Cuando me enamoro
Capítulo 8
C: ¡MAMI! (gritó Cristina). Te hablan por teléfono.
V: ¿Quién es,
tesoro? , sin duda, alguien interesado en limpiar las alfombras o vender un
lote en el cementerio.
C: No sé (respondió
Cristina, deteniéndose el auricular sobre el hombro. Bajó su voz casi en un susurro). Pero sea quien sea, parece bastante raro.
V: Hola —contestó
Victoria. (Cristina iba a su cuarto).
M: ¿Puedes
hablar? (la ronca voz masculina era sin duda la de Marcos).
V: Sí (Victoria
miró hacia la habitación de Cristina para estar segura de que su hija no podía
escuchar).
M: ¿Podemos
vernos mañana para almorzar juntos?
V: ¿A qué hora?
M: Al mediodía en
Sea Galley
V: ¿Sincronizamos
nuestros relojes? (bromeó Victoria).
Había pasado una
semana desde la última vez que habló con Marcos. Mientras tanto, Cristina no había vuelto a
hablar de unir a las dos familias. Eso
en sí era sospechoso, pero Victoria había tenido demasiado trabajo en la empresa
como para pensar en ello.
M: No te hagas la
graciosa, Victoria. Necesito tu ayuda.
V: Invítame a
almorzar y soy toda tuya (Victoria se alegró de que Marcos no hiciera algún
comentario sobre sus incautas palabras).
M: Entonces, nos
vemos mañana.
V: Bien.
Una sonrisa
osciló en las comisuras de los labios de Victoria al colgar el auricular. Su mano permaneció allí por un momento
mientras una inesperada oleada de dicha la inundaba.
C: ¿Quién era,
mami? (preguntó Cristina, asomando la cara por el borde de la puerta.
V: Una... amiga;
me invitó a... a almorzar con ella mañana.
C: Oh (la cara de
Cristina era un estudio en escepticismo). Por un minuto me pareció que era el señor Guerrero
fingiendo voz de mujer.
V: ¿El señor Guerrero?
Nada que ver, hija (dijo Victoria con una risilla forzada, luego cambió de tema). Cristina, son las nueve y media. Acuéstate ya.
C: Está bien,
mami. Buenas noches.
V: Buenas noches,
mi reina.
C: Que disfrutes
tu almuerzo de mañana.
V: Gracias.
Victoria no se
había apartado del teléfono, cuando sonó por segunda vez. Con un sobresalto culpable, tendió la mano
hacia el aparato.
V: Hola (contestó
con voz vacilante, medio esperando que fuera Marcos otra vez).
Pero fue la clara
y firme voz de su madre la que le llegó a través de la línea.
E: Victoria,
espero que no sea demasiado tarde para llamarte.
V: Por supuesto
que no, mamá. ¿Todo en orden?
La madre ignoró
la pregunta y preguntó a su vez:
E: ¿Cuál es el
nombre de ese joven con quien sales?
V: ¡Mamá! (dijo Victoria
coa un suspiro exasperado). No estoy
saliendo con nadie. Ya te lo dije.
E: Marcos Guerrero,
¿verdad?
V: Fuimos a cenar
una vez con nuestras hijas y hasta allí llega nuestra relación.
E: Pero, querida,
tengo la impresión de que es un joven muy agradable.
Supongo que es el
mismo Marcos Guerrero que es socio mayoritario de Deportes Extremos, ¿verdad? Vi su nombre en el periódico esta mañana y lo
reconocí enseguida. Mi amor, tu padre y yo estamos muy contentos de que estés
saliendo con un hombre y le des una oportunidad al amor pero sobre todo en
darle esa figura paterna a nuestra Cristy.
V: ¡Mamá, por
favor! (exclamó Victoria). Marcos y yo
sólo somos amigos. ¿Cuántas veces debo decirte que no hay nada más? Cristina y su hija, Nicole, son amigas
inseparables. Te juro que no hay...
E: Victoria (la
interrumpió su madre). La primera vez
que pronunciaste su nombre, noté algo en tu voz que le había faltado por mucho
tiempo. Podrás engañarte a ti misma,
pero no a mí. Te gusta ese tal Marcos (la
voz de la mujer se suavizó).
V: Mamá, nada
sucedería aunque él me atrajera, aunque no es así (bien, esto último no era
verdad, pero el resto sí lo era).
E: ¿Y por qué no?
V: porque al
igual que yo, la idea del matrimonio no está en nuestros planes.
E: Tonterías (bufó
su madre).
Victoria supo que
más valía no liarse en una batalla verbal con su empecinada madre. Pero Elenita continuó..
E: Victoria, mi
amor, has venido ocultándote tras un muro de frialdad e indiferencia durante
todos estos años. No dejes que lo
sucedido entre Antonio y tú arruine tu vida. Marcos Guerrero te gusta y no
puedes negarlo.
V: Mamá...
E: Mereces ser
feliz, hija. No lo olvides.
Al mediodía del
día siguiente, Victoria dejó su auto en el estacionamiento del Sea Galley. Marcos ya estaba allí, esperándola a la
entrada.
V: Hola (saludó
ella con una amigable sonrisa, cuando él se le acercó).
M: ¿Qué? ¿Esta
vez no hay disfraz?
Victoria rió, un
poco avergonzada.
V: Cristina no
conoce a nadie que venga a comer aquí.
M: Me alegro.
La sonrisa de Marcos
era tan cálida que habría derretido un iceberg.
M: Me alegra
verte (agregó él, tomándola del brazo para escoltarla adentro del restaurante).
V: Lo mismo digo (aunque
no lo había visto durante una semana, Marcos nunca se apartó de sus
pensamientos).
