viernes, 29 de noviembre de 2013

Capítulo 11

Cuando Me Enamoro
Capítulo 11

VICTORIA no durmió bien esa noche, ni las dos siguientes.  Marcos había sugerido que cenaran juntos el siguiente fin de semana.  Parecía una eternidad, pero tenía varios asuntos de negocios que requerían su atención.
Victoria deseaba que él no le hubiera concedido tanto tiempo para pensarlo.  Si hubieran podido irse tranquilamente a un cine al día siguiente de la fiesta de cumpleaños, no estaría tan nerviosa.
Cuando llegó al trabajo el lunes por la mañana, su cerebro estaba tan confuso que se sentía como si caminara en medio de la niebla.  Dos veces durante la semana estuvo tentada a llamar a Marcos para decirle que sería mejor seguir como antes.
Sec: Buenos días (murmuró a su secretaria en tono distraído, apenas alzando la mirada de algunos documentos). ¿Qué tal estuvo su fin de semana?
V: Emocionante (respondió Victoria con una sonrisa irónica a Romina).  Fui a patinar con un montón de jovencitas.
Sec: Qué gran aventura (murmuró Romina, haciendo notar su gusto por el deporte del patinaje).
Victoria le pide una taza de café y regresó su vista a los documentos que estaba examinado.  Se sentía tan mal que necesitaba algo que le aclarara la mente.
R: Supongo que no se habrá enterado de lo que está sucediendo en Deportes Extremos, ¿verdad? (preguntó Romina, volviendo a llenar de café su taza).
De no haber dejado su taza sobre el escritorio poco antes, a Victoria se le habría escapado de los dedos.
V: ¿Deportes Extremos? (preguntó con voz turbia).
R: Sí (Romina se sentó frente al escritorio de Victoria).  Hay otra noticia sobre Marcos Guerrero en el periódico de esta mañana.  Hace seis meses compró a John Becky la mayoría de la compañía.  Supongo que sabrá usted quién es John Becky, ¿no?
V: Por... supuesto.
R: Según parece, Guerrero entró a la compañía y le inyectó nueva vida.  Se ocupó personalmente de la administración y ha cambiado por completo el rumbo de la empresa... todo para mejorar.  No he oído de él nada que no sea bueno.  Cada vez que me vuelvo, leo lo grande que es, o escucho a la gente elogiarlo.  Créame, Victoria, Marcos Guerrero es un hombre que sabe muy bien a dónde va.
Victoria no pudo estar más de acuerdo.  Y sabía a dónde iría el sábado por la noche.  La llevaría a cenar.
Sábado en la noche:
C: Ya llegó el señor Guerrero (anunció Cristina, abriendo la puerta de la habitación de Victoria).  ¡Y viene guapísimo!  
Una cita para cenar.  Una simple cita para cenar y Victoria estaba más nerviosa que una adolescente en su primera salida formal con un chico.  Se alisó el vestido rojo con tacones negro y contuvo el aliento hasta que los pulmones le dolieron.
C: Y tú estás preciosa, mami.
V: ¿De veras?
C: De veras.
Victoria se puso un poco más de perfume detrás de las orejas, luego enderezó los hombros y se volvió para afrontar el largo pasillo que conducía a la sala.
V: Bien, estoy lista.
Cristina abrió la puerta del cuarto como si abriera el camino a la realeza.  Cuando Victoria llegó a la sala, le temblaban las manos y su corazón se agitaba como ave aprisionada.  Cristina tenía razón.  Marcos estaba guapísimo en su traje color negro azabache, camisa color blanca y corbata de seda color negro.  El sonrió al verla y se puso de pie, mirándola con abierta admiración.
M: Hola.
V: Hola (sus miradas se encontraron y todo lo demás se desvaneció.  El pulso de Victoria se aceleró).
C: Sally tiene el número telefónico del restaurante y su mamá dijo que podía quedarse hasta tarde (manifestó Cristina, interponiéndose entre los dos adultos y mirando de uno a otro).  Yo no tengo ningún plan, así que ustedes dos pueden sentirse en libertad para quedarse afuera todo el tiempo que quieran.
V: ¿Sally? (Victoria se volvió a mirar a la chica que cuidaría de la niña en su ausencia).
S: Dígame, señora Fernández.
V: Hay ensalada y espagueti en el refrigerador para que cenen y algunas rosetas de maíz para después.
S: Está bien.
V: No llegaré muy tarde.
C: Pero, mami (interrumpió Cristina).  Ya te dije que no hay problema si llegan hasta la madrugada.
V: Regresaremos antes de medianoche (informó Victoria a la niñera, como si no hubiera escuchado a su hija).
S: Está bien (dijo la muchacha y Cristina suspiró expresivamente).  Que se diviertan.

