Cuando Me Enamoro
Capítulo 7
En Casa de
Victoria
V: Tenemos que
hablar.
Cristina apartó
con renuencia la vista de su ídolo.
C: Mami, ¿no
puedes esperar?
Frustrada, Victoria
suspiró.
V: Supongo que
sí.
C: Bien.
Cristina ya la
había sacado de su "onda". Victoria
se fue a la cocina. Abrió y cerró
alacenas, en busca de algo interesante para la cena. Una lata de atún no alcanzaría la aprobación
de Cristina. La adolescencia no había
estropeado su saludable apetito, eso era cierto.
Victoria asomó la
cabeza por la puerta de la sala.
V: ¿Qué te parece
ensalada de atún para cenar?
Cristina ni se
dignó volverse a mirarla, sólo bajó el pulgar hacia el suelo.
V: ¿Sopa y
emparedados?
Una vez más el
pulgar de la niña indicó su desaprobación y Victoria gruñó.
V: -Tocineta,
lechuga y tomate en pan tostado y sopa de pollo con tallarines —intentó—. Y es
lo mejor que puedo ofrecerte. Tómalo o
déjalo.
C: Está bien (accedió
Cristina, alzando el pulgar).
Victoria estaba
friendo el tocino cuando Cristina se reunió con ella en la cocina, sentándose
en un banco a su lado.
C: ¿Me querías
decir algo?
V: Sí (Victoria
se concentró en untar mayonesa sobre las rebanadas de pan integral, mientras
hacía un esfuerzo por ordenar sus pensamientos. Vaciló por un momento, tratando de encontrar
alguna manera de decir lo que tenía que decir sin hablar más de lo necesario).
C: Debe de ser
algo serio (pensó Cristina). ¿Te llamó
mi maestra por teléfono al trabajo o algo así?
V: No, ¿había
alguna razón para qué me llamara? (Victoria escrutó el rostro de su hija).
Cristina negó con
la cabeza.
C: No. Este año soy la alumna estrella. Nicole y yo estamos muy bien en los estudios.
Sólo espera a que te llegue la tarjeta de reporte.
V: Te creo (Victoria
nunca había tenido problemas serios con relación al aprovechamiento académico
de su hija). Lo que tengo que decirte se
refiere a Nicole y... (vaciló; tragó saliva) y a su padre.
C: Qué guapo es
el señor Guerrero, ¿verdad?
V: Supongo que sí
(dijo Victoria con seriedad).
M: Oh, mami, no
te hagas... es un galán de telenovelas.
V: Está bien (Victoria
no quiso ser alentar mucho a su hija). Debo
admitir que tiene cierto... atractivo (Cristina sonrió de oreja a oreja). Pues bien, en realidad era del señor Guerrero
de quien te quería hablar (continuó Victoria, mientras colocaba unas rebanadas
de tomate sobre el pan).
C: ¿De veras? (los
ojos de la niña se abrieron mucho).
V: Sí, yo...
pues... quería decirle que no sería buena idea que nosotros cuatro volviéramos
a hacer cosas juntos.
Cristina miró a
su madre con asombro y decepción.
C: ¿Por qué no?
V: Pues... porque
él y yo somos personas muy ocupadas (ni Victoria misma encontró convincente la
razón, pero le era imposible decir a su hija que la -atracción que sentía por
ese hombre la aterraba).
C: ¡Oh, mami, por
Dios! ¡Eso es absurdo!
V: Está bien;
seré sincera (Victoria se preguntó si una chica de doce años podría entender
las complejidades de las relaciones adultas).
No quiero dar al papá de Nicole una idea equivocada (dijo con precaución).
Cristina se
inclinó hacia adelante, apoyando los codos sobre el mostrador de la cocina y la
cara entre las dos manos.
C: ¿Una idea
equivocada sobre qué?
V: Sobre mí (Victoria
tragó saliva y encogió los hombros con bochorno).
C: ¿Sobre ti? (Cristina
arrugó el ceño. Luego abrió la boca al
entender y su ceño se aclaró). Ah, ya
sé; no quieres que el señor Guerrero crea que andas en busca de marido.
V: ¡Le atinaste! (sonrió
Victoria).