Nicole se había
quedado con ella y Cristina cuando él viajó a New York para quedarse allá dos
días a mediados de la semana anterior, ni siquiera le preguntó cómo había
estado su viaje cuando él regresó a recoger a Nicole. Su conversación fue breve e insubstancial,
pero el alivio de que Marcos hubiera llegado con bien, la mantuvo despierta por
horas. Después estuvo furiosa consigo
misma por preocuparse tanto.
La camarera del
Sea Galley los acomodó de inmediato y les entregó los menús. Victoria ordenó café y ensalada de camarones. Marcos pidió lo mismo.
M: La semana
próxima es el cumpleaños de Nicole (anunció él, escudriñándola con la mirada). Hoy entregará en la escuela las invitaciones
a la fiesta.
Victoria sonrió y
asintió. Pero los ojos de Marcos
retuvieron los de ella y algo indescifrable tembló en ellos.
M: En un momento
de debilidad le dije que podía hacer una fiesta en pijamas.
V: Sí, recuerdo
que Nicole mencionó algo sobre esa fiesta (dijo Victoria). Es obvio que eres más valiente que yo.
Marcos cambió
varias veces de lugar los cubiertos sobre su plato, estaba nervioso.
M: Sé que
convenimos en no hacer cosas juntos. Pero
necesito consejo... de una amiga.
V: ¿Qué puedo
hacer?
M: Victoria, no
tengo la menor idea de cómo entretener a un batallón de adolescentes de 12 años.
La sola idea de tener un montón de
muchachitas escandalosas en mi casa me provoca verdadero terror.
V: ¿Cómo quieres
que te ayude?
M: ¿Serías
capaz...? (la miró esperanzado; luego sacudió la cabeza, arrepentido de lo que
iba a decir). No, no puedo pedirte eso. Además, no queremos dar a nuestras hijas ideas
equivocadas respecto a nosotros. Lo que
necesito en realidad son algunas ideas sobre cómo mantener ocupadas a esas jovencitas.
¿Qué hacen los otros padres?
V: Ja, Otros
padres no se meten en esos líos.
Marcos se apartó
un mechón de cabello de la frente y frunció el ceño.
M: Temía que me
dijeras eso.
V: ¿A qué hora se
supone que llegarán las invitadas?
M: A las seis.
V: Marcos, eso es
demasiado temprano.
M: Lo sé, pero
Nicole insistió en que sirviera mis tacos a la Marcos, y se le ocurrió la loca
idea de que las jovencitas se metieran a la cocina para mirarme prepararlos.
Victoria frunció
el entrecejo.
V: Eso no es una
buena idea. Terminarás con diez pares de
manos tratando de ayudarte y el resultado será el caos absoluto.
M: Eso pensé yo. ¡Cielos, Victoria! ¿Cómo me fui a meter en
este embrollo?
V: Ordena pizza (sugirió
ella). A todo el mundo le gusta.
M: Pizza. Está bien. ¿Y qué me dices de los juegos?
V: Películas (sugirió
Victoria). Muchas películas. Puedes llamar temprano y reservar un par de nuevos
estrenos y agregar alguna antigua favorita de ellas; algo cómico y musical con
muchos chicos y chicas y ese tipo de cosas.
Los ojos de Marcos
se iluminaron.
M: Buena idea.
V: Y si realmente
te sientes osado, puedes llevarlas a patinar sobre ruedas.
M: ¿Patinar?
¿Crees que les gustaría?
V: Les encantará,
en especial si se corre la voz de que estarán en la pista el viernes por la
noche. Así varios chicos se las
arreglarán para estar allí también.
Marcos asintió y
esbozó una sonrisa.
M: ¿Y crees que
eso mantendrá a todos contentos?
V: Estoy segura. Primero hay que cansarlas, mucha acción
física, luego les pones una película en la sala, con las luces bajas, y te
garantizo que antes de la medianoche todas estarán profundamente dormidas.
Sus ensaladas
llegaron y Marcos hundió su tenedor en un gordo y rosado camarón; luego hizo
una pausa.
M: Ahora, ¿qué
fue eso que me dijiste anoche respecto a enviarte a almorzar y luego serías
mía?
V: Fue un lapsus mental
(murmuró Victoria, bajando la mirada a su ensalada, un poco avergonzada de sus
palabras el día anterior).
M: Eso temía.
Ambos rieron y Victoria
se sintió a gusto. Nunca había tenido
una relación así con ningún hombre. No
estaba en guardia como casi siempre, temerosa de que su acompañante tratara de
llevar las cosas muy lejos demasiado pronto. Marcos era su amigo y saber que aún había
hombres como él, renovaba la fe de Victoria en el sexo opuesto. La amistad con Marcos la tranquilizaba, le
daba seguridad; pero la innegable atracción que él ejercía en ella, aún la
asustaba.
M: De verdad
aprecio tus sugerencias, (expresó él y después los dos se concentraron en comer
sus alimentos un rato). He estado con
esta especie de susto los últimos tres días. Quizá no fue muy inteligente de mi parte
llamarte a tu casa, pero estaba desesperado.
V: Todo saldrá
bien, pero recuerda: es importante no soltar demasiado las riendas.
M: De acuerdo.
Marcos se llevó
otro camarón a la boca y luego agregó:
M: No sabes
cuánto te agradezco esto.
Victoria sonrió.
V: Para eso son
los amigos. bien, pero recuerda: es importante no soltar demasiado las riendas.
M: De acuerdo.
Marcos se llevó
otro camarón a la boca y luego agregó:
M: No sabes
cuánto te agradezco esto.
Victoria sonrió.
V: Para eso son
los amigos.
Continuará...
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