de independencia de su hija.
M: Supongo que esto es lo que sucede cuando se llega al sexto grado en la escuela (comentó Marcos, mientras sostenía la puerta de la sala para que pasara Victoria).
Victoria caminó por el pasillo central de la sala y se detuvo junto a una hilera vacía, casi hasta atrás, volviéndose a interrogar a Marcos con la mirada antes de entrar.  Ninguno se sentó, hasta localizar a sus hijas.  Cristina y Nicole estaban a tres filas de la primera, con los pies subidos al respaldo de los asientos de adelante, que estaban vacíos.
M: Ah, las dichas de la paternidad…. (Comentó Marcos una vez que se sentaron)  y de la maternidad.
Victoria se volvió hacia él y trató de sonreír.
M: ¿Qué sucede?
V: Nada (murmuró ella con voz débil y quebrada).
M: ¿Te perturba que nuestras hijas hayan querido estar solas?
V: No... Sí.  Oh, no sé lo que siento.  Marcos, están creciendo, y creo que no me había dado cuenta.
M: A mí me sucedió la semana pasada (dijo Marcos con aire pensativo).  Me encontré a Nicole vestida con pantalones ajustados.  ¡Vaya, ni siquiera sabía que lo hicieran para jovencitas de esa edad!
V: Los hacen, lo creas o no (le informó Victoria).  Cristina también se puso unos.
Marcos sacudió la cabeza con incredulidad.
M: Pero sólo tiene doce años.
V: Entrando a los dieciséis.
M: ¿Ya se ha puesto Cristina uñas postizas? (preguntó Marcos, estremeciéndose con exagerado disgusto).
Victoria se llevó una mano a la boca para contener la risa.
V: Esas cosas adheribles aparecieron en todo lugar imaginable durante varias semanas después.
M: ¿Y qué me dices del maquillaje? (preguntó sorprendido)
V: La pillé tratando de escabullirse de la casa sin ser notada una mañana el mes pasado.  Se había puesto la sombra para ojos más brillante que haya visto jamás.
M: ¿Y la dejas usar maquillaje?
V: Por supuesto que no.  Ya le he dicho que prefiero que espere por lo menos hasta llegar a la secundaria.
Marcos se relajó en su butaca y asintió varias veces.
M: Me alegra oír eso.  Nicole tiene seis meses diciéndome que "entre en la onda".  Caramba, no sabía a quién preguntarle sobre estas cosas.
V: ¿Alguna mujer en su familia?
Los ojos de Marcos se endurecieron.
M: Como usted sabe soy viudo, la madre de Nicole falleció cuando Nicole tenía solo un añito.  Al principio mi madre me ayudó con su crianza, pero una vez nos mudamos a Buenos Aires, el contacto con mi familia es menos debido a mis compromisos profesionales. 
V: No... Quise entrometerme.
M: No importa.  Carmen y yo estábamos en el proceso de separación cuando ocurrió el accidente, donde me enteré que tenía un amante, ambos fallecieron en el mismo incidente.  Sinceramente, Victoria, mis sentimientos respecto a volverme a casar son los mismos que los tuyos.  Me basta con un fracaso.

Las luces de la sala comenzaron a apagarse y empezó la pista de sonido.  Marcos se apoyó contra el respaldo de su asiento y cruzó sus largas piernas.  Victoria también se acomodó, contenta de que hubieran seleccionado una comedia.  Sus emociones estaban demasiado cerca de la superficie esa noche.  Podía imaginarse soltando el llanto a la más discreta escena dramática o triste.  Bambi caminando por el bosque le habría arrancado lágrimas en ese momento.
Estaba tan inmersa en sus propios pensamientos que cuando Marcos y los espectadores que la rodeaban soltaron una sonora carcajada, ella no supo cuál era el motivo.
Sin pensarlo, extendió una mano y tomó un puñado de las rosetas de maíz de Marcos.  Descubrió que el sabor a mantequilla y lo crujiente de los pochoclos se adecuaban a su estado de ánimo.  Marcos sostuvo la caja sobre el brazo entre ellos para que ella pudiera tomar los mismos con mayor facilidad.
La siguiente vez que Victoria envió sus dedos para buscar más pochoclos, éstos se encontraron con los de Marcos.
V: Lo siento (murmuró ella, apartando la mano.
Marcos inclinó la caja hacia ella.  Victoria masticó con deleite.  Antes que se diera cuenta, ya se había comido éstos y sus dedos estaban enlazados con los de Marcos.
En el momento en que la mano de Marcos buscó la de ella, Victoria perdió la noción de lo que estaba sucediendo en la pantalla.  Tomarse de la mano parecía un gesto inocente, algo que los adolescentes hacen.  Era lógico que él no le daba una importancia especial, se dijo Victoria.  Lo que pasaba era que sus emociones estaban muy confusas últimamente, no sabía por qué.
Le gustaba Marcos, se percató ella, le gustaba mucho.  Y quería mucho a Nicole.  Por primera vez, podía imaginarse la posibilidad de pensar nuevamente de comenzar un romance, y esta idea la asustaba.  Más bien, la aterraba.  Este hombre pertenecía a un mundo diferente y realmente no pensaba en tener una relación.  Además, ella no estaba lista.  
Cuando terminó la película, Marcos las llevó a su casa.  Las jóvenes estaban cansadas, pero no tanto como para no seguir charlando en el asiento de atrás.  Adelante, la situación era muy distinta.  Ni Marcos ni Victoria tenían mucho que decir.
V: ¿Quieres pasar a tomar un café? (invitó Victoria cuando Marcos se acercó a su casa, aunque en su interior deseaba que él se negara.  Todavía estaba agitada por el efecto que le había causado que él la tomara de la mano en el cine, y deseaba tener un momento a solas para organizar sus pensamientos).
N: ¿Pasamos, papi? ¿Sí? Por favor (suplicó Nicole).  Cristina y yo tenemos muchas ganas de ver juntas los videos del sábado.
M: ¿Estás segura? (preguntó Marcos a Victoria).
V: Por supuesto (se vio obligada a decir).  No me tomará más de dos minutos preparar el café.
M: Está bien (dijo Marcos y las chicas lanzaron exclamaciones de contento).
Cristina y Nicole desaparecieron en el momento en que entraron a la casa.  A los pocos segundos podía escucharse la televisión con estruendosa música de rock, que recientemente se había convertido en un sonido habitual en la pequeña casa.
Marcos siguió a Victoria a la cocina y permaneció parado junto al aparador mientras ella preparaba el café.  Los movimientos de Victoria eran torpes y abruptos.  Se sentía incómoda, como si fuera la primera vez que estuviera sola con un hombre.  Y eso era absurdo, en especial considerando que las jovencitas estaban cerca.