Marcos escoltó a Victoria al coche, que estaba estacionado frente a la casa, y le abrió la puerta.  Hizo una pausa, con una mano sobre el hombro de ella.
M: Me gustaría besarte ahora, pero tenemos público (afirmó, señalando hacia la casa con un movimiento de cabeza).
Victoria aventuró una mirada y descubrió a Cristina parada ante la ventana de la sala, apartando la cortina y mirándolos con avidez.  Sin duda estaba memorizando todo lo que ellos hacían y decían para informar luego a Nicole.
V: No podía creer que Cristina accediera a que Sally viniera (comentó Victoria)  Últimamente es de la opinión de que es bastante grande para cuidarse sola.
M: Nicole dice lo mismo, pero tampoco opuso ninguna objeción respecto a que la cuidara una niñera.
V: Creo que deberíamos contar nuestras bendiciones.
Fueron a un lujoso y exclusivo restaurante en el centro de la ciudad que recién abrió sus puertas con gran aceptación entre sus importantes clientes.
Victoria tenía la boca seca y las manos le sudaban cuando el portero del establecimiento le abrió la puerta del auto y la ayudó a bajar.  
Fueron conducidos a una mesa desde la cual podía verse el río.  El jefe de camareros sostuvo la silla de Victoria mientras ella se sentaba.  Lo primero que ella notó fue la elegancia del lugar y la atención de sus empleados a cada detalle.  Luego que el jefe de camareros se fue, Victoria se inclinó hacia adelante y murmuró a Marcos.
V: Parezco una novata se nota que hace tiempo no tenía una cita… romántica.
M: Oh, deja de preocuparte (le quitó importancia al nerviosismo de Victoria).
V: Bien, pero si te avergüenzo, no me culpes.
Marcos emitió una sonrisa divertida y tomó el menú.
La cena fue todo lo que Victoria pudo haber deseado y más.  La comida era excepcional, pero para ella lo mejor de la velada fue la compañía de Marcos.  Nunca antes se había sentido tan a gusto en compañía de un hombre.  La hacía sonreír, pero también la estimulaba con una charla inteligente.  Hablaron sobre sus hijas y las exigencias de ser padres.  Comentaron las metas profesionales de Victoria y los planes de Marcos para la compañía de cada uno de ellos.  Tocaron diversos temas, pero sin concentrarse en uno solo.
Cuando concluyó la cena, Victoria lamentó que terminara la velada.  Alzó la delicada taza de porcelana, observando su hermoso diseño, y dio un trago al aromático café.  Luego frunció el entrecejo al notar que Marcos la miraba con fijeza.
V: ¿Qué pasa?
M: Nada.
V: ¿Entonces por qué me miras así?
Marcos se relajó, se apoyó contra el respaldo de su silla y sonrió.
Lo siento.  Sólo estaba admirando tu belleza y pensaba en el gusto que me da que nos hayamos conocido.  Nada ha sido igual desde entonces.  Nunca creí que una mujer me pudiera hacer sentir lo que tú, Victoria.
Ella bajó la mirada, sintiendo una repentina timidez... y una tibieza maravillosa.  Su vida también había cambiado.  Volvía a soñar, a sentir, a confiar.  Todo era estupendo... y temible al mismo tiempo.
V: También a mí me da gusto (fue su único comentario).
M: Ya sabes lo que nuestras hijas están pensando, ¿verdad?
Victoria podía imaginarlo.  Sin duda ese par los creería ya comprometidos después de haber cenado juntos.
V: Es probable que esperen que anunciemos nuestros planes de boda mañana temprano (dijo Victoria, tratando de tomarlo a broma).
M: Para serte sincero, encuentro atractivos algunos aspectos de la vida matrimonial.
Victoria sonrió y entrecerró los ojos con suspicacia.
V: Vamos, Marcos, ¿cuánto vino has tomado?
M: Es obvio que demasiado, ahora que lo pienso (respondió él, con una amplia sonrisa, luego se puso serio).  Pero, broma aparte, quiero decirte que disfruto mucho tu compañía.  Cada vez que estoy contigo siento que la vida es hermosa... vuelvo a reír, a disfrutarlo todo.
V: Yo haría reír a cualquiera.  En especial si traigo el pijama bajo un abrigo o si me pongo patines (no sabía a dónde estaba conduciendo la charla, pero el hecho de que Marcos hablara con tanta honestidad sobre la promesa de su relación la enervaba.  Ella sentía lo mismo, pero no tenía el valor de admitirlo).
M: Me alegro de que hayas accedido a que saliéramos juntos.
V: Yo también (repuso Victoria, pero deseó fervientemente que su madre no se enterara de esto, aunque Cristina ya debía de haber llamado a su abuela para contarle la gran noticia.  Bajó la mirada y la clavó en unas migajas que de repente cobraron una especial importancia).  Hasta el momento ha... resultado bien.  El que hayamos salido juntos, quiero decir (había resultado más que bien.  Pero el hecho de que alguien como Marcos Guerrero quisiera salir con ella y disfrutara de su compañía aún la asombraba).

Alzó la mirada hacia él, con el corazón brillando en sus ojos, expresando lo que no se atrevía a decir con palabras.
Marcos cerró los ojos por un instante.
M: Victoria, por amor de Dios, no me mires así.
V: ¿Cómo?
M: Pues... así.  (dice haciéndole miradas intensas que hipnotizaban a Victoria que hace que le salgan las palabras sin pensar).
V: Creo que deberías besarme (declaró ella y en el momento en que las palabras brotaron de su boca apenas pudo creer que las había pronunciado).
M: ¿Qué?
V: No... Nada.
M: ¿Besarte? ¿Ahora? ¿Aquí?
Victoria sacudió la cabeza, forzando una sonrisa.
V: Olvida que dije eso.  Se me escapó. Algunas veces mi lengua se desconecta de mi cerebro. (dice retractándose de lo que recién expresó)
Marcos no apartó la mirada de ella y alzó una mano.  El camarero apareció muy pronto y, sin dejar de mirar a Victoria, Marcos murmuró:
M: La cuenta, por favor.
Camarero: En seguida, señor.
Salieron del restaurante tan pronto que a Victoria le daba vueltas la cabeza.  Una vez que estuvieron sentados en el auto, Marcos hizo una pausa, frunciendo el entrecejo; sus manos apretaban el volante.
V: ¿Qué sucede? (preguntó Victoria con nerviosismo).
M: Fuimos tontos.  Debimos haber compartido la-niñera.
Victoria había pensado lo mismo antes, pero no quiso mencionarlo porque no quería propiciar la conspiración de sus hijas.
M: No puedo llevarte a mi casa porque Nicole nos acosaría a preguntas, y supongo que lo mismo sucedería con Cristina en tu casa.
V: Es cierto (además, Cristina estaría muy decepcionada si ellos se presentaban tan temprano).  Todavía faltaba mucho para la medianoche.
M: ¿Donde se supone que debo besarte, Victoria Fernández?
Oh, cielos, la había tomado en serio.
V: Marcos... fue una broma.
El ignoró el comentario.
M: No conozco un solo mirador en la ciudad.
V: Marcos, por favor (Victoria se sintió sonrojar).
Marcos se inclinó y le rozó la mejilla con los labios.
M: Tengo una idea sobre lo que podemos hacer, pero no te rías.
V: ¿Una idea? ¿Cuál?
M: Pronto lo verás.
Marcos enfiló el coche hacia la calle y cruzó rápidamente la ciudad en dirección a la autopista, y no salió de ella sino hasta llegar al barrio.
V: Marcos... (Murmuró Victoria, mirando las poco familiares calles).  ¿Qué hay aquí? (casi tan pronto como ella formulara la pregunta, apareció en la distancia una pantalla enorme).  ¿Un auto cinema?
M: ¿Tienes alguna mejor idea?
V: No (sonrió Victoria, sin poderlo evitar.  ¡La estaba llevando a un auto cinema para poderla besar!
M: No te puedo garantizar la calidad de la película.  Es fin de semana de estreno y, si recuerdo bien la publicidad, se trata de una de esas cintas de moda con grandes cantidades de sangre y horror.
V: Siempre que no sea Masacre Juvenil.  Cristina nunca me perdonaría que la haya visto sin ella.
M: En honor a la verdad, no creo que vayamos a ver mucho de la película (Marcos le dirigió una mirada de exagerada picardía, alzando las cejas sugestivamente).
Victoria adoptó un aire de cómico pudor.
V: No creo que mi madre aprobaría que vaya a un auto cinema en mi primera cita con un chico.
M: Y con justa razón, especialmente si supiera lo que tengo en mente.
Aunque el clima había sido benévolo y el cielo estaba claro y sin nubes, sólo había unos cuantos autos en el amplio lote.
Marcos se estacionó lo más lejos posible de los demás.  Conectó el magnavoz, pero con el volumen muy bajo.  Cuando terminó de hacerlo pasó un brazo alrededor de los hombros de Victoria y la estrechó contra sí.
M: Ven acá, mujer.
Victoria apoyó la cabeza en el hombro masculino y fingió interés en los personajes de la caricatura que se estaba proyectando en la pantalla.  Sentía en el estómago mariposas de nerviosa expectación.
M: ¿Victoria? (la voz de Marcos era baja y seductora).
Ella ladeó la cabeza para mirarlo y los ojos de él la recorrieron con lentitud el rostro.  Quemándola con toda su intensidad.  La franqueza de su deseo le robó a ella el aliento.  El corazón le latía con violencia, aunque él todavía ni siquiera la besaba.  Una mirada de deseo de Marcos y ya se derretía a sus pies.
