jueves, 28 de noviembre de 2013

Capítulo 7

Cuando Me Enamoro

Capítulo 7

En Casa de Victoria
V: Tenemos que hablar.
Cristina apartó con renuencia la vista de su ídolo.
C: Mami, ¿no puedes esperar?
Frustrada, Victoria suspiró.
V: Supongo que sí.
C: Bien.
Cristina ya la había sacado de su "onda".  Victoria se fue a la cocina.  Abrió y cerró alacenas, en busca de algo interesante para la cena.  Una lata de atún no alcanzaría la aprobación de Cristina.  La adolescencia no había estropeado su saludable apetito, eso era cierto.
Victoria asomó la cabeza por la puerta de la sala.
V: ¿Qué te parece ensalada de atún para cenar?
Cristina ni se dignó volverse a mirarla, sólo bajó el pulgar hacia el suelo.
V: ¿Sopa y emparedados?
Una vez más el pulgar de la niña indicó su desaprobación y Victoria gruñó.
V: -Tocineta, lechuga y tomate en pan tostado y sopa de pollo con tallarines —intentó—. Y es lo mejor que puedo ofrecerte.  Tómalo o déjalo.
C: Está bien (accedió Cristina, alzando el pulgar).
Victoria estaba friendo el tocino cuando Cristina se reunió con ella en la cocina, sentándose en un banco a su lado.
C: ¿Me querías decir algo?
V: Sí (Victoria se concentró en untar mayonesa sobre las rebanadas de pan integral, mientras hacía un esfuerzo por ordenar sus pensamientos.  Vaciló por un momento, tratando de encontrar alguna manera de decir lo que tenía que decir sin hablar más de lo necesario).
C: Debe de ser algo serio (pensó Cristina).  ¿Te llamó mi maestra por teléfono al trabajo o algo así?
V: No, ¿había alguna razón para qué me llamara? (Victoria escrutó el rostro de su hija). 
Cristina negó con la cabeza.
C: No.  Este año soy la alumna estrella.  Nicole y yo estamos muy bien en los estudios. Sólo espera a que te llegue la tarjeta de reporte.
V: Te creo (Victoria nunca había tenido problemas serios con relación al aprovechamiento académico de su hija).  Lo que tengo que decirte se refiere a Nicole y... (vaciló; tragó saliva) y a su padre.
C: Qué guapo es el señor Guerrero, ¿verdad?
V: Supongo que sí (dijo Victoria con seriedad).
M: Oh, mami, no te hagas... es un galán de telenovelas.
V: Está bien (Victoria no quiso ser alentar mucho a su hija).  Debo admitir que tiene cierto... atractivo (Cristina sonrió de oreja a oreja).  Pues bien, en realidad era del señor Guerrero de quien te quería hablar (continuó Victoria, mientras colocaba unas rebanadas de tomate sobre el pan).
C: ¿De veras? (los ojos de la niña se abrieron mucho).
V: Sí, yo... pues... quería decirle que no sería buena idea que nosotros cuatro volviéramos a hacer cosas juntos.
Cristina miró a su madre con asombro y decepción.
C: ¿Por qué no?
V: Pues... porque él y yo somos personas muy ocupadas (ni Victoria misma encontró convincente la razón, pero le era imposible decir a su hija que la -atracción que sentía por ese hombre la aterraba).
C: ¡Oh, mami, por Dios! ¡Eso es absurdo!
V: Está bien; seré sincera (Victoria se preguntó si una chica de doce años podría entender las complejidades de las relaciones adultas).  No quiero dar al papá de Nicole una idea equivocada (dijo con precaución).
Cristina se inclinó hacia adelante, apoyando los codos sobre el mostrador de la cocina y la cara entre las dos manos.
C: ¿Una idea equivocada sobre qué?
V: Sobre mí (Victoria tragó saliva y encogió los hombros con bochorno).
C: ¿Sobre ti? (Cristina arrugó el ceño.  Luego abrió la boca al entender y su ceño se aclaró).  Ah, ya sé; no quieres que el señor Guerrero crea que andas en busca de marido.
V: ¡Le atinaste! (sonrió Victoria).
C: Pero, mami, a mí me parecería sensacional que tú y éI se entendieran.  Por cierto, Nicole y yo lo estábamos comentando hoy.  Piensa en todas las ventajas.  Podríamos ser una verdadera familia y podrías tener más bebés... a Nicole y a mí nos gustaría tener hermanitos.  Y si te casas con el señor Guerrero podríamos salir todos juntos de vacaciones.  
Victoria estaba tan asombrada que le costó trabajo recuperar la voz.
V: De ninguna manera, Cristina
Victoria se acercó una silla y se sentó antes que le fallaran las piernas.  Todo ese tiempo había dado por sentado que era una buena madre, que había dado a su hija todo lo que necesitaba para compensar la falta de presencia paterna, pero por lo visto no era así.  Y Cristina y Nicole conspiraban para juntarla con Marcos.  ¡Y nada menos que con lazos conyugales! Tenía que hacer algo.