M: Disfruté esta noche (comentó Marcos, mientras Victoria sacaba dos tazas de la alacena).
V: Yo también
Ella le dirigió una sonrisa lánguida por encima del hombro, pero los ojos de Marcos retuvieron su mirada y fue como si Victoria lo mirara por primera vez.  Se medio volvió hacia él, consciente de improviso de lo alto y espigado que era, de lo espeso y suave de sus oscuros cabellos.  Con un esfuerzo, Victoria apartó la mirada de esos ojos magnéticos y volvió a su tarea de preparar café, aunque sus dedos parecían incapaces de cooperar.
Esperó a que el oscuro líquido se filtrara en la jarra de vidrio.  Nunca antes le pareció que tardara tanto tiempo.
M: Victoria.
Ella se sobresaltó un poco al oír la voz tan cerca de ella.  Se volvió, agitada y nerviosa.
Marcos la tomó de los hombros.
M: Hacía mucho tiempo que no estaba sentado en un cine tomado de la mano de una chica.
Ella bajó la mirada.
V: Yo tampoco.
M: Me volví a sentir como un muchacho.
Victoria no supo qué decir; ella también se sintió como una muchacha.
M: Tengo ganas de besarte, Victoria.
Victoria no necesitaba un consejero psicológico para decirle que lo mejor que debía hacer era evitar un beso de Marcos.  Estaba a punto de decírselo, cuando las manos de él la agarraron por la cintura y la apartaron del apoyo del fregadero.
Un poco desconcertada, ella alzó las manos, como para mantenerlo a raya.  Pero en el momento en el que entraron en contacto con la firmeza del torso masculino, perdieron noción de su propósito inicial.
En el momento en que la tibia boca de Marcos se posó en la de ella, Victoria sintió una excitación casi perturbadora por su intensidad.
Hacía demasiado tiempo que un hombre no la besaba de ese modo.
El beso duró muy poco.  Mucho menos de lo que Victoria hubiera deseado.  El fuego de la boca masculina había incitado en ella una respuesta que ya creía imposible.  Estaba asombrada de la facilidad con que había cobrado vida su pasión latente.
Cuando Marcos la soltó, Victoria se llevó una mano al pecho y exhaló un suspiro.
V: Creo que eso no fue buena idea.
Marcos frunció el entrecejo.
M: Pienso lo mismo. No sé qué está pasando entre nosotros Victoria y eso me desconcierta.
V: ¿A ti?  Fui yo quien dejó muy claro desde el principio que no quería un compromiso emocional.
M: Lo sé, estuve de acuerdo, pero...
V: Me alegra mucho que Cristina y Nicole sean buenas amigas, pero sucede que me gusta mi vida tal como es.
El semblante de Marcos se ensombreció.
M: Pienso lo mismo.  Fue un simple beso, no una invitación para que vivamos en pecado.
V: Yo... de veras hubiera preferido que no hicieras eso, Marcos.
M: Lo siento.  No volverá a suceder, te lo juro (murmuró él y hundió las manos en los bolsillos).  En realidad, creo que lo mejor sería olvidar por completo el incidente.
V: Estoy totalmente de acuerdo.
M: Bien
Marcos salió a grandes zancadas de la cocina, pero no antes que Victoria se preguntara si ella podría olvidarlo.  Y de alguna manera, era cierto; a través de los años, Victoria había aprendido a evitar a los hombres que la atraían.  Salía ocasionalmente con alguno, pero por lo regular hombres que pudieran ser clasificados como amables, corteses los evitaba.

Marcos y Nicole se despidieron de Victoria y Cristina y se fueron a su casa.


Continuará…


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