Cuando Me Enamoro
Capítulo 11
VICTORIA no
durmió bien esa noche, ni las dos siguientes. Marcos había sugerido que cenaran juntos el
siguiente fin de semana. Parecía una
eternidad, pero tenía varios asuntos de negocios que requerían su atención.
Victoria deseaba
que él no le hubiera concedido tanto tiempo para pensarlo. Si hubieran podido irse tranquilamente a un
cine al día siguiente de la fiesta de cumpleaños, no estaría tan nerviosa.
Cuando llegó al
trabajo el lunes por la mañana, su cerebro estaba tan confuso que se sentía
como si caminara en medio de la niebla. Dos
veces durante la semana estuvo tentada a llamar a Marcos para decirle que sería
mejor seguir como antes.
Sec: Buenos días (murmuró
a su secretaria en tono distraído, apenas alzando la mirada de algunos
documentos). ¿Qué tal estuvo su fin de semana?
V: Emocionante (respondió
Victoria con una sonrisa irónica a Romina). Fui a patinar con un montón de jovencitas.
Sec: Qué gran
aventura (murmuró Romina, haciendo notar su gusto por el deporte del patinaje).
Victoria le pide
una taza de café y regresó su vista a los documentos que estaba examinado. Se sentía tan mal que necesitaba algo que le
aclarara la mente.
R: Supongo que no
se habrá enterado de lo que está sucediendo en Deportes Extremos, ¿verdad? (preguntó
Romina, volviendo a llenar de café su taza).
De no haber
dejado su taza sobre el escritorio poco antes, a Victoria se le habría escapado
de los dedos.
V: ¿Deportes
Extremos? (preguntó con voz turbia).
R: Sí (Romina se
sentó frente al escritorio de Victoria). Hay otra noticia sobre Marcos Guerrero en el
periódico de esta mañana. Hace seis
meses compró a John Becky la mayoría de la compañía. Supongo que sabrá usted quién es John Becky,
¿no?
V: Por...
supuesto.
R: Según parece, Guerrero
entró a la compañía y le inyectó nueva vida. Se ocupó personalmente de la administración y
ha cambiado por completo el rumbo de la empresa... todo para mejorar. No he oído de él nada que no sea bueno. Cada vez que me vuelvo, leo lo grande que es,
o escucho a la gente elogiarlo. Créame, Victoria,
Marcos Guerrero es un hombre que sabe muy bien a dónde va.
Victoria no pudo
estar más de acuerdo. Y sabía a dónde
iría el sábado por la noche. La llevaría
a cenar.
Sábado en la
noche:
C: Ya llegó el
señor Guerrero (anunció Cristina, abriendo la puerta de la habitación de Victoria).
¡Y viene guapísimo!
Una cita para
cenar. Una simple cita para cenar y Victoria
estaba más nerviosa que una adolescente en su primera salida formal con un
chico. Se alisó el vestido rojo con
tacones negro y contuvo el aliento hasta que los pulmones le dolieron.
C: Y tú estás
preciosa, mami.
V: ¿De veras?
C: De veras.
Victoria se puso
un poco más de perfume detrás de las orejas, luego enderezó los hombros y se
volvió para afrontar el largo pasillo que conducía a la sala.
V: Bien, estoy lista.
Cristina abrió la
puerta del cuarto como si abriera el camino a la realeza. Cuando Victoria llegó a la sala, le temblaban
las manos y su corazón se agitaba como ave aprisionada. Cristina tenía razón. Marcos estaba guapísimo en su traje color
negro azabache, camisa color blanca y corbata de seda color negro. El sonrió al verla y se puso de pie, mirándola
con abierta admiración.
M: Hola.
V: Hola (sus
miradas se encontraron y todo lo demás se desvaneció. El pulso de Victoria se aceleró).
C: Sally tiene el
número telefónico del restaurante y su mamá dijo que podía quedarse hasta tarde
(manifestó Cristina, interponiéndose entre los dos adultos y mirando de uno a
otro). Yo no tengo ningún plan, así que
ustedes dos pueden sentirse en libertad para quedarse afuera todo el tiempo que
quieran.
V: ¿Sally? (Victoria
se volvió a mirar a la chica que cuidaría de la niña en su ausencia).
S: Dígame, señora
Fernández.
V: Hay ensalada y
espagueti en el refrigerador para que cenen y algunas rosetas de maíz para
después.
S: Está bien.
V: No llegaré muy
tarde.
C: Pero, mami (interrumpió
Cristina). Ya te dije que no hay
problema si llegan hasta la madrugada.
V: Regresaremos
antes de medianoche (informó Victoria a la niñera, como si no hubiera escuchado
a su hija).
S: Está bien (dijo
la muchacha y Cristina suspiró expresivamente).
Que se diviertan.
Marcos escoltó a Victoria
al coche, que estaba estacionado frente a la casa, y le abrió la puerta. Hizo una pausa, con una mano sobre el hombro
de ella.
M: Me gustaría
besarte ahora, pero tenemos público (afirmó, señalando hacia la casa con un
movimiento de cabeza).
Victoria aventuró
una mirada y descubrió a Cristina parada ante la ventana de la sala, apartando
la cortina y mirándolos con avidez. Sin
duda estaba memorizando todo lo que ellos hacían y decían para informar luego a
Nicole.
V: No podía creer
que Cristina accediera a que Sally viniera (comentó Victoria) Últimamente es de la opinión de que es
bastante grande para cuidarse sola.
M: Nicole dice lo
mismo, pero tampoco opuso ninguna objeción respecto a que la cuidara una
niñera.
V: Creo que deberíamos
contar nuestras bendiciones.
Fueron a un
lujoso y exclusivo restaurante en el centro de la ciudad que recién abrió sus puertas con gran aceptación
entre sus importantes clientes.
Victoria tenía la
boca seca y las manos le sudaban cuando el portero del establecimiento le abrió
la puerta del auto y la ayudó a bajar.
Fueron conducidos
a una mesa desde la cual podía verse el río. El jefe de camareros sostuvo la silla de Victoria
mientras ella se sentaba. Lo primero que
ella notó fue la elegancia del lugar y la atención de sus empleados a cada detalle.
Luego que el jefe de camareros se fue, Victoria
se inclinó hacia adelante y murmuró a Marcos.
V: Parezco una
novata se nota que hace tiempo no tenía una cita… romántica.
M: Oh, deja de
preocuparte (le quitó importancia al nerviosismo de Victoria).
V: Bien, pero si
te avergüenzo, no me culpes.
Marcos emitió una
sonrisa divertida y tomó el menú.
La cena fue todo
lo que Victoria pudo haber deseado y más. La comida era excepcional, pero para ella lo
mejor de la velada fue la compañía de Marcos. Nunca antes se había sentido tan a gusto en compañía
de un hombre. La hacía sonreír, pero
también la estimulaba con una charla inteligente. Hablaron sobre sus hijas y las exigencias de
ser padres. Comentaron las metas
profesionales de Victoria y los planes de Marcos para la compañía de cada uno
de ellos. Tocaron diversos temas, pero
sin concentrarse en uno solo.
Cuando concluyó
la cena, Victoria lamentó que terminara la velada. Alzó la delicada taza de porcelana, observando
su hermoso diseño, y dio un trago al aromático café. Luego frunció el entrecejo al notar que Marcos
la miraba con fijeza.
V: ¿Qué pasa?
M: Nada.
V: ¿Entonces por
qué me miras así?
Marcos se relajó,
se apoyó contra el respaldo de su silla y sonrió.
Lo siento. Sólo estaba admirando tu belleza y pensaba en
el gusto que me da que nos hayamos conocido. Nada ha sido igual desde entonces. Nunca creí que una mujer me pudiera hacer
sentir lo que tú, Victoria.
Ella bajó la
mirada, sintiendo una repentina timidez... y una tibieza maravillosa. Su vida también había cambiado. Volvía a soñar, a sentir, a confiar. Todo era estupendo... y temible al mismo
tiempo.
V: También a mí
me da gusto (fue su único comentario).
M: Ya sabes lo
que nuestras hijas están pensando, ¿verdad?
Victoria podía
imaginarlo. Sin duda ese par los creería
ya comprometidos después de haber cenado juntos.
V: Es probable
que esperen que anunciemos nuestros planes de boda mañana temprano (dijo Victoria,
tratando de tomarlo a broma).
M: Para serte
sincero, encuentro atractivos algunos aspectos de la vida matrimonial.
Victoria sonrió y
entrecerró los ojos con suspicacia.
V: Vamos, Marcos,
¿cuánto vino has tomado?
M: Es obvio que
demasiado, ahora que lo pienso (respondió él, con una amplia sonrisa, luego se
puso serio). Pero, broma aparte, quiero
decirte que disfruto mucho tu compañía. Cada
vez que estoy contigo siento que la vida es hermosa... vuelvo a reír, a
disfrutarlo todo.
V: Yo haría reír
a cualquiera. En especial si traigo el
pijama bajo un abrigo o si me pongo patines (no sabía a dónde estaba
conduciendo la charla, pero el hecho de que Marcos hablara con tanta honestidad
sobre la promesa de su relación la enervaba. Ella sentía lo mismo, pero no tenía el valor
de admitirlo).
M: Me alegro de
que hayas accedido a que saliéramos juntos.
V: Yo también (repuso
Victoria, pero deseó fervientemente que su madre no se enterara de esto, aunque
Cristina ya debía de haber llamado a su abuela para contarle la gran noticia. Bajó la mirada y la clavó en unas migajas que
de repente cobraron una especial importancia). Hasta el momento ha... resultado bien. El que hayamos salido juntos, quiero decir (había
resultado más que bien. Pero el hecho de
que alguien como Marcos Guerrero quisiera salir con ella y disfrutara de su
compañía aún la asombraba).
Alzó la mirada
hacia él, con el corazón brillando en sus ojos, expresando lo que no se atrevía
a decir con palabras.
Marcos cerró los
ojos por un instante.
M: Victoria, por
amor de Dios, no me mires así.
V: ¿Cómo?
M: Pues... así. (dice haciéndole miradas intensas que
hipnotizaban a Victoria que hace que le salgan las palabras sin pensar).
V: Creo que
deberías besarme (declaró ella y en el momento en que las palabras brotaron de
su boca apenas pudo creer que las había pronunciado).
M: ¿Qué?
V: No... Nada.
M: ¿Besarte?
¿Ahora? ¿Aquí?
Victoria sacudió
la cabeza, forzando una sonrisa.
V: Olvida que
dije eso. Se me escapó. Algunas veces mi
lengua se desconecta de mi cerebro. (dice retractándose de lo que recién
expresó)
Marcos no apartó
la mirada de ella y alzó una mano. El
camarero apareció muy pronto y, sin dejar de mirar a Victoria, Marcos murmuró:
M: La cuenta, por
favor.
Camarero: En
seguida, señor.
Salieron del
restaurante tan pronto que a Victoria le daba vueltas la cabeza. Una vez que estuvieron sentados en el auto, Marcos
hizo una pausa, frunciendo el entrecejo; sus manos apretaban el volante.
V: ¿Qué sucede? (preguntó
Victoria con nerviosismo).
M: Fuimos tontos.
Debimos haber compartido la-niñera.
Victoria había
pensado lo mismo antes, pero no quiso mencionarlo porque no quería propiciar la
conspiración de sus hijas.
M: No puedo
llevarte a mi casa porque Nicole nos acosaría a preguntas, y supongo que lo
mismo sucedería con Cristina en tu casa.
V: Es cierto (además,
Cristina estaría muy decepcionada si ellos se presentaban tan temprano). Todavía faltaba mucho para la medianoche.
M: ¿Donde se
supone que debo besarte, Victoria Fernández?
Oh, cielos, la
había tomado en serio.
V: Marcos... fue
una broma.
El ignoró el
comentario.
M: No conozco un
solo mirador en la ciudad.
V: Marcos, por
favor (Victoria se sintió sonrojar).
Marcos se inclinó
y le rozó la mejilla con los labios.
M: Tengo una idea
sobre lo que podemos hacer, pero no te rías.
V: ¿Una idea? ¿Cuál?
M: Pronto lo
verás.
Marcos enfiló el
coche hacia la calle y cruzó rápidamente la ciudad en dirección a la autopista,
y no salió de ella sino hasta llegar al barrio.
V: Marcos... (Murmuró
Victoria, mirando las poco familiares calles).
¿Qué hay aquí? (casi tan pronto como ella formulara la pregunta,
apareció en la distancia una pantalla enorme).
¿Un auto cinema?
M: ¿Tienes alguna
mejor idea?
V: No (sonrió Victoria,
sin poderlo evitar. ¡La estaba llevando
a un auto cinema para poderla besar!
M: No te puedo
garantizar la calidad de la película. Es
fin de semana de estreno y, si recuerdo bien la publicidad, se trata de una de
esas cintas de moda con grandes cantidades de sangre y horror.
V: Siempre que no
sea Masacre Juvenil. Cristina nunca me
perdonaría que la haya visto sin ella.
M: En honor a la
verdad, no creo que vayamos a ver mucho de la película (Marcos le dirigió una
mirada de exagerada picardía, alzando las cejas sugestivamente).
Victoria adoptó
un aire de cómico pudor.
V: No creo que mi
madre aprobaría que vaya a un auto cinema en mi primera cita con un chico.
M: Y con justa
razón, especialmente si supiera lo que tengo en mente.
Aunque el clima
había sido benévolo y el cielo estaba claro y sin nubes, sólo había unos
cuantos autos en el amplio lote.
Marcos se
estacionó lo más lejos posible de los demás. Conectó el magnavoz, pero con el volumen muy
bajo. Cuando terminó de hacerlo pasó un
brazo alrededor de los hombros de Victoria y la estrechó contra sí.
M: Ven acá,
mujer.
Victoria apoyó la
cabeza en el hombro masculino y fingió interés en los personajes de la caricatura
que se estaba proyectando en la pantalla. Sentía en el estómago mariposas de nerviosa
expectación.
M: ¿Victoria? (la
voz de Marcos era baja y seductora).
Ella ladeó la
cabeza para mirarlo y los ojos de él la recorrieron con lentitud el rostro. Quemándola con toda su intensidad. La franqueza de su deseo le robó a ella el
aliento. El corazón le latía con
violencia, aunque él todavía ni siquiera la besaba. Una mirada de deseo de Marcos y ya se derretía
a sus pies.
Su primer impulso
fue decir alguna broma. Eso la había
salvado en el pasado, pero antes que pudiera decir o hacer algo, la boca de Marcos
descendió sobre la de ella, incitándola con suaves mordiscos, despertando en
ella un eléctrico cosquilleo que la recorrió de pies a cabeza. De manera instintiva, los dedos de Victoria
subieron hasta el pecho masculino y luego alrededor de la nuca. Marcos le provocaba un deseo tan abrumador. Victoria pensó que se ahogaría en las
sensaciones que la inundaban. Hacía
muchos años que no sentía unas ansias como esta y su intensidad la hizo
temblar. Marcos había despertado la
parte femenina que había permanecido latente por tanto tiempo. Y de repente todo ese tiempo sin amor se
desataba en ella como una vorágine. Años
de resentimiento, de decepción, de duda le constriñeron tanto el pecho que
apenas podía respirar. Un sollozo
estremecido brotó de su garganta y su sonido los apartó. Lágrimas que ella no podía explicar asomaban a
sus ojos y corrían incontenibles por sus mejillas.
M: Victoria, ¿qué
pasa?
Ella trató de
apartarse, pero Marcos no la dejó. Le
hizo a un lado el pelo del rostro y alzó la cara para mirarla a los ojos.
M: Estás llorando
(dijo él en tono consternado). Dios
santo, ¿qué te hice?
Ella sacudió la
cabeza con vehemencia, sin poder encontrar la voz para explicarse.
M: Victoria,
dime, por favor. ¿Qué sucede? ¿Te hice daño?
V: Sólo... sólo
abrázame (susurró ella).
El la abrazó,
besándole la cabeza cuando ella se refugió en el firme y cálido remanso del
pecho masculino de Marcos. Pero las
lágrimas seguían fluyendo, por más que trataba de contenerlas.
V: No puedo creer
que estoy haciendo esto (murmuró ella con voz entrecortada por los sollozos). Oh, Marcos, me siento tan ridícula.
M: No. Llora, Victoria. Entiendo.
V: ¿De verdad?
Bien, me alegro; así me lo podrás explicar.
Ella pudo sentir
la sonrisa de Marcos mientras la besaba en un párpado. Victoria gimió un poco cuando él bajó la boca
hacia su mejilla, luego a su mentón y, cuando ya no pudo soportarlo más, Victoria
volvió su cara, para buscarle la boca. Marcos
no la decepcionó, besándola con suavidad una y otra vez hasta que ella estuvo
convencida de que su corazón cesaría de latir si alguna vez él dejaba de
abrazar y besar.
M: Dios santo, Victoria
(susurró él después de un rato, apartándose de ella y apoyándose contra el
respaldo del asiento del auto, con los ojos cerrados. Su rostro era un cuadro
de deseo pugnando por reprimirse. Aspiró varias veces).
Las mejillas de Victoria
estaban encendidas de confusión y deseo.
M: Victoria,
escucha...
V: No, déjame
hablar primero (lo interrumpió ella; luego vaciló. Ahora que tenía su atención, no sabía qué
decir). Lo siento, Marcos. Lo lamento de veras. No sé lo que me pasó, pero tú no fuiste el
causante de mis lágrimas. Bien, lo
fuiste, pero no de la manera que piensas.
M: Victoria, por
favor (dice Marcos tomándole el rostro entre sus manos). No te avergüences por tus lágrimas. Créeme cuando te digo que siento lo mismo que
tú, sólo que se manifiesta de distinta manera.
Victoria lo miró
con fijeza, sin saber si comprendía a ciencia cierta.
M: Ha sido tan
larga la espera tanto para ti como para mí (prosiguió Marcos). Me siento como si volviera a ser un
adolescente. Y no por haber venido al auto
cinema.
Los labios de Victoria
temblaron por el esfuerzo por sonreír. Marcos
apoyó la frente contra la de ella.
M: Tenemos que
tomar esto con mucha, mucha calma.
Victoria lo miró
sin saber qué decir.
M: Tengo una
fiesta de la compañía dentro de dos semanas (continuó él). Quiero que me acompañes. ¿Lo harás? Victoria asintió. Marcos la estrechó y ella acomodó la cabeza
contra su pecho. Él le acarició el
hombro y la besó la frente hasta llegar a sus labios.
M: Estás muy
silenciosa (dijo él unos minutos después). ¿En qué piensas?
Victoria suspiró
y se acurrucó contra él.
V: Se me ocurrió
que por primera vez en mi vida me encontré un verdadero príncipe. Hasta ahora sólo había conocido sapos.
Finaliza la película aunque como predijo Marcos no prestaron nada de atención, solo se dedicaron a mimarse, quererse y besarse.
M: La próxima vez contrataremos una niñera para nuestras hijas y esta vez sin horario de llegada...
Continuará….
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