Decidió hablar con Marcos, pero no se presentó una oportunidad sino hasta mucho después esa noche, cuando Cristina ya estaba dormida.  Al menos eso esperaba Victoria. Marcó el número y rogó al cielo que no contestara Nicole.
Por suerte no contestó la niña.
V: Marcos, habla Victoria (murmuró, cubriendo el auricular con una mano enconchada).
M: ¿Qué pasa? ¿Tienes laringitis?
V: No, no quiero que Cristina me oiga llamándote.
M: Entiendo. ¿Finjo que eres otra persona para que Nicole tampoco se dé cuenta?
V: Por favor (Victoria se irritó un poco por el humor que adivinaba en la voz de Marcos).  Tenemos que hablar.
M: ¿Sí?
V: No tienes idea de lo que acabo de saber. Las chicas están tramando casarnos.
M: ¿Casarnos? (casi gritó él).
Eso iba a provocar una reacción en él, había sabido Victoria.
M: ¿Cuándo quieres que nos veamos?
V: Lo más pronto posible (era obvio que él todavía pensaba que ella bromeaba, pero no lo culpaba.  La situación no era para menos).  Cristina ya ha preparado planes para ir con Nicole a nadar el miércoles a la piscina municipal por lo que no va estar en casa.  ¿Qué tal si nos vemos en el Denny's después que dejes a Nicole?
M: ¿A qué hora? (dijo Marcos con el mismo tono de quienes traman una estrategia en territorio enemigo).
V: A las siete y diez (esto les daría a los dos tiempo suficiente para llegar al restaurante).
M: ¿Debemos sincronizar nuestros relojes?
V: Esto no es un chiste, Marcos.
M: No me estoy riendo.
Pero sí se reía, y Victoria estaba furiosa.
C: Nos veremos, entonces.
M: Las siete y diez, miércoles por la noche, en Denny's —(repitió él con una solemnidad grotesca).  Estaré allí.