C: Pero, mami, a
mí me parecería sensacional que tú y éI se entendieran. Por cierto, Nicole y yo lo estábamos comentando
hoy. Piensa en todas las ventajas. Podríamos ser una verdadera familia y podrías
tener más bebés... a Nicole y a mí nos gustaría tener hermanitos. Y si te casas con el señor Guerrero podríamos
salir todos juntos de vacaciones.
Victoria estaba tan
asombrada que le costó trabajo recuperar la voz.
V: De ninguna
manera, Cristina
Victoria se
acercó una silla y se sentó antes que le fallaran las piernas. Todo ese tiempo había dado por sentado que era
una buena madre, que había dado a su hija todo lo que necesitaba para compensar
la falta de presencia paterna, pero por lo visto no era así. Y Cristina y Nicole conspiraban para juntarla
con Marcos. ¡Y nada menos que con lazos
conyugales! Tenía que hacer algo.
Decidió hablar
con Marcos, pero no se presentó una oportunidad sino hasta mucho después esa
noche, cuando Cristina ya estaba dormida. Al menos eso esperaba Victoria. Marcó el
número y rogó al cielo que no contestara Nicole.
Por suerte no
contestó la niña.
V: Marcos, habla Victoria
(murmuró, cubriendo el auricular con una mano enconchada).
M: ¿Qué pasa?
¿Tienes laringitis?
V: No, no quiero
que Cristina me oiga llamándote.
M: Entiendo.
¿Finjo que eres otra persona para que Nicole tampoco se dé cuenta?
V: Por favor (Victoria
se irritó un poco por el humor que adivinaba en la voz de Marcos). Tenemos que hablar.
M: ¿Sí?
V: No tienes idea
de lo que acabo de saber. Las chicas están tramando casarnos.
M: ¿Casarnos? (casi
gritó él).
Eso iba a
provocar una reacción en él, había sabido Victoria.
M: ¿Cuándo quieres
que nos veamos?
V: Lo más pronto
posible (era obvio que él todavía pensaba que ella bromeaba, pero no lo
culpaba. La situación no era para menos). Cristina ya ha preparado planes para ir con
Nicole a nadar el miércoles a la piscina municipal por lo que no va estar en casa. ¿Qué tal si nos vemos en el Denny's después
que dejes a Nicole?
M: ¿A qué hora? (dijo
Marcos con el mismo tono de quienes traman una estrategia en territorio enemigo).
V: A las siete y
diez (esto les daría a los dos tiempo suficiente para llegar al restaurante).
M: ¿Debemos
sincronizar nuestros relojes?
V: Esto no es un
chiste, Marcos.
M: No me estoy
riendo.
Pero sí se reía,
y Victoria estaba furiosa.
C: Nos veremos,
entonces.
M: Las siete y
diez, miércoles por la noche, en Denny's —(repitió él con una solemnidad
grotesca). Estaré allí.
La noche de su
cita, Victoria llegó al restaurante antes que Marcos. Ya se había arrepentido de haberlo citado en
Denny's, pero era demasiado tarde para cambiar el plan. Podían encontrarse a otros clientes que
podrían reconocer a Marcos o a ella, y Victoria temía que el rumor de su encuentro
pudiera llegarles a sus hijas. Si Cristina
y Nicole se enteraban de este encuentro privado, podrían hallar una motivación
en su deseo de casarlos.
Marcos entró al
restaurante y miró a su alrededor. No parecía reconocer a Victoria y ella se
quitó los anteojos para sol y agitó una mano.
Marcos la miró y, aún desde el otro lado del local, Victoria pudo notar
que él hacía esfuerzos por contener la risa.
M: ¿A qué vienen
los anteojos oscuros y la pañoleta? (preguntó cuándo se sentó enfrente de
ella).
V: Temía que
alguien nos reconociera y se lo dijera a nuestras hijas (a Victoria le parecía
muy lógico, pero era evidente que a Marcos le parecía absurdo).
Pero todo lo que
él dijo fue:
M: Entiendo (y
miró a su alrededor con aire conspiratorio bastante cómico dice). ¿Prefieres que me siente en el compartimento
contiguo y hablemos uno a espaldas del otro?
V: No seas tonto.
M: ¿Yo? (Marcos
esbozó una sonrisa irónica y tomó el menú).
¿Tienes hambre?
V: No (la actitud
de Marcos comenzaba a irritar a Victoria). Sólo tomaré café.
M: Nicole preparó
la cena para esta noche y la verdad es que me muero de hambre.
Cuando la
camarera apareció, él ordenó una cena completa. Victoria pidió café.
M: Está bien,
¿qué pasa, Sherlock Holmes? (preguntó él, una vez que sirvieron el café).
V: Para
empezar... Cristina nos vio la otra noche cuando me besabas.
Marcos no comentó
nada, pero su ceño se arrugó un poco.
V: Me parece que
las dos han estado hablando y, por lo que me pude dar cuenta, quieren... eh...
pues, ¿cómo decirlo?... quieren juntarnos.
M: Ya veo.
Para desazón de Victoria,
Marcos no parecía en absoluto consternado por esta revelación.
M: ¿Te parece tan
terrible?
V: ¡Marcos! (dijo
ella, retándolo e inclinándose hacia él). Cristina me comentó que ella y Nicole han
pensado que sería muy conveniente que tú y yo nos casáramos (esperó la reacción
de Marcos, pero él permanecía impasible y tranquilo). Incluso me dijo que yo podría dejar de
trabajar y que podría quedarme en casa a... a hacer galletas y cosas así.
M: ¿Qué clase de
galletas?
V: ¡Marcos, si
vas a convertir esto en una broma, me iré! (Victoria comenzó a deslizarse fuera
del compartimento, pero él la detuvo alzando una mano).
M: Está bien, lo
siento.
No parecía muy arrepentido
y Victoria exhaló un suspiro de fastidio.
V: Esto podrá
parecerte cosa de risa, pero a mí no.
M: Victoria,
somos adultos (declaró él con voz pausada). No vamos a dejar que un par de chiquillas nos
manipulen.
V: Sí, pero...
M: Desde el
principio hemos sido honestos el uno con el otro. Eso no cambiará. Tú no tienes interés en casarte, ni yo
tampoco. Mientras ambos pensemos lo
mismo, lo que hagan o digan ellas nos debe tener sin cuidado.
V: Pero hay algo
más (dijo Victoria con vehemencia).
M: ¿Qué es?
V: Marcos, hay
algo en lo que estamos fallando como padres.
M: ¿Por qué dices
eso? (preguntó Marcos con ceño de duda).
V: ¿No es obvio?,
Cristina quiere una familia completa, y supongo que tu hija también. Lo que Cristina está diciendo sin decirlo es
que anhela un padre. Nicole desea a su
vez una madre.
El humor
desapareció de los ojos de Marcos.
M: Entiendo. ¿Y
crees que todo esto comenzó porque Cristina nos vio besarnos?
V: No sé (murmuró
Victoria). Pero conozco a mi hija y
cuando quiere algo va tras ello con la fuerza de un bulldog y no deja hasta
conseguirlo.
M: Nicole también
es así respecto a ciertas cosas (repuso Marcos con aire pensativo).
La camarera llegó
con el emparedado de roast beef para Marcos y volvió a llenar de café la taza
de Victoria.
Quizá Victoria
había reaccionado exageradamente ante la situación, pero creía tener razones
para estar preocupada.
V: Supongo que
pensarás que estoy haciendo una tormenta en un vaso de agua.
M: ¿Sobre la manipulación
de las chicas?
V: No; sobre el
hecho de que hemos tratado de veras ser padre y madre a la vez, sin conseguirlo
del todo.
M: Debo admitir
que a mí también me preocupa eso.
V: Toda la semana
he estado aterrada pensando en qué me habré equivocado. Tenemos que afrontar esto. Tomar decisiones importantes.
M: ¿Qué sugieres?
V: Para empezar,
debemos reprimir todo indicio de implicación sentimental. Comprendo que, siendo las chicas tan buenas
amigas, tú y yo tendremos que vernos con relativa frecuencia (Victoria hizo una
pausa y se mordió el labio inferior). No
quiero perturbar su amistad.
M: Estoy de
acuerdo. La amistad con Cristina ha ayudado mucho a mi hija.
V: Tú y yo
pasamos varios meses sin hablarnos. No
habrá necesidad de que nos veamos muy seguido, ¿no crees?
M: Pero Nicole
pasará la noche en tu casa el próximo jueves; a menos que prefieras que no
vaya.
V: Por supuesto
que se puede quedar con nosotras.
Marcos asintió y
pareció aliviado.
M: Para serte
sincero, no creo que regresaría a casa de la señora Lopez sin armar una guerra
terrible.
V: Cuidar de
Nicole es una cosa, pero otra muy diferente que volvamos a hacer algo los
cuatro juntos.
Marcos volvió a
asentir, pero no pareció complacido con la sugerencia.
M: También creo
que sería lo mejor.
V: No debemos
alentar sus estrategias.
Marcos apartó su
plato, tomó su vaso con agua y lo colocó entre las dos manos.
M: ¿Sabes una
cosa, Victoria? Pienso mucho en ti (hizo una pausa y luego le dirigió una
sonrisa juguetona). Tienes la costumbre
de vestirte un poco rara de vez en cuando, pero respeto tu buen juicio. Me gustaría considerarte una amiga.
V: Yo también
quiero tu amistad
Marcos sonrió y
la miró sin pestañear durante un momento, luego apartó la mirada.
M: Sé que quizás
el beso de la otra noche te parezca un gran error, y es posible que tengas
razón, pero no me arrepiento (dijo Marcos y vaciló, como esperando alguna
airada réplica, pero como Victoria permaneció en silencio, continuó). Hacía mucho tiempo que no tomaba la mano de
una mujer en el cine ni besaba a una en la forma en que te besé. Es agradable
volverse a sentir joven e inocente.
Victoria bajó la
mirada a su taza. También a ella le
había gustado. Tanto que desde entonces
estaba aterrada. Muy fácilmente podría
enamorarse de Marcos y eso sería lo peor que podía sucederle. No estaba dispuesta a correr otra vez
semejante riesgo.
M: De una manera
extraña nos necesitamos (afirmó Marcos). Nicole necesita una buena imagen femenina con
la cual identificarse, una imagen materna, y ella te considera maravillosa. Cristina a su vez necesita una figura paterna.
Lo más natural es que nos quieran
juntar.
V: Sí. Pero no
debemos comprometernos sentimentalmente.
M: De acuerdo (aceptó
Marcos con convicción para tranquilizarla).
Permanecieron en
silencio largo rato.
M: ¿Por qué?
Curiosamente, Victoria
supo de inmediato lo que él estaba preguntando.
V: Mis relaciones
anteriores me han enseñado a no creer en el amor (Victoria hizo una pausa y
apartó la mirada). Su voz se había
convertido casi en un susurro. Yo había confiado
ciegamente en mi anterior pareja, Antonio. Después, cuando habíamos decidido convivir
juntos, muchas veces me dijo que tenía que trabajar tarde, hubo muchas
ausencias inexplicadas, pero tampoco cuestioné eso. Ahora pienso en todas esas noches que me
pasaba sola, confiando en que él estaba trabajando... para después descubrir
que había estado con otra mujer.
M: ¿Cómo lo
descubriste?
V: ¿Lo de la
primera mujer?
M: ¿Hubo más?
Victoria asintió,
avergonzada al revelar a Marcos su debilidad.
V: Estuve ciega a
sus engaños durante los primeros dos años. Cuando descubrí su infidelidad, me enfermé
físicamente. Sin embargo, permanecí con
él, confiando en sus promesas de cambio. Yo deseaba tanto creer en él, confiar en él,
que acepté todo lo que me decía, por increíble que pareciera. El problema era que cuanto más lo perdonaba,
más bajo caía mi autoestima. Llegué a
convencerme de que todo era mi culpa. Pensaba
que me faltaba algo que él se veía obligado a buscar en las otras.
M: Ahora sabes
que eso no es verdad, ¿no es cierto?
La voz de Marcos
era tan gentil, tan tierna, que Victoria tuvo que reprimir una oleada de
emoción.
V: Pensé que Antonio
iba a cambiar, como siempre me prometía (prosiguió ella en tono apacible). Creo que esa fue una de las razones por las
que aguanté tanto tiempo. Además, creo. Pero
él nunca cambió. Una tarde, sin saber
qué lo provocó con exactitud, decidí de repente que ya no podía seguir viviendo
con él. Hice mi equipaje y el de Cristina
y nos fuimos. Nunca regresé con él,
nunca quise regresar. Mi amor por él
había muerto.
Marcos tomó la
mano de Victoria, pasó un momento antes que él hablara y, cuando lo hizo, su
voz estaba tensa por el dolor recordado.
M: Yo pensaba que
Carmen era la mujer más dulce y gentil en este mundo. Por absurdo que parezca, creo que me enamoré
de ella incluso antes de conocer su nombre. Era porrista del colegio y una de las chicas
más populares entre los estudiantes, y yo me sentía como un don nadie. Por casualidad, nos conocimos varios años
después de la graduación, cuando yo apenas comenzaba a progresar. Me había comprado un pequeño negocio junto con
mi padre lo administrábamos. Y yo
trabajaba noche y día para echar a andar el negocio.
Marcos hizo una
pausa, y añadió con voz nostálgica:
M: Mi posición
era en cierto sentido envidiable. Un
chico de provincia que progresa... boberas por el estilo. Ella fue la chica más popular del colegio y
salir con ella era satisfacer una fantasía. Carmen acababa de terminar con un tipo con
quien había estado relacionada durante dos años y supongo que tenía que
probarse algo a sí misma (apartó la mirada). Las cosas se salieron de control y dos meses
después Carmen me anunció que estaba embarazada. Para serte sincero, yo estaba feliz con la
noticia, muy feliz. No vacilé un minuto
en decidirme a que nos casáramos. Entonces yo estaba demasiado enamorado para
ver con claridad. Ocho meses después de
la boda nació Nicole...
Vaciló, como
ordenando sus recuerdos.
M: Creo que no
todas las mujeres tienen instinto maternal. Era el caso de Carmen. Ni siquiera quería tomar en brazos a Nicole,
no quería tener nada que ver con ella. Cuando yo regresaba a casa por las noches,
descubría que había descuidado a la niña la mayor parte del día. Pero yo la disculpaba; los inexplicables
moretones en el bebé, la expresión de miedo que veía en los ojos de mi hija
cada vez que su madre estaba cerca. Comencé
a dejar a Nicole con mis padres, para asegurarme de que estaba bien cuidada.
Victoria se
mordió la comisura del labio al ver el dolor retratado en el rostro de Marcos.
M: Para ser justo
con Carmen, debo confesar que yo no era el mejor de los esposos en esos
primeros meses. No tenía tiempo para
serlo. Cuando nos volvimos a encontrar,
yo me sentía como el gran triunfador. Luego
las cosas comenzaron a marchar mal en el negocio y casi perdí hasta la camisa.
M: Después (continuó
con lentitud), supe que mientras yo me afanaba por salvar la compañía, Carmen
estaba saliendo con su antiguo novio, Leo.
V: Oh, Marcos.
M: Nicole es mi
hija, de eso no hay duda. Pero Carmen
nunca quiso hijos en realidad y se sentía atrapada en nuestro matrimonio. Nos separamos cuando Nicole apenas había
cumplido su primer año.
V: ¿Como fue que
falleció?
M: Como te dije
luego de separarnos, yo me quede con la custodia de Nicole y ella se fue a
vivir con Leo. Y varios días después un
oficial de policía me comunicó del accidente que cegó la vida de ambos. Nicole no recuerda nada de su relación con su
madre, gracias a Dios, y parece tener una imagen idealizada de su madre. Tiene la foto de Carmen en su cuarto y en
ocasiones la encuentro mirándola con nostalgia (hizo una pausa y consultó su
reloj). ¿A qué hora se supone que
debemos recoger a las chicas?
V: A las ocho.
M: Ya son las
ocho y cinco.
V: Cielos (Victoria
se echó el bolso al hombro mientras se deslizaban fuera del compartimento y se
apresuraba hacia la caja. Marcos
insistió en pagarle el café y ella no quiso perder tiempo discutiendo).
Caminaron con
rapidez hacia sus autos.
M: Victoria (dijo
él, mientras Victoria sacaba la llave de su bolso). Esperaré un par de minutos para no llegar al
mismo tiempo.
Victoria le
dirigió una sonrisa agradecida.
V: Bien pensado.
M: Victoria.
Ella alzó la
mirada interrogante mientras él se le acercaba.
M: No intérpretes
mal esto (dijo Marcos con suavidad. La estrechó en un abrazo gentil). Lamento lo que Antonio te hizo. Ese hombre es un tonto (la besó con ternura en
la frente y luego se volvió de improviso y se alejó de ella).
Victoria tardó un
minuto en serenarse lo suficiente para entrar a su auto y ponerlo en marcha.
Continuará...
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