Su primer impulso fue decir alguna broma.  Eso la había salvado en el pasado, pero antes que pudiera decir o hacer algo, la boca de Marcos descendió sobre la de ella, incitándola con suaves mordiscos, despertando en ella un eléctrico cosquilleo que la recorrió de pies a cabeza.  De manera instintiva, los dedos de Victoria subieron hasta el pecho masculino y luego alrededor de la nuca.  Marcos le provocaba un deseo tan abrumador.  Victoria pensó que se ahogaría en las sensaciones que la inundaban.  Hacía muchos años que no sentía unas ansias como esta y su intensidad la hizo temblar.  Marcos había despertado la parte femenina que había permanecido latente por tanto tiempo.  Y de repente todo ese tiempo sin amor se desataba en ella como una vorágine.  Años de resentimiento, de decepción, de duda le constriñeron tanto el pecho que apenas podía respirar.  Un sollozo estremecido brotó de su garganta y su sonido los apartó.  Lágrimas que ella no podía explicar asomaban a sus ojos y corrían incontenibles por sus mejillas.
M: Victoria, ¿qué pasa?
Ella trató de apartarse, pero Marcos no la dejó.  Le hizo a un lado el pelo del rostro y alzó la cara para mirarla a los ojos.
M: Estás llorando (dijo él en tono consternado).  Dios santo, ¿qué te hice?
Ella sacudió la cabeza con vehemencia, sin poder encontrar la voz para explicarse.
M: Victoria, dime, por favor. ¿Qué sucede? ¿Te hice daño?
V: Sólo... sólo abrázame (susurró ella).
El la abrazó, besándole la cabeza cuando ella se refugió en el firme y cálido remanso del pecho masculino de Marcos.  Pero las lágrimas seguían fluyendo, por más que trataba de contenerlas.
V: No puedo creer que estoy haciendo esto (murmuró ella con voz entrecortada por los sollozos).  Oh, Marcos, me siento tan ridícula.
M: No.  Llora, Victoria.  Entiendo.
V: ¿De verdad? Bien, me alegro; así me lo podrás explicar.
Ella pudo sentir la sonrisa de Marcos mientras la besaba en un párpado.  Victoria gimió un poco cuando él bajó la boca hacia su mejilla, luego a su mentón y, cuando ya no pudo soportarlo más, Victoria volvió su cara, para buscarle la boca.  Marcos no la decepcionó, besándola con suavidad una y otra vez hasta que ella estuvo convencida de que su corazón cesaría de latir si alguna vez él dejaba de abrazar y besar.
M: Dios santo, Victoria (susurró él después de un rato, apartándose de ella y apoyándose contra el respaldo del asiento del auto, con los ojos cerrados. Su rostro era un cuadro de deseo pugnando por reprimirse. Aspiró varias veces).
Las mejillas de Victoria estaban encendidas de confusión y deseo.
M: Victoria, escucha...
V: No, déjame hablar primero (lo interrumpió ella; luego vaciló.  Ahora que tenía su atención, no sabía qué decir).  Lo siento, Marcos.  Lo lamento de veras.  No sé lo que me pasó, pero tú no fuiste el causante de mis lágrimas.  Bien, lo fuiste, pero no de la manera que piensas.
M: Victoria, por favor (dice Marcos tomándole el rostro entre sus manos).  No te avergüences por tus lágrimas.  Créeme cuando te digo que siento lo mismo que tú, sólo que se manifiesta de distinta manera.
Victoria lo miró con fijeza, sin saber si comprendía a ciencia cierta.
M: Ha sido tan larga la espera tanto para ti como para mí (prosiguió Marcos).  Me siento como si volviera a ser un adolescente.  Y no por haber venido al auto cinema.
Los labios de Victoria temblaron por el esfuerzo por sonreír.  Marcos apoyó la frente contra la de ella.
M: Tenemos que tomar esto con mucha, mucha calma.  
Victoria lo miró sin saber qué decir.
M: Tengo una fiesta de la compañía dentro de dos semanas (continuó él).  Quiero que me acompañes.  ¿Lo harás?  Victoria asintió.  Marcos la estrechó y ella acomodó la cabeza contra su pecho.  Él le acarició el hombro y la besó la frente hasta llegar a sus labios.
M: Estás muy silenciosa (dijo él unos minutos después).  ¿En qué piensas?
Victoria suspiró y se acurrucó contra él.
V: Se me ocurrió que por primera vez en mi vida me encontré un verdadero príncipe.  Hasta ahora sólo había conocido sapos.
Finaliza la película aunque como predijo Marcos no prestaron nada de atención, solo se dedicaron a mimarse, quererse y besarse.
M: La próxima vez contrataremos una niñera para nuestras hijas y esta vez sin horario de llegada...


Continuará….

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