La noche de su cita, Victoria llegó al restaurante antes que Marcos.  Ya se había arrepentido de haberlo citado en Denny's, pero era demasiado tarde para cambiar el plan.  Podían encontrarse a otros clientes que podrían reconocer a Marcos o a ella, y Victoria temía que el rumor de su encuentro pudiera llegarles a sus hijas.  Si Cristina y Nicole se enteraban de este encuentro privado, podrían hallar una motivación en su deseo de casarlos.
Marcos entró al restaurante y miró a su alrededor. No parecía reconocer a Victoria y ella se quitó los anteojos para sol y agitó una mano.  Marcos la miró y, aún desde el otro lado del local, Victoria pudo notar que él hacía esfuerzos por contener la risa.
M: ¿A qué vienen los anteojos oscuros y la pañoleta? (preguntó cuándo se sentó enfrente de ella).
V: Temía que alguien nos reconociera y se lo dijera a nuestras hijas (a Victoria le parecía muy lógico, pero era evidente que a Marcos le parecía absurdo).
Pero todo lo que él dijo fue:
M: Entiendo (y miró a su alrededor con aire conspiratorio bastante cómico dice).  ¿Prefieres que me siente en el compartimento contiguo y hablemos uno a espaldas del otro?
V: No seas tonto.
M: ¿Yo? (Marcos esbozó una sonrisa irónica y tomó el menú).  ¿Tienes hambre?
V: No (la actitud de Marcos comenzaba a irritar a Victoria).  Sólo tomaré café.
M: Nicole preparó la cena para esta noche y la verdad es que me muero de hambre.
Cuando la camarera apareció, él ordenó una cena completa.  Victoria pidió café.
M: Está bien, ¿qué pasa, Sherlock Holmes? (preguntó él, una vez que sirvieron el café).
V: Para empezar... Cristina nos vio la otra noche cuando me besabas.
Marcos no comentó nada, pero su ceño se arrugó un poco.
V: Me parece que las dos han estado hablando y, por lo que me pude dar cuenta, quieren... eh... pues, ¿cómo decirlo?... quieren juntarnos.
M: Ya veo.
Para desazón de Victoria, Marcos no parecía en absoluto consternado por esta revelación.
M: ¿Te parece tan terrible?
V: ¡Marcos! (dijo ella, retándolo e inclinándose hacia él).  Cristina me comentó que ella y Nicole han pensado que sería muy conveniente que tú y yo nos casáramos (esperó la reacción de Marcos, pero él permanecía impasible y tranquilo).  Incluso me dijo que yo podría dejar de trabajar y que podría quedarme en casa a... a hacer galletas y cosas así.
M: ¿Qué clase de galletas?
V: ¡Marcos, si vas a convertir esto en una broma, me iré! (Victoria comenzó a deslizarse fuera del compartimento, pero él la detuvo alzando una mano).
M: Está bien, lo siento.
No parecía muy arrepentido y Victoria exhaló un suspiro de fastidio.
V: Esto podrá parecerte cosa de risa, pero a mí no.
M: Victoria, somos adultos (declaró él con voz pausada).  No vamos a dejar que un par de chiquillas nos manipulen.
V: Sí, pero...
M: Desde el principio hemos sido honestos el uno con el otro.  Eso no cambiará.  Tú no tienes interés en casarte, ni yo tampoco.  Mientras ambos pensemos lo mismo, lo que hagan o digan ellas nos debe tener sin cuidado.
V: Pero hay algo más (dijo Victoria con vehemencia).
M: ¿Qué es?
V: Marcos, hay algo en lo que estamos fallando como padres.
M: ¿Por qué dices eso? (preguntó Marcos con ceño de duda).
V: ¿No es obvio?, Cristina quiere una familia completa, y supongo que tu hija también.  Lo que Cristina está diciendo sin decirlo es que anhela un padre.  Nicole desea a su vez una madre.
El humor desapareció de los ojos de Marcos.
M: Entiendo. ¿Y crees que todo esto comenzó porque Cristina nos vio besarnos?
V: No sé (murmuró Victoria).  Pero conozco a mi hija y cuando quiere algo va tras ello con la fuerza de un bulldog y no deja hasta conseguirlo.
M: Nicole también es así respecto a ciertas cosas (repuso Marcos con aire pensativo).
La camarera llegó con el emparedado de roast beef para Marcos y volvió a llenar de café la taza de Victoria.
Quizá Victoria había reaccionado exageradamente ante la situación, pero creía tener razones para estar preocupada.
V: Supongo que pensarás que estoy haciendo una tormenta en un vaso de agua.
M: ¿Sobre la manipulación de las chicas?
V: No; sobre el hecho de que hemos tratado de veras ser padre y madre a la vez, sin conseguirlo del todo.
M: Debo admitir que a mí también me preocupa eso.
V: Toda la semana he estado aterrada pensando en qué me habré equivocado.  Tenemos que afrontar esto.  Tomar decisiones importantes.
M: ¿Qué sugieres?
V: Para empezar, debemos reprimir todo indicio de implicación sentimental.  Comprendo que, siendo las chicas tan buenas amigas, tú y yo tendremos que vernos con relativa frecuencia (Victoria hizo una pausa y se mordió el labio inferior).  No quiero perturbar su amistad.
M: Estoy de acuerdo. La amistad con Cristina ha ayudado mucho a mi hija.
V: Tú y yo pasamos varios meses sin hablarnos.  No habrá necesidad de que nos veamos muy seguido, ¿no crees?
M: Pero Nicole pasará la noche en tu casa el próximo jueves; a menos que prefieras que no vaya.
V: Por supuesto que se puede quedar con nosotras.
Marcos asintió y pareció aliviado.
M: Para serte sincero, no creo que regresaría a casa de la señora Lopez sin armar una guerra terrible.
V: Cuidar de Nicole es una cosa, pero otra muy diferente que volvamos a hacer algo los cuatro juntos.

Marcos volvió a asentir, pero no pareció complacido con la sugerencia.
M: También creo que sería lo mejor.
V: No debemos alentar sus estrategias.

Marcos apartó su plato, tomó su vaso con agua y lo colocó entre las dos manos.
M: ¿Sabes una cosa, Victoria? Pienso mucho en ti (hizo una pausa y luego le dirigió una sonrisa juguetona).  Tienes la costumbre de vestirte un poco rara de vez en cuando, pero respeto tu buen juicio.  Me gustaría considerarte una amiga.
V: Yo también quiero tu amistad
Marcos sonrió y la miró sin pestañear durante un momento, luego apartó la mirada.
M: Sé que quizás el beso de la otra noche te parezca un gran error, y es posible que tengas razón, pero no me arrepiento (dijo Marcos y vaciló, como esperando alguna airada réplica, pero como Victoria permaneció en silencio, continuó).  Hacía mucho tiempo que no tomaba la mano de una mujer en el cine ni besaba a una en la forma en que te besé. Es agradable volverse a sentir joven e inocente.
Victoria bajó la mirada a su taza.  También a ella le había gustado.  Tanto que desde entonces estaba aterrada.  Muy fácilmente podría enamorarse de Marcos y eso sería lo peor que podía sucederle.  No estaba dispuesta a correr otra vez semejante riesgo.
M: De una manera extraña nos necesitamos (afirmó Marcos).  Nicole necesita una buena imagen femenina con la cual identificarse, una imagen materna, y ella te considera maravillosa.  Cristina a su vez necesita una figura paterna.  Lo más natural es que nos quieran juntar.
V: Sí. Pero no debemos comprometernos sentimentalmente.
M: De acuerdo (aceptó Marcos con convicción para tranquilizarla).
Permanecieron en silencio largo rato.
M: ¿Por qué?
Curiosamente, Victoria supo de inmediato lo que él estaba preguntando.
V: Mis relaciones anteriores me han enseñado a no creer en el amor (Victoria hizo una pausa y apartó la mirada).  Su voz se había convertido casi en un susurro.  Yo había confiado ciegamente en mi anterior pareja, Antonio.  Después, cuando habíamos decidido convivir juntos, muchas veces me dijo que tenía que trabajar tarde, hubo muchas ausencias inexplicadas, pero tampoco cuestioné eso.  Ahora pienso en todas esas noches que me pasaba sola, confiando en que él estaba trabajando... para después descubrir que había estado con otra mujer.
M: ¿Cómo lo descubriste?
V: ¿Lo de la primera mujer?
M: ¿Hubo más?
Victoria asintió, avergonzada al revelar a Marcos su debilidad.
V: Estuve ciega a sus engaños durante los primeros dos años.  Cuando descubrí su infidelidad, me enfermé físicamente.  Sin embargo, permanecí con él, confiando en sus promesas de cambio.  Yo deseaba tanto creer en él, confiar en él, que acepté todo lo que me decía, por increíble que pareciera.  El problema era que cuanto más lo perdonaba, más bajo caía mi autoestima.  Llegué a convencerme de que todo era mi culpa.  Pensaba que me faltaba algo que él se veía obligado a buscar en las otras.
M: Ahora sabes que eso no es verdad, ¿no es cierto?
La voz de Marcos era tan gentil, tan tierna, que Victoria tuvo que reprimir una oleada de emoción.
V: Pensé que Antonio iba a cambiar, como siempre me prometía (prosiguió ella en tono apacible).  Creo que esa fue una de las razones por las que aguanté tanto tiempo. Además, creo.  Pero él nunca cambió.  Una tarde, sin saber qué lo provocó con exactitud, decidí de repente que ya no podía seguir viviendo con él.  Hice mi equipaje y el de Cristina y nos fuimos.  Nunca regresé con él, nunca quise regresar.  Mi amor por él había muerto.
Marcos tomó la mano de Victoria, pasó un momento antes que él hablara y, cuando lo hizo, su voz estaba tensa por el dolor recordado.
M: Yo pensaba que Carmen era la mujer más dulce y gentil en este mundo.  Por absurdo que parezca, creo que me enamoré de ella incluso antes de conocer su nombre.  Era porrista del colegio y una de las chicas más populares entre los estudiantes, y yo me sentía como un don nadie.  Por casualidad, nos conocimos varios años después de la graduación, cuando yo apenas comenzaba a progresar.  Me había comprado un pequeño negocio junto con mi padre lo administrábamos.  Y yo trabajaba noche y día para echar a andar el negocio.
Marcos hizo una pausa, y añadió con voz nostálgica:
M: Mi posición era en cierto sentido envidiable.  Un chico de provincia que progresa... boberas por el estilo.  Ella fue la chica más popular del colegio y salir con ella era satisfacer una fantasía.  Carmen acababa de terminar con un tipo con quien había estado relacionada durante dos años y supongo que tenía que probarse algo a sí misma (apartó la mirada).  Las cosas se salieron de control y dos meses después Carmen me anunció que estaba embarazada.  Para serte sincero, yo estaba feliz con la noticia, muy feliz.  No vacilé un minuto en decidirme a que nos casáramos. Entonces yo estaba demasiado enamorado para ver con claridad.  Ocho meses después de la boda nació Nicole...
Vaciló, como ordenando sus recuerdos.
M: Creo que no todas las mujeres tienen instinto maternal. Era el caso de Carmen.  Ni siquiera quería tomar en brazos a Nicole, no quería tener nada que ver con ella.  Cuando yo regresaba a casa por las noches, descubría que había descuidado a la niña la mayor parte del día.  Pero yo la disculpaba; los inexplicables moretones en el bebé, la expresión de miedo que veía en los ojos de mi hija cada vez que su madre estaba cerca.  Comencé a dejar a Nicole con mis padres, para asegurarme de que estaba bien cuidada.
Victoria se mordió la comisura del labio al ver el dolor retratado en el rostro de Marcos.
M: Para ser justo con Carmen, debo confesar que yo no era el mejor de los esposos en esos primeros meses.  No tenía tiempo para serlo.  Cuando nos volvimos a encontrar, yo me sentía como el gran triunfador.  Luego las cosas comenzaron a marchar mal en el negocio y casi perdí hasta la camisa.
M: Después (continuó con lentitud), supe que mientras yo me afanaba por salvar la compañía, Carmen estaba saliendo con su antiguo novio, Leo.
V: Oh, Marcos.
M: Nicole es mi hija, de eso no hay duda.  Pero Carmen nunca quiso hijos en realidad y se sentía atrapada en nuestro matrimonio.  Nos separamos cuando Nicole apenas había cumplido su primer año.
V: ¿Como fue que falleció?
M: Como te dije luego de separarnos, yo me quede con la custodia de Nicole y ella se fue a vivir con Leo.  Y varios días después un oficial de policía me comunicó del accidente que cegó la vida de ambos.  Nicole no recuerda nada de su relación con su madre, gracias a Dios, y parece tener una imagen idealizada de su madre.  Tiene la foto de Carmen en su cuarto y en ocasiones la encuentro mirándola con nostalgia (hizo una pausa y consultó su reloj).  ¿A qué hora se supone que debemos recoger a las chicas?
V: A las ocho.
M: Ya son las ocho y cinco.
V: Cielos (Victoria se echó el bolso al hombro mientras se deslizaban fuera del compartimento y se apresuraba hacia la caja.  Marcos insistió en pagarle el café y ella no quiso perder tiempo discutiendo).
Caminaron con rapidez hacia sus autos.
M: Victoria (dijo él, mientras Victoria sacaba la llave de su bolso).  Esperaré un par de minutos para no llegar al mismo tiempo.
Victoria le dirigió una sonrisa agradecida.
V: Bien pensado.
M: Victoria.
Ella alzó la mirada interrogante mientras él se le acercaba.
M: No intérpretes mal esto (dijo Marcos con suavidad. La estrechó en un abrazo gentil).  Lamento lo que Antonio te hizo.  Ese hombre es un tonto (la besó con ternura en la frente y luego se volvió de improviso y se alejó de ella).
Victoria tardó un minuto en serenarse lo suficiente para entrar a su auto y ponerlo en marcha.

Continuará